miércoles, 14 de diciembre de 2011

La Toma de Eilean Donan (segunda parte)

Fue el cardenal Giulio Alberoni hombre de exquisitos placeres y gustos extravagantes, de vivo ingenio y astucia acerada. De lo primero se tiene constancia por las sonadas cenas y festejos que celebraba el clérigo en su suntuosa mansión de la Villa y Corte, por lo refinado de sus platos, y por la elección de éstos; de lo segundo, era ejemplo señero la ampliamente conocida anécdota de cómo terminó de secretario personal del duque de Vêndome; siendo éste sólo el primer cargo de importancia que obtuvo gracias a su astucia e ingenio y que, corriendo el tiempo, le llevarían a convertirse en hombre de confianza del inestable primer Borbón español, Felipe V.


Su Eminencia, el Cardenal Alberoni, recuerda fuertemente a un tapir con sotana

Sorprendía aún más el hecho de que Alberoni hubiese alcanzado puestos de tan alta responsabilidad, siendo como era de orígenes humildes, hijo de una numerosa familia de labriegos de Piacenza; y sólo después de muchos esfuerzos, ejerciendo primero de campanero en una parroquia de su pueblo, para poder aportar algo al sustento familiar, fue ordenado sacerdote, y gracias a su ascendencia sobre el obispo Barni consiguió ser nombrado canónigo de la catedral de Piacenza. Aunque se pensase que aquél era un puesto de suficiente nombradía y acomodamiento, el afable abate aún no estaba satisfecho, de modo que fue tomado como preceptor del "sobrino" del obispo Barni, y finalmente enviado a Roma como acompañante del muchacho. Poco tiempo necesitó el astuto sacerdote, para aprender los gajes y las intrigas que terciaban en la Capital del Mundo, en los salones de los poderosos.

De esta forma, le pilló en Roma la guerra que se entabló en Europa por decidir qué familia real colocaba en el puesto vacante de España a uno de sus miembros, toda vez que el último rey de los Austrias españoles, Carlos II llamado el Hechizado había muerto sin dejar descendencia; el partido francés, con el Rey Sol a la cabeza, pretendía colocar al nieto de éste, que reinaría como el futuro Felipe V, bajo el argumento de que en su ascendencia podía encontrarse al Austria, que lucía como su tío-abuelo; de modo que, por enrevesados motivos estratégicos, el avinagrado duque de Vêndome acabó instalándose con las tropas francesas en el norte de Italia, con el cargo de comandante general. Tanto Francia como Austria y España han tenido durante siglos al norte de Italia como campo de enfrentamiento, y numerosas campañas se han sucedido en aquella tierra.


Pues bien, el duque de Parma, que lo era también de la Piacenza natal de Alberoni, había encomendado al arzobispo de Borgo san Donnino - actual Fidenza -, don Alessandro Roncoveri (o Rommovieri), como mediador frente al comandante francés, y a su vez Alberoni lo acompañó en calidad de intérprete, conocedor del idioma francés; como quiera que el duque de Vêndome no fue persona de carácter fácil, la relación con el arzobispo a fuerza tampoco hubo de serlo.

Atención: Anécdota escatológica a continuación

De Luis José de Borbón-Vêndome cuenta la historia que los sinsabores de su existencia (hijo bastardo del rey, huérfano a los quince años, obligado a casarse con una aristócrata con fama de poco o nada agraciada, etc...) le fueron agriando el carácter; así, el encontronazo con el arzobispo de Borgo san Donnino vino dado porque, en la época en que ocupaba el norte de Italia con sus tropas, se veía aquejado de unas incómodas hemorroides agravadas por un pertinaz estreñimiento, que le provocaban horribles dolores cada vez que intentaba aligerar el vientre. Pasando uno de esos trances fue como recibió el mariscal al arzobispo y a Alberoni (que lo de hacer las necesidades en privado es costumbre relativamente moderna), y de hecho, mientras el arzobispo, por mediación de Alberoni, relataba sus peticiones, el malogrado duque de Vêndome concentrado en acometer antedichos esfuerzos, en vano, se alzó de su sillica, y mostrándole las posaderas, según dicen, exclamó algo así como:

"¡Estos son los problemas que me preocupan en este momento!"

Ofendido ante tal actitud, el arzobispo se marchó de allí, decidido a no volver a tratar con tan grosero francés. Sin embargo, siendo de todo punto importante tratar aquellos asuntos, Alberoni, sin arredrarse ni un apice ante tal postal, se limitó a musitar algo parecido a esto:

"Oh, che culo d´angelo!"

Y antes de permitir que el duque de Vêndome reaccionase ante aquel comentario, el orondo abate se dedicó a darle consejos gastronómicos con los que mejorar sus afecciones, e incluso él mismo se ocupó de encargar y dirigir la preparación de algunas de esas recetas en las cocinas; pues parece que siendo de origen humilde, a nuestro Alberoni no se le caían los anillos por subirse las mangas de la sotana y enfrascarse en labores culinarias.

Final de la Anécdota escatológica


De hecho, la desenvoltura de Alberoni admiró tanto al de Vêndome que, poco después, lo tomó como su secretario personal, y lo llevó consigo en primer lugar a Francia, y posteriormente, a España, donde fue enviado, para dirigir a las tropas fieles a Felipe V, donde la Guerra de Sucesión daba ya las últimas boqueadas. Finalmente, habiendo sido nombrado comandante en jefe del ejército español y virrey de Cataluña, dio su vida en la localidad de Vinaròs, según se cuenta tradicionalmente, a causa de un empacho de langostinos y marisco. Nada nuevo, como se ve, esto de que los poderosos perezcan por hartazgo.

En todo caso, el abate Alberoni no se vio huérfano de protector por mucho tiempo, pues al rey Felipe V de Borbón y su primera esposa, María Luisa Gabriela de Saboya, les cayó en gracia con su desparpajo. En esto ayudó no poco una renombrada cortesana, Marie-Anne de la Tremouille, conocida como la Princesa de los Ursinos (porque había sido viuda de un miembro de la casa nobiliaria italiana de los Orsini), la cual había logrado la más alta ascendecia sobre Sus Majestades.

Esta intrigante cortesana tenía atada la voluntad del rey, dadas las afecciones mentales que lo aquejaron toda su vida, y aún la de la reina, puesto que María Luisa de Saboya apenas era una adolescente quinceañera. Así que por intercesión de la autoproclamada Princesa de los Ursinos - que ni era un título nobiliario real ni nada - el futuro cardenal Alberoni fue admitido en la Corte, en primer lugar como embajador de Parma y, conforme su influencia aumentaba sobre los reyes, ascendiendo en su carrera de forma meteórica.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Acercamiento a la Psicología Coyotil



Escucha nuestro Viejo Coyote el ulular del viento invernal; se enciende otro infecto cigarrillo, entre toses bronquíticas, y se arrebuja en su mullido pelaje. La lámpara de queroseno ilumina pobremente su estancia, apenas un círculo de luz a su alrededor, y al resto de la habitación sólo consigue poblarla de sombras funestas, formas huidizas, y casi se diría que la habitación al completo palpita y baila al compás del titilar de la llama encendida.

Pero el ojo de la mente del Coyote se encuentra lejos, muy lejos de allí.

Al poco, al ulular de la ventisca de fuera se suma a coro el silbido del calentador de agua, avisando de que ésta ha llegado al punto deseado. Con crujir de huesos y lastimeros quejidos, nuestro Viejo Coyote se levanta a duras penas del escritorio y consigue prepararse una infusión, cuyo calorcito siente cómo se abre paso en su interior, y cae en el estómago, reconfortándole brevemente.

Vuelve al escritorio, toma la hoja y lee lo que lleva anotado:

Me ha recetado el médico – bueno, es de medicina interna, de hecho, es una voz interiorizada de mi yo subconsciente, que me impele – que no deje de escribir, aunque sea un rato, todos los días; que es un buen ejercicio para desentumecer la relación idea-palabra-escritura, de forma que cualquier idea que sobrevuele mi desecado cerebro pueda ser atrapada “al vuelo” por las redes de los conceptos, y extraída hacia el texto escrito. Por supuesto, esto no deja de ser un reduccionismo, en el sentido de que la idea, como tal, sigue por ahí, rebotando por los amplios huecos de mi cabeza hueca, inexpresable per se; las ideas siguen vivas y migran de mente en mente, como parásitas: las palabras, como mucho, pueden dar una imagen aproximativa, pues lo que queda de la idea, una vez ha sido con-formada por las palabras que la atrapan en sus redes, es un triste atisbo de la idea original. Esto, por supuesto, si lo imaginamos desde la perspectiva teórica de un Kant simplificado, ya se sabe: intuición es ciega sin concepto, así como concepto es vacío sin intuición. Preciosa imagen – o todo lo preciosa que puede llegar a ser, claro –: la del bueno de Inmanuel, con su peluca empolvada y sus chorreras y sus bordados dorados, lanzando al aire la red del concepto para atrapar y dar forma a las intuiciones, que vuelan con libertad… a priori, claro: no todas las ideas vuelan, y de hecho algunas más bien vierten plomo en los cerebros donde dan en instalarse, cual peligroso parásito mental: porque no hay mayor peligro, en el terreno de las ideas y de los valores morales, que la inamovilidad, traducida en cerrazón. Ideas muy peligrosas, que no sólo son parasitarias, sino que cual cría de cuco, expulsa del nido a cualquiera otra que no se parezca a ella y que, por tanto, no sean ella.

Eso, por supuesto, mirándolo desde la perspectiva del pesado de Köenisberg. Y es que Kant nunca me ha caído muy bien precisamente; no es que no reconozca su relevancia, por supuesto, e incluso, como he dicho un poco más arriba, una versión simplificada y quitándole mucha morralla y mucho tecnicismo y, de hecho, violentando su teoría hasta el punto de que ni el mismo la reconocería, puede aportar una visión interesante de la supuestamente irreconciliable lucha entre razón y creencia o, como he dicho más arriba, entre concepto e intuición. Claro está que las intuiciones, por sí mismas, todo lo más, podrían alcanzar la categoría de imágenes, que se presentan a nosotros, pero sin ser expresadas de forma explícita; para que la intuición tenga efectividad, habría entonces que darle forma expresable, manejable, comunicable; digamos, instrumentalizable. Sólo podemos evocar ideas e imágenes de la intuición dotándolas de un cuerpo conceptual que las sostenga, de lo contrario, si intentásemos comunicar nuestra intuición sin traducirla a un lenguaje común, todo lo más, supongo, llegaríamos a producir algunos lastimeros quejidos, o el clásico chillido de frustración que suelen emitir los chimpancés.

No obstante, y me parece que la teoría estética de Kant no iba por este camino, o si lo hacía – que ya no lo recuerdo bien – lo explicaba de tal forma que no logró un servidor llegar a entenderla del todo – es lo que tiene un desecado cerebro quesiforme –, se puede llegar a entender la especial situación de los artistas, abusando de Kant un poquito más. Si el artista es alguien que busca expresar de nuevas formas las intuiciones que le sobrevienen, y que carecen hasta ese momento de concepto comunicable que las pueda dar a luz, con la obra de arte, consiguen crear nuevos modos de expresar las intuiciones, creando a la vez el “concepto” que las hace, de alguna forma, comunicable. Los artistas, entonces, serían algo así como una especie de psiconáutas pioneros, que rebuscan en su subconsciente, y experimentan con las técnicas propias de su disciplina artística, o crea nuevas técnicas de expresión si éstas no le permiten expresarse, para dar a luz aquellas impresiones e intuiciones que, con los medios comunes del lenguaje conceptual, son imposibles de expresar sin reducirlas considerablemente. Por no abusar con ejemplos, sólo mencionaré la expresión poética, sin la cual sería imposible describir ciertas sensaciones y sentimientos que, de mencionar escuetamente su nombre propio, quedan un poco, como decirlo, tristes y desangelados; no es lo mismo, con las armas de las que el arte dispone y va creando con el paso del tiempo, evocar la inasible sensación de melancolía, ese nudo en la garganta, esa...

Se interrumpe, pues escucha con clara nitidez cómo alguien (o algo) araña la puerta de su estancia, con insistencia. Abre y no descubre a nadie; extrañado, mira a sus pies, y un gato naranja atigrado le mira muy serio, lanzándole un débil maullido. El Coyote no puede evitar reírse a carcajada suelta, y los ecos de su risa resuenan pasillo abajo. No podía sospechar que el pequeño gato que ha decidido hacerle compañía en el mundo de vigilia podía llegar también a seguirle hasta allí, hasta una de las casas-entre-mundos. Sin mayor protocolo, el gato entra en la habitación, la inspecciona, olisquea los rincones y, finalmente, decide que el lugar más calentito de la sala es junto a la estufa, a los pies de la desvencijada mesa que hace las veces de escritorio improvisado para nuestro viejo Coyote.

Recuerda que el soñador de Providence aseguraba que los gatos “son los únicos que conocen las regiones misteriosas, y que los más viejos las visitan a escondidas, por la noche, saltando a ellas desde los más elevados tejados. En verdad, es a la cara oscura de la luna adonde van a saltar y retozar por las colinas, y a conversar con sombras antiguas”. Con un escalofrío que le recorre la columna y le eriza el pelaje rememora las veces en que el inocente felino se queda embobado, mirando fijamente en un punto aparentemente al azar, y la parte escasamente racional del cerebro del Coyote quiere creer que aquello en lo que el gatito se fija no es más que una pelusa llevada por la corriente, acaso un insecto de vuelo distendido.

El viejo Coyote vuelve a su vez al escritorio; el gatito se estira arqueando el lomo y emitiendo un bostezo que casi pareciese que le desencaja la mandíbula. Antes de enroscarse sobre sí mismo y empezar otra siesta, mira fijamente al Coyote, con ese expresivo mutismo que parece decirlo todo.

Entonces se acuerda: aunque en las casas-entre-mundos el tiempo discurre a ritmos completamente ajenos al objetivo discurrir del tiempo en el mundo de vigilia, es consciente de que, a duras penas y luchando contra su irreprimible desidia, este blog que suscribe ha conseguido alcanzar el siguiente hito: cuatro años de desvaríos y cuestiones heterogéneas.

Desde la ventana de su habitación observa la nada entre mundos, que toma caprichosas y desvaídas formas, que en el momento de localizarlas ya se están diluyendo para dar forma a otros sueños en otros mundos.

El viejo Coyote enciende distraídamente otro cigarrillo y sigue escribiendo.

viernes, 28 de octubre de 2011

La Toma de Eilean Donan (primera parte)


La pequeña isla de Eilean Donan se encuentra en el centro del loch Duich, en la parte más occidental de las Highlands escocesas; en ella se enclava un imponente castillo construido alrededor del siglo XIII, según se cuenta y/o se sabe, sobre unos antiguos asentamientos célticos, y posteriormente sobre los restos de una iglesia del siglo VII, la iglesia del santo Donnan de Eig, de quien toma nombre la isla – que es lo que significa Eilean Donan en gaélico escocés: “la isla de Donnan”. Actualmente la propiedad del castillo la ostenta el Clan Macrae, aunque ha pasado por manos del Clan Mackenzie de Kintail, y de algún otro clan.

Algunos de estos lagos o lochs de tierras escocesas son más cercanos a las rías gallegas o a los fiordos noruegos, puesto que disponen de una salida al mar; de hecho, la posición del castillo Eilean Donan se convierte en una posición privilegiada, en cuanto a defensa frente a un posible asalto por mar, sin contar con su situación fronteriza. No en vano, ésta parece ser la causa de su construcción: primera línea de defensa ante asaltos de piratas normandos, vikingos, etc. De hecho, irónicamente, la causa de su construcción, defensa frente al mar, significó igualmente el motivo de su destrucción, en el siglo XVIII (el castillo actual es una reconstrucción parcial del siglo pasado).



La así llamada Guerra de Sucesión por el trono de España, toda vez que el último de los Austrias españoles, Carlos II el Hechizado, murió en el año 1700 sin dejar descendencia, movilizó a numerosas naciones de toda Europa a favor de un bando, el francés del Rey Sol, Luís XIV (que temía un aislamiento de Francia, en caso de tomar el trono un Habsburgo alemán), o del otro – una alianza austriaco-británica –, que temía el poder conjunto que alcanzarían Francia y España, de colocar en el trono de esta última a un pariente del rey francés. Esta guerra culminó con el Tratado de Utrech (años 1712-13;
aunque no en todas partes tardaron lo mismo en aceptar al nuevo rey; véase por ejemplo Cataluña, que se resistió hasta 1714, y sólo cedió a base de cañonazos y masacre inmisericorde), que permitía ocupar el trono de España a Felipe V, primer Borbón que ha reinado en tierras ibéricas, a la sazón, nieto del Rey Sol; a su vez, España perdía el control de Gibraltar y Menorca, entre otras tierras, cedidas a la Corona inglesa (que las habían ocupado durante la guerra); el control de los Países Bajos españoles pasaba a manos del monarca austriaco, así como la práctica totalidad de las tierras italianas que habían permanecido como propiedad de la Corona española desde la época de Fernando el Católico (si bien el reino de Nápoles-Sicilia terminó en manos de Carlos de Borbón, que años más tarde reinaría como Tercero en España – sin contar que heredó por su madre el título de duque de Parma y Piacenza).

Carlos II el Hechizado, último monarca de los Habsburgo españoles,
y Felipe V el Animoso, primero de la casa Borbón;
a la sazón, tío-abuelo y sobrino-nieto, respectivamente.



Otra de las consecuencias del Tratado de Utrech fue la concesión del “asiento de esclavos” a Inglaterra (en concreto, a la South Sea Company), concesión que tenía la duración de treinta años; aunque, bien es cierto que el propio Felipe V de Borbón recibiría el 25% de los beneficios del tráfico anual de 144.000 esclavos entre África y la América hispana, por parte de esta compañía inglesa.

(no es baladí hacer un breve inciso, para señalar que numerosos nostálgicos patrioteros de miras estrechas han visto la firma del Tratado de Utrech como el principio del fin del Gran Imperio Español, pues en virtud de este tratado, como se ha visto parcialmente, el reino de España perdió la práctica totalidad de sus posesiones europeas transpirenáicas, quedando pues confinado éste a la parte peninsular y a sus colonias de Ultramar - hay que recordar, sin embargo, que en su gran mayoría, por no decir totalidad
, las "propiedades" europeas, de una u otra forma, llegaron a formar parte de ese Imperio en virtud de herencias y enlaces dinásticos, y no por la ya apolillada idea de la cerril voluntad del fiero guerrero ibérico lejos de su casa, luchando contra viento y marea, armado sólamente con su coraje, su fuerza física y su fidelidad a Dios y al Rey (no necesariamente en ese orden); para mantener esas tierras bajo el yugo de la Corona sí que usaron y abusaron de la capacidad de aguante de sus ejércitos... para ser francos - o para no serlos, si siguen la idea - ese concepto de Imperio Español alcanzó y mantuvo su máxima extensión apenas durante las relativamente cortas vidas de Felipe II de Austria, Felipe III y Felipe IV, apenas tres generaciones; el resto no ha sido más que nostalgia)

En cualquier caso, en la propia isla británica no andaban cortos de disputas sucesorias; desde poco tiempo atrás (desde la llamada Revolución Gloriosa, en el ochenta y pico), las islas eran gobernadas por la dinastía Orange, que rechazaba las pretensiones del "viejo pretendiente", de la Casa Estuardo; exiliado en su propia corte en Francia, el que había reinado como James II de Inglaterra y VII de Escocia removió todos los contactos que le fueron posibles, buscando ser restituido al que pensaba era su legítimo trono. Cosa que, por cierto, nunca ocurriría, y de hecho, su hijo mantuvo sus pretensiones, y continuó su labor promoviendo su derecho al trono. De esta forma, numerosos aventureros, así como segundones ávidos de gloria y reconocimiento, se unieron a la causa, y durante esos convulsos años viajaron por toda Europa, intrigando y tratando de conseguir el apoyo de las casas reinantes europeas.

Para Felipe V de España, que según dice era meapilas hasta el hartazgo, el hecho de que los pretendientes Estuardo fuesen de confesión católica se convertía en motivo más que suficiente para apoyar las pretensiones de Jacobo (que es lo mismo que decir James, y si me apuran que Santiago y que Jacques); no obstante, y dado su temperamento cambiante y melancólico, por no mencionar términos patológicos, sólo cedería su apoyo gracias al concurso de su eminencia Julio Alberoni, que ostentaba gran ascendencia sobre su Católica Majestad.

(continúa en la próxima entrega...)

martes, 6 de septiembre de 2011

Interludio: Los Paseos del Coyote

El viejo Coyote sale a la calle y, antes de alcanzar la cancela del parking privado de la barriada donde habita, sentado en un bordillo, vislumbra a un yonki prematuramente envejecido y, pareciese, casi inconsciente de la realidad que lo rodea; murmura entre dientes una ininteligible letanía, y sonríe bobalicón, aunque la luz de sus ojos azul eléctrico se ha apagado y están rodeados de úlceras; señala a un coche que acaba de entrar en la zona de aparcamientos privados una plaza libre. El Coyote no está seguro si lo hace en broma, o si ya es un gesto adquirido.

Continúa su camino. Probablemente el desgraciado ha sido expulsado hasta allí por otros aparcacoches, pues a diario el Coyote puede comprobar las disputas entre yonkis, moros, negros, y de todos los colores, para repartirse las calles y los aparcamientos; todo para poder sacar así unos miserables euros que les ayuden, aunque sea brevemente, a huir de la realidad y a soportarla un día más. Antes tenías un gorrilla por cada calle, o uno por cada lado de la calle todo lo más; hoy se reparten a razón de un gorrilla por cada tres o cuatro aparcamientos.

Es lo que ve todos los días, es lo que hay.

Cruza el paso de cebra, y a la altura de la esquina pasa por delante de unos contenedores de apestosos efluvios, resultado de las calores estivales de la ciudad. Apoyada en uno de ellos, una bicicleta construida con retales de otras bicicletas con un carrito de supermercado ingeniosamente soldado, repleto de desechos y objetos parcialmente aprovechables. Encaramado al siguiente contenedor, con casi medio cuerpo dentro, un gitano de Rumania rebusca en las basuras, ajeno a la mirada reprobadora y temerosa de los viandantes.

Continúa su camino, calle arriba, recordando que un par de días atrás, dispositivos policiales, enviados por el Ayuntamiento, habían procedido a desalojar los numerosos asentamientos de chavolas que han ido apareciendo en las riveras del río. Los han quitado de allí solamente para que se pongan un poco más allá. Lo que se suele llamar el lavado del gato, o barrer el polvo debajo de la alfombra. Como todo el que tiene un poco de sentido común, deberían haberse dado ya cuenta de que el desalojo nunca es solución.

Pasa por delante del Mercadona; es primero de mes, y el supermercado está abarrotado. Se ha dado cuenta de que, últimamente, ve comprar en esa gran superficie a gente que antes nunca se hubiera dignado a parar por allí; eran los que antes podían permitirse pagar más por lo mismo, con tal de no codearse con cierta gente (o con tal de no codearse con la realidad que está ahí fuera).

Sigue calle arriba, pasa por delante de la Cámara de Cuentas, y camina por el lateral de la sede del Parlamento Andaluz; sólo en la bocacalle de enfrente, a apenas cincuenta metros, un centro de atención para transeúntes (que no es más que un eufemismo políticamente correcto para mendigos, sin-techo, vagabundos, yonkis, y todo lo que se quiera esconder a la (mala) conciencia). En la puerta puedes ver, día sí y día no, una ambulancia, o un coche de policía. Le reconcome por dentro, a nuestro viejo Coyote, comprobar la ironía que significa que ambos edificios se encuentren tan cerca físicamente, y en cambio tan lejos en muchos otros aspectos.

Hace unos años, el jardín que ornamenta la entrada principal al Parlamento estaba abierto, y por las noches dormitaban más mal que bien un pequeño número de mendigos; con el tiempo, el parque terminó vallándose, y ahora los mendigos duermen en las paradas de autobús de los alrededores del Parlamento, o en los soportales de los edificios vecinos. Es de suponer que la idea de vallar el parque vendría de sus señorías, nada dispuestos a permitir que les ponga nerviosos la visión (aun lejana, porque ellos suelen entrar por el acceso de coches oficiales) de estos desgraciados “transeúntes”. Quitado de la vista, resuelto el problema.

Claro que, como le contaba al Coyote un amigo suyo que trabaja en la Administración Autonómica, sus señorías ya están suficientemente ocupados con privatizar la cosa pública, creando agencias relativamente independientes de la Junta, a las que encargar su gestión a empresas privadas; empresas privadas, no lo olvidemos, las cuales sólo conocen la fidelidad a una cosa, el dinero; y que, sobre todo, desconocen por completo el procedimiento legal para llevar a cabo las tareas de administración del gobierno. Procedimientos legales que salvaguardan a la ciudadanía de prevaricaciones, cohechos, amiguismos y demás, que tientan continuamente a nuestros gobernantes.

Son las siete de la tarde; el calor en septiembre remite ligeramente, y permite salir a la calle a una hora que sólo una semana atrás se consideraría suicida. A la fresca sombra de los árboles del parque del Parlamento, frente a la muralla que da paso al casco histórico, una banda de cornetas y tambores ensaya para las procesiones de Semana Santa. Como parte reconocida de la tradición en la ciudad, tienen permiso explícito del Ayuntamiento para ensayar hasta las doce de la noche.

Este año, el Ayuntamiento ha decidido que no se celebrará el festival Alamedeando, el cual contaba con una incipiente tradición entre los habituales al mismo, aumentando cada año (ésta iba a ser la cuarta edición). Era un festival organizado por gente de aquí, con grupos de aquí o invitados para la ocasión, y totalmente gratuito. Se desarrollaba completamente en el enorme y espacioso bulevar de la Alameda, por el cual fue honrado el festival con su nombre. Según asegura el Ayuntamiento encabezado por don Juan Ignacio Zoido, la Corporación Local carece de fondos para financiar el evento. Por supuesto, eventos patrocinados por Heineken/Cruzcampo como el otrora también gratuito festival Territorios, dejarán algo de pasta, porque de lo contrario no se cederían alegremente los jardines del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de la Cartuja, para pisoteo masivo de césped, orine en los estanques del susodicho y conciertos varios. Ese sí, ese está bien patrocinado, y deja pasta; ese sí, aunque destroce los jardines del CAAC.

Por supuesto, para quitar los bancos de la Alameda o cambiar las farolas modernistas de la plaza del Pan por otras de enrejada y rancia tradición, para eso sí que hay dinero. Claro está que el viejo Coyote, que ha metido el hocico en todos los arroces, y cuya ingenuidad sólo es transversal, y lucha continuamente con su escepticismo, es consciente de que el dinero destinado en el presupuesto para una cosa, no puede fácilmente transvasarse a otra, sin provocar grandes jaleos burocráticos y demás intervenciones fiscales y auditorías no deseadas. El problema surge de quien decide a qué se destina cada partida presupuestaria.

Mientras todos esos pensamientos se superponen en su mente sin orden ni concierto, el viejo Coyote cruza el paso de peatones que hay frente al Arco de la Macarena, y bordea la basílica de mismo nombre. Como casi siempre que pasa por allí, se acuerda de Casa Cornelio.

Anexos

I. Sobre los gorrillas:

http://www.elcorreoweb.es/sevilla/129154/policia/local/triplica/media/diaria/denuncias/gorrillas/semana

II. Sobre los desalojos:

http://www.abcdesevilla.es/hemeroteca/historico-24-12-2005/sevilla/Home/la-policia-local-desaloja-las-chabolas-instaladas-bajo-el-puente-reina-sofia_1013218637274.html

III. Sobre el permiso de bandas de Semana Santa para ensayar en la vía pública:

http://www.elcabildo.org/noticias/malaga/item/66-el-ayuntamiento-de-sevilla-s%C3%AD-permite-el-ensayo-de-las-bandas-de-cornetas.html

IV: Sobre la cancelación del festival Alamedeando 2011:

http://alamedeando2011.wordpress.com/2011/08/09/comunicado-de-cancelacion-de-alamedeando/

V: Sobre la Alameda como lugar de encuentro y ocio popular en la ciudad:

Parte 1:

http://www.youtube.com/watch?v=tR0dU1Zc1h8

Parte 2:

http://www.youtube.com/watch?v=rgQsBXLm1sU


Parte 3:

http://www.youtube.com/watch?v=sZFEXOk5UuI



Parte 4:

http://www.youtube.com/watch?v=SS0Ts2UwWN0

lunes, 11 de julio de 2011

Nota Sobre el Santo Oficio o Santa Inquisición (conclusión)

"Which being known unto the officers of the inquisition, they conveyed him laden with irons from thence to a city called Seville, into a more cruel and straiter prison called Triana, where the said fathers of the inquisition proceeded against him secretly according to their accustomable cruel tyranny, that never after he could be suffered to write or speak to any of his nation: so that to this day it is unknown who was his accuser..."
The Execrable Inquisition of Spayne (Book of Martyrs), 1554, John Foxe


Dado que este de la Inquisición o Santo Oficio es tema recurrente y, casi, obsesivo, la conclusión de esta serie de entradas de El Blues del Coyote no es más que una conclusión temporal. Ya tornará sin lugar a dudas nuestro Viejo Coyote a estas costas, empujado por las corrientes del proceloso océano de la memoria, no con nostalgia, cuidado, sino con un sentir que a veces puede confundirse con sentido del deber - aunque, conociéndolo, sería más cercano a un sentido de la revancha (y, también, a qué negarlo, por un levinasiano "ponerse en la piel del otro", que es el único fundamento válido de toda ética: el Otro - eso, si es que la ética ha de tener algún fundamento y no reconocemos que no es más que un constructo meramente humano, claro). Eso por no recordar lo señalado en anteriores entradas: que no por mediar tres siglos entre los hechos ocurridos y el presente, han de perder su cualidad de infamia - y más, sabiendo que la institución madre de la que es deudora permanece en activo actualmente, e incluso que la propia Inquisición, pero con otro nombre, continúa su actuación censora y represora.

Por ello, damos a imprenta esta última parte de la "Nota Sobre el Santo Oficio o Santa Inquisición", donde desvelamos las vicisitudes de otro desgraciado procesado por el Santo Oficio, éste de final más dramático que en el caso de la anterior entrega.


2. El Pirata

Año de 1720: Se procesa a un tal fray José Díaz Pimienta, natural de la parroquia habanera de San Juan de los Santos; hijo de un hidalgo vizcaíno y una criolla, ambos cristianos viejos y de la nobleza, a la edad de 15 años es ingresado con el hábito de los hermanos mercedarios en un convento en Cartagena de Indias (Colombia, aunque por aquella época todavía se la conocía bajo la adscripción administrativa de "Virreinato de Nueva Granada"). Ya en los años de noviciado fray José hubo de hacer intento de escaparse al menos en tres ocasiones, por quedársele estrechas las paredes del convento; sin embargo, a la vuelta de la tercera escapada, tomó los hábitos, y le fue encomendada la compañía del así llamado "padre procurador general de la Redención".

No se piense aquí que con esta redención se referían a la de las almas pecadoras, no: antes bien, se refiere a la ocupación de "rescatador de cautivos", a la vieja usanza; entiéndase, (y mal que nos pese) nada de comandos de mercedarios asaltando la
Île de la Tortue con nocturnidad, antes bien, era el encargado de liberar a cautivos por los numerosos piratas, corsarios y demás, ingleses, holandeses y franceses que pululaban por entre los mares de Europa y las Indias, acordando un precio por dichos rescates.

Es de suponer que fue en estas negociaciones cuando trabó contacto nuestro fray José con el mundo de la piratería por vez primera; y es de suponer también que aquel debió resultarle mucho más atractivo que la tediosa vida de clérigo, pues a poco que el padre redentor falleció, y habiéndosele concedido el cargo antedicho, no dudó en malversar una y otra vez los fondos de rescate, de modo que "en breve tiempo gastó la mayor parte del caudal de los cautivos en vicios y maldades" (sic). Sin embargo, enterado fray José de la llegada desde España de cierto vicario general, y temiendo las seguras consecuencias de una fiscalización de la caja, se decidió a saltar definitivamente el muro del convento, acompañado por seis mil pesos que "tomó prestados".

Aquí es donde comienza realmente el periplo de fray José; pronto se desplaza hasta Curaçao, isla del Caribe colonizada por holandeses y, sobre todo, refugio de numerosos judíos sefardíes que, habiendo sido expulsados primero de España y posteriormente de Portugal, hallaron en esta isla la célebre tolerancia religiosa de la que siempre han hecho alarde los holandeses. De hecho, Curaçao se precia de tener la sinagoga en activo más antigua del mundo. Así pues, en ésta fray José abjuró de su fe cristiana, y se convirtió a la ley de Moises, siendo circuncidado con todos los ritos preceptivos, y tomó el nombre de Abraham Díaz Pimienta. A partir de este momento da comienzo la carrera de aventurero y pirata, que debía ser más afin a su vocación natural que la de eclesiástico.

Por resumir las más llamativas, de entre las numerosas tribulaciones que pueblan el testimonio de su vida, al Coyote le gustaría señalar especialmente: la ocasión en que, asaltando un navío de la corona castellana, se le propinó tal alfanjazo en pecho y barriga que las asaduras se le desparramaron, y hubo él mismo de sujetárselas e incluso guardó la entereza suficiente como para malcoserse él mismo el enorme tajo. Sólo poco después fue apresado, y de una cuchillada le cortaron la nariz, dejándole sin duda un rostro no poco llamativo. En esta ocasión fue llevado a Cartagena, siendo allí mismo procesado por el Santo Oficio, y penitenciado con sambenito, condenado finalmente a destierro de aquel reino, y enviado a España, donde debía pasar el resto de sus días recluso en un convento de su antigua orden. En el navío que había de llevarlo, a lo que parece, fray José/Abraham no paró de insultar y blasfemar contra todo orden sagrado, hasta tal punto que los siempre supersticiosos marinos tentados estuvieron de lanzarlo por la borda, no fuese a despertar la justa ira divina.

Una vez en tierras ibéricas, aún tuvo ocasión de vivir un par de aventuras, como cuando se escapó de la prisión donde había sido encarcelado mientras le daban un destino definitivo, según cuentan "rompió la pared maestra" (Virgen Santa, ¿de qué estaba hecho este hombre?), dejando a los señores alguaciles una nota indicando que se daba a la fuga por causa del mal trato que allí había recibido. Poco después vuelve a saberse de él, puesto que le dio por presentarse en el convento de su orden (la Merced, como se recordará) que hay/había en Jerez de la Fra.; es de suponer que, en el tiempo que pasó entre su fuga y la vuelta al redil, lo gastó en zascandilerías propias de truhán, y que probablemente, viéndose sin un real, sin oficio ni benefició, al menos en el convento tendría sopas de coscorrones a diario.

Pero ahí no acaba todo, puesto que durante todo el tiempo, fray José/Abraham no sólo no dio muestras de arrepentimiento, sino que se dieron numerosas y testificadas ocasiones en que aseguraba que la ley de Moises era la verdadera. Tambien hubo veces en que aseguró que la crueldad del Santo Oficio era mayor que la de los piratas, que él tenía bien conocidos. Súmese esto a los numerosos intentos de pedir dineros a notables hombres de conocida ascendencia judeoconversa,
documentados por las cartas que les envió (lo que, en la interpretación del nunca suficientemente loado don Julio Caro Baroja, era una forma de extorsión). Se asegura, incluso, que envió cartas, desestimadas por silencio, a S. M. solicitando el concurso de dinero y fuerzas para acometer la conquista de Curaçao, a la que parece empezó a guardar inquina, culpando a su conversión al judaísmo de todos sus males. Aunque a nuestro viejo Coyote más bien le parece que eso no era más que una forma de racionalizarlo, y que la actitud de fray José/Abraham durante todo el tiempo había sido más bien tendente a la autodestrucción, por no decir suicida (o sea, un aventurero)...

Esto dice el propio Fray José/Abraham en la posdata de la carta que envió al comisario de Jérez:

".. bien sé que he de morir quemado, y que he de ir preso, y me admira como no me han llevado ya al Tribunal para dar mil vidas en el fuego."

Esta actitud, claro está, provocó que fuese convocado un nuevo proceso en su contra; proceso que hubo de posponerse, pues fray José/Abraham, temiendo el resultado, huyó por enésima vez del convento, después de remitir la antedicha carta. En un primer momento buscó en Cádiz un barco inglés que lo llevase a Londres; el capitán a quien se lo solicitó, horrorizado por las consecuencias de ser descubierto en su barco, le aconsejó que se dirigiese mejor a Lisboa, donde seguramente le sería más fácil alcanzar su destino.

El Coyote nos obliga a injertar dos incisos:

Inciso Primero: sobre Cádiz como puerto de Indias, y puerta al mundo; este título, que poseyó anteriormente la ciudad de Sevilla, pasó a Cádiz después de que en la capital hispalense aconteciese la mayor epidemia de peste bubonica que haya sufrido la ciudad, allá por 1649. No es baladí, pues se cuenta que barrios enteros quedaron vacíos, diezmada la población casi en la mitad (aunque al Coyote le han llegado noticias mucho más exageradas y escalofriantes sobre la mortandad en la ciudad, de que casi alcanzó al 80% de la población); y, como anécdota necrófila, señalar que el insigne imaginero jiennense Martínez Montañés fue uno de los más conspicuos de entre las víctimas de la peste. Se entiende entonces, el que se declarase la cuarentena, y que los numerosos barcos provenientes de todos los rincones del planeta terminaran siendo desviados a Cadiz. Enarbolando su titulillo de Urbanista Psicogeográfico de pacotilla, el Coyote teoriza sobre el hecho de que la mayoría de edificios históricos más notables, eclesiásticos, civiles y palaciegos de Sevilla son del siglo XVII para atrás, mientras que en Cádiz (catedral incluida) los que mayormente destacan datan del siglo XVIII en adelante; se aprecia claramente en sus edificaciones en qué época se benefició con el tráfico de Ultramar
cada una de las ciudades. Aunque, bien es cierto, la posición claramente más al descubierto de Cádiz ya la había expuesto al asalto de piratas y corsarios, al contrario que Sevilla, a resguardo en el acogedor y ancestralmente matriarcal valle del Guadalquivir.

Inciso Segundo (
con que insiste el Coyote en aburrirnos): versa sobre la especial situación de los navíos ingleses y en general provenientes de países protestantes, en el comercio y trato con España. De cara a la política internacional, España siempre había estado en guerra con los países de influencia protestante; desde el punto de vista de la Inquisición, por supuesto, todo luterano era tratado como hereje, y merecía la redención de su espíritu por medio de la mortificación de su cuerpo. De modo que, en virtud de varios tratados entre la Corona y estos países, el Santo Oficio, pese a su proverbial intolerancia, hubo de hacer "la vista gorda" ante la presencia de estos mercaderes extranjeros (que algunos incluso habían tomado residencia en Sevilla o Cádiz); eso sí, siempre y cuando éstos no realizasen proselitismo, ni provocasen alborotos y altercados por estos mismos motivos. Como en otras ocasiones se ha señalado, resulta llamativo que, en segundo lugar y después de los judeoconversos insinceros, el grueso de procesados por la Inquisición en España fueron sobre todo (llamémosles) "criptoluteranos": Individuos religiosos que, en conciencia, veían en el protestantismo respuesta a sus dudas religiosas; por contra a la tradicional imagen de la quema de brujas - que también las hubo, pero mucho menos -, práctica en la que abundaron precisamente en los países de influencia luterana, se trasluce, como siempre, esa pátina de realismo desencantado ibérico en el hecho de que la mayoría de los procesados por el Santo Oficio en tierras de la Corona castellano-aragonesa tenían más bien la condición de "represaliados políticos": Como decimos, luteranos y judeoconversos, los unos por la complicada situación internacional y la propia situación de España, que se encontraba prácticamente en guerra declarada contra todas las naciones de su derredor; los otros por la siempre imperiosa necesidad de rellenar las arcas reales, para sufragar los costosos gastos de las mismas guerras... dicho con otras palabras, la de haberse alejado de la ortodoxia religiosa imperante no era más que la excusa ideológica para procesarlos e impregnar Tablada, o la plaza San Francisco (en la ciudad de Sevilla) del aroma a carne quemada, ya que la excusa materialista era muy otra.

Pero sigamos adelante con los capítulos finales de esta escueta (aunque enrevesada) semblanza del periplo vital de fray José/Abraham:

Siguiendo el consejo del capitán de navío inglés, fray José/Abraham se puso camino a Lisboa, con la esperanza de tomar barco que lo llevase hasta Londres o Amsterdam, y de allí a donde gustase. Si bien parece que llegó a la capital lusa, parece igualmente que debió arrepentirse por el camino - o que nadie quiso echarle cuenta y se vio sin apoyo alguno -, pues a poco se volvió para Sevilla, donde se presentó ante el rector del Colegio de San Laureano del barrio de los Humeros, confesando todas sus tropelías, y acogiéndose al la jurisdicción del Santo Tribunal.

Siendo retenido en el convento de la Merced, y emprendido el último proceso a que fue sometido, según cuentan, no cejó en hacer alarde de su profesión de fe mosáica, e incluso buscando activamente ser entregado a las llamas purificadoras. Llegó a tal punto de provocación que, cuando se le dio la sentencia para firmarla, se negó alegando ser sábado (sacralizado día de descanso, prescripto por la religión judía). Como es costumbre en estos casos de reos irredentos, el tribunal no cejó en enviarle, hasta prácticamente el día de celebración del auto de fe, numerosos teólogos, por ver si lo convencían antes del momento postrero; todo en vano, por cierto.

Finalmente, "viendo el tribunal la incorregibilidad de este reo, lo juzgó digno de ser degradado de todas sus órdenes, y ser entregado al brazo secular, para ser quemado vivo." Según parece, y viendo de toda forma inevitable ya su fin, fray José/Abraham se arrepintió de su conversión, e hizo llamar en un último momento a un par de sacerdotes, para ser confesado y se le diese comunión según los sacramentos de la religión católica.

De modo que a las seis de la madrugada del día 25 de juilo del año 1720, fue llevado fray José/Abraham con gran pompa y beato, rodeado de religiosos de varias compañías, hasta el cadalso situado en la plaza de San Francisco, donde fue compasivamente agarrotado y por fin quemado en la hoguera hasta las cenizas. Contaba para entonces con 32 años, y según narra el cronista: "Fue este día uno de los mayores que se han visto en la ciudad de Sevilla, no sólo por el concurso que acudió de más de doce leguas en contorno, sino por ser la causa jamás vista."

VALE

martes, 17 de mayo de 2011

Nota Sobre el Santo Oficio o Santa Inquisición (continuación)

"... No es imposible, padre Almeida, que un día de éstos tenga usted que acudir, en coche cerrado y escoltado, para responder a las preguntas que este Santo Tribunal quiera hacerle acerca de la ortodoxia y de su doctrina particular..."
Crónica del Rey Pasmado, Gonzalo Torrente Ballester

Preludio a Modo de Disculpa

Aunque más bien sería para sí mismo, pues nuestro viejo Coyote nunca ha sentido la necesidad de dar explicaciones, antes es más proclive a ser él mismo quien busque explicaciones alternativas, e incluso capaz de quedarse con aquella que más le convenga - que no necesariamente ha de ser la explicación más simple (el Coyote y el frater William of Okham: una relación nunca suficientemente aclarada); pero dado que, hoy más que nunca, nuestro viejo y cansado cánido, heraldo del Caos - siempre que se lo piden amablemente, eso sí -, se encuentra en una situación que está totalmente en las antípodas de lo que suele llamarse "el ojo del huracán", es decir, en el mismísimo y congelado centro del Orden, es totalmente comprensible que le esté costando más trabajo de lo habitual centrarse en una única cuestión: la Tejedora lo tiene enmarañado en ese estático no-lugar. Aunque nuestro viejo Coyote siempre ha reconocido cierta poesía en hallar armonía en el caos, y viceversa, al menos en el marasmo de la realidad siempre cambiante y multívoca puede darse con el germen y la condición de posibilidad para el surgimiento de la vida; no ocurre así, como comprueba el Coyote, en el caso contrario.



El Loco y el Pirata

1. El Loco

Año de 1689: La mañana del 10 de julio se celebró un auto de fe en privado, en el castillo que la Inquisición tenía en Triana. En él se procesaba a un fraile conocido como fray Pedro de San José, del convento extramuros de San Diego - actual prado de San Sebastian. La acusación que se le hacía, y por la que había terminado en las mazmorras inquisitoriales, era la de ser seguidor de Miguel de Molinos, heresiarca ibérico casi olvidado, impulsor del llamado quietismo. En esta tendencia mística que era el quietismo, según nos comenta el Coyote, pueden hallarse ciertas similitudes con el budismo zen, y que nos perdonen los sutiles.

Por encima de las concepciones heréticas, ideas heterodoxas y alteración del ritual canónico, fue, sin embargo, un detalle en la acusación de fray Pedro, el que más peso debió tener (al menos de forma inconsciente) para sus jueces: No fue otro que las supuestas "relaciones pecaminosas" que perpetraba con algunas de las mujeres a las que daba confesión, y a las que él mismo incitaba, asegurándoles que aquello era una forma de amor a Dios, que en absoluto era pecaminoso, y que por lo tanto no se veia necesario realizar el sacramento de la confesión.

Cuánto debía revolvérseles la bilis por dentro, a aquellos arribistas oficiales del Santo Oficio, al sonsacar al acusado, de entre todos, los detalles más explícitos de aquellos actos carnales, supuestamente ilícitos, víctimas de la envidia y de un resentimiento producto de un forzado voto de castidad - cuál no sería el grado de detalle que exigirían en el interrogatorio aquellos doctos y rectos adalides de la moralidad cristiana, que el mismo editor de la obra prefirió suprimir cierto párrafo, pues según cuenta en una nota al pie, la "moral pública se resentiría de estos detalles vergonzosos".

Curiosamente, al viejo Coyote, lo que más llamó la atención de este desgraciado y disoluto fraile no fueron sus escarceos con las feligresas - completamente comprensible, por otro lado -; antes bien, el resto de acusaciones, que más que un breviario de "ideología alternativa" (léase herética), pareciese una suma de dislates propios de alguien aquejado por un cuadro de esquizofrenia con tendencias paranoides.

De entre otras lindezas, se acusa a fray Pedro de las siguientes, confesadas por él mismo:

  • Fue acusado de haberse hecho Profeta , asegurando que Dios le había concedido tal don y advirtiéndole que el fin del mundo estaba próximo - para variar, todos los días son el fin del mundo -, y que como señales de estas cosas podían señalarse el eclipse del año anterior, así como el seísmo del día de San Dionisio (1680).

  • Igualmente, se le acusó de afirmar que Dios también le había prometido el trono de Roma, en premio por su humildad- virtud ésta, por cierto, que en la vida real en absoluto cuenta para acceder a la tiara papal.

  • Ítem, que Dios le había revelado que habría de sufrir persecución, y que finalmente sería entregado por alguien cercano, que terminaría ahorcado cual Judas Iscariote, y que a él le habrían de "azotar en la Cruz del Campo con tanta fiereza, que por las bocas de las heridas se habían de ver las entrañas" (sic); finalmente, según las revelaciones que confesó fray José, le habrían de crucificar como a San Pedro, capite in terra verso, o sea boca abajo.

  • Ítem, aseguraba el malhadado fraile que, una vez muerto, sería enterrado en la explanada de Tablada, y que al tercer día resucitaría, a fin de ser reconocido como Papa, y poder nombrar como apóstoles a sus hijas de confesión (que les había prometido en sus ratos de holganza).

  • Llegaba a asegurar que le había sido revelado que en Babilonia había nacido ya el Anticristo, que en aquel momento contaba con veinte años de edad - es decir, que según eso, había nacido en 1669 aunque bien podía haber errado por tres años, y hubiese quedado todo más cerrado, narrativamente hablando; también aseveraba que el principio del fin de la cristiandad había dado comienzo con el sitio de Viena (1683), por parte del Turco, y que terminaría siendo coronado en Roma. Momento el cual que Dios aprovecharía para llevarlo, "por un modo raro y maravilloso desde Sevilla a Roma", y que una vez en Roma sería hecho cautivo durante cinco años, tiempo durante el cual la propia cristiandad estaría postrada.

  • Finalmente, "que habian de ir por él de la misma manera maravillosamente siete mugeres" (sic), que lo acompañarían de nuevo a Sevilla, predicando todo el camino, donde fundaría un convento formado exclusivamente por mujeres y él - claro, puestos a imaginar, por qué no habría de ser una fantasía beneficiosa para el confesante... -; y, poco más o menos, la cosa continuaría en este tono, hasta el momento de la Conflagración Final...

Si bien es cierto que este tono apocalíptico que adoptó el tal Fray Pedro estaba ya un poco pasado de moda (por alrededor de seis siglos), no lo es menos que debió de sorprender a los oficiales de la Santa que procesaron su causa; porque, como dice el Viejo Coyote: una cosa es confesar todo lo que la "policía del pensamiento" quiera que confieses, con tal de escapar de una posible tortura y posterior relajación al brazo secular, y otra muy distinta llegar a los extremos de fantasía y disparate con que les obsequió el pobre fraile. Que, por muy oscurantista que pudiese haber sido este Santo Oficio, sus acusaciones por lo general solían ser bastante más realistas que las de otros adalides de la moral y las costumbres; sin ir más lejos, de entre los más famosos caza-brujas - o asesinos institucionalizados - siempre ha sido más fácil ir a buscarlos entre protestantes, anglicanos y otras confesiones cristianoides, ya que los inquisidores ibéricos se holgaban en acusar antes bien de judaizantes, o de herejes alumbrados, o en general a todos aquellos que se saliesen del recto camino de la Única Doctrina.

Sin embargo, y pese a que caben varias explicaciones (numerosas y contradictorias), nos ceñiremos a comentar sólamente un par de ellas, que se le han ocurrido al Coyote, durante el tiempo justo antes de que su atención se disperse en otros asuntos variopintos:
  1. Fray Pedro, aquejado de algún tipo de enfermedad mental, fue pergeñando toda esa sarta de dislates a lo largo de su existencia, creyéndolas tan ciertas como el reflejo de su imagen en el espejo; y sólo bajo el influjo de la tortura física relató/confesó todas aquellas creencias suyas, tan alejadas tanto de la realidad como de la doctrina católica.
  2. O bien, quizá como fraile dado a la vida disoluta, dedicado exclusivamente a la "parte buena" de ser religioso - o sea, del comer y del beber bien, y los ocasionales roces carnales, con sus dispuestas hijas de confesión -, debió ser nuestro fray Pedro persona de textura más bien "blanda"; de modo que, puesto ante la visión de los instrumentos de tortura, o apenas acariciadas sus carnes por las tenazas del verdugo, se deshizo y confesó todo aquello de que se acostaba con sus feligresas, y su seguimiento de la doctrina de Molinos: o sea, lo que pensaba que aquellos oficiales querían escuchar; pero he aquí que el envidioso inquisidor, apretando más las tuercas del pobre reo, continuaba con su tortura, no se sabe ya si por querer sacarle más creencias erróneas, o por simple resentimiento; de modo que fray Pedro hubo de sacarse de la manga las ideas más peregrinas (quién sabe si por influjo del propio interrogatorio a que estaba siendo sometido), hasta el punto de alcanzar tal grado de fantasía que pudiera dar en pensar en la hipótesis primera: que le faltaba un cabritillo para estar como un rebaño de ídem. Quizá fuese eso lo que le libró de ser relajado al brazo secular.
Sentencia

Habiendo sido demostradas, según el Tribunal, las acusaciones, se declara a fray Pedro de "herege, hipócrita, iluso, infestado de el error de los Alumbrados y Profeta falso", y se le condena a llevar sambenito de dos aspas, pudiendo quitárselo sólamente en el momento de su absolución. Luego se le ordena llegarse hasta su convento, y que en presencia de toda la comunidad se lea el proceso y sea sometido a la así llamada "disciplina circular" (a este tipo de castigo en el mundo militar se le llamaba "carrera de baquetas" y en el escolar "pasillito", entre otros nombres, y es más humillante aún si cabe, porque son los propios correligionarios quienes se encargan de llevar a cabo dicho castigo). Igualmente se le priva de por vida de poder llevar a cabo confesiones y prédicas, y se le destierra durante diez años de Sevilla, Jerez, Villamanrique y Madrid, en un radio de hasta ocho leguas, y se le priva de libertad durante los primeros seis años, en la celda de un convento; finalmente, se señala que en todos los actos comunitarios haya de tener siempre el último lugar.

Al viejo Coyote le llamó la atención el hecho de que, en el texto mismo de la sentencia, se señala que fue juzgado benignamente. Cierto es que, tratándose de reos seglares, y por delitos menores, las penas fueron mucho más duras, inclusive la ya famosa e infame "relajación al brazo secular"; los editores, en nota al pie, señalan que posiblemente esto fuese debido a que siendo fray Pedro religioso de un convento de la propia ciudad, el mismo Tribunal buscase evitar el escándalo de un proceso público, y la consiguiente deshonra para el resto de frailes de su convento.

Concluirá en la próxima entrega

martes, 26 de abril de 2011

Nota Sobre el Santo Oficio o Santa Inquisición

"Líbrete Dios de delito contra las tres santas, Inquisición, Hermandad y Cruzada..."
Guzmán de Alfarache, Mateo Alemán
Intro Uno

(sobre Ciertos Adalides de la Moral y sobre la No-Prescriptibilidad de Ciertos Hechos Infames)

Esos señores que, a sueldo de intereses nada transparentes, aseguraban no ha mucho que se ponen más medios para la protección del lince ibérico que para la pervivencia de lo que ellos llaman bebés no-natos; esos señores que afirman que en Europa se puede hacer caricatura, befa y burla del cristianismo, y sin embargo parece que nadie se atreve a hacer lo mismo del Islam - y el que lo haga, que se atenga a las consecuencias; esos mismos señores que entienden que pertenecer a la Iglesia Católica apareja una ideología política muy concreta, y nada cristiana (cuando, por cierto, las enseñanzas del Jesús no canónico más bien pudieran parecer sacadas de un manual de comunismo humanista pre-marxista)...

Esos señores, decimos, aseguran que la insistencia en una actitud crítica frente a las actuaciones del Santo Oficio no es más que parte de una enorme red de intereses que pretende vapulear a la Iglesia Romana, y que el número de "víctimas" de la Inquisición no puede equipararse, por ejemplo, al genocidio sistemático, obra de Alemania bajo la bandera del nazismo, o del exterminio del pueblo armenio, de manos de la Turquía de Enver Pachá (o Enver Bey, elijan ustedes). Y ahí, quizá, no anden faltos de parte de razón: lo que los nazis hicieron, lo hicieron en apenas unos años, para la cantidad de siglos que anduvieron en danza los hermanos del Santo Oficio, haciendo de las suyas.

Pero claro, quien critica a la Inquisición, en su retorcida lógica, no puede más que ser un mercenario al servicio de un ateismo-judaísmo-masónico internacional (o del grupo Prisa, sin irnos más lejos - cuyas críticas a la Iglesia o al franquismo dan tanta risa como las de los otros, y están igual de poco y mal documentadas); para ellos, presentar una mirada crítica sobre las actuaciones de los inquisidores es algo así como tirar piedras sobre su propio tejado. Aseguran que, aquello, es indicio de que algo no marcha bien con Europa; una Europa que, a lo largo de la historia, ha sido punta de lanza y señero ejemplo del afán civilizador (aunque más bien, habría que hablar de conquista, colonización y, en la medida de lo posible, una imposición de valores culturales ajenos al lugar conquistado).

Pues bien, hablar de los excesos acometidos por la Inquisición, a lo largo de su dilatada existencia, no es más que una forma de recordar el pasado. Recordar la historia es una manera, no muy eficaz, pero al menos una manera, de evitar algunos errores pasados (o al menos, puede servir para eso). La historia, igual que muchas otras cosas, no es más que un espejo al que asomarnos, y que nos define: si es cierto, eso de que somos nuestro pasado. Igualmente, si no hablamos de los excesos cometidos por fanáticos de la esfera cultural islámica, por decir alguna, es porque no vivimos en Rabat, ni en Mosul. Otro gallo cantaría, sin duda. Pero como no es el caso, nos fijamos en lo que ocurrió en ese agujero de estiércol y sangre que ha sido Europa, y no perdemos el trasero en señalar la paja en el ojo ajeno (o en el agujero de estiércol y sangre ajeno, que en todas partes cuecen habas, o lo que cuezan por ahí).

Por ello, a vueltas con la Inquisición, nos ha empujado el Coyote a presentar un pequeño número de historias de procesados por el Santo Oficio. Cosa que, por cierto, habíamos prometido hace ya muchas entradas de este blog que suscribe. En todo caso, el final de aquellas historias se cerró hace ya algún tiempo, y se encuentran ya en aguas tan profundas, que remover la superficie (aunque sea rememorándolas) en nada va a afectarles que las saquemos a colación. En todo caso, son vidas anónimas, víctimas de la crueldad aparejada por el fanatismo y la burocracia, a las que nadie parece ya querer darles voz. Y aquí está nuestro viejo Coyote, para hacer de vocero de estos desgraciados; y que actos infames, sin importar la época concreta en que hayan sido cometidos, siguen siendo actos infames. O acaso ahora, porque aquello ocurriera hace milenios, no vamos a dejar de congraciarnos con las víctimas de los reyes acadios, cuando éstas eran despellejadas y sus pieles colgadas en los muros de las ciudades, para advertir y atemorizar a sus enemigos. Y la lista podría continuar, pero por no hacerla eterna, pasemos al tema que nos ocupa.


Intro Dos
(sobre los Orígenes, Tareas y Algunas Prácticas del Santo Oficio)

Como en otras ocasiones, hacemos uso de la obra de extenso título "Relación Histórica de la Judería de Sevilla, Establecimiento de la Inquisición en Ella, su Extinción, y Colección de los Autos que Llamaban de Fé Celebrados desde su Erección", de don José María Montero de Espinosa. De manera que, estos ejemplos que a continuación expondremos, todos provienen de la abultada lista de esos autos de fe, donde en algunos casos se explican las causas del prendimiento y los pormenores del procesamiento, con cierto detalle. En otros casos, esta lista sólo contiene los nombres de los procesados, el motivo de su detención y la pena asignada.

Así, como ejemplo de los muchos que podríamos extraer, citaremos un auto de fe celebrado el año 1721:

"El día 14 de diciembre se celebró auto en la iglesia del convento de S. Pablo, y en él salieron las siguientes personas.

RELAJADOS EN ESTATUA POR HEREGES, JUDAIZANTES AUSENTES Y FUGITIVOS

Pedro Enríquez Hierro, natural de Betanzos, vecino de Cádiz, de 60 años, herege, apóstata, judaizante; confiscación de bienes.

Blanca Enríquez, alias Elbin, muger del antecedente, vecina de Cádiz, de 55 años."
Relajado (relajado al brazo secular, es la expresión completa), para aclararlo, era el eufemismo usado por el Santo Oficio, cuando querían decir "ejecutado". En el caso anterior, al menos, éstos fueron "relajados en estatua"; cosa inocua, aunque simbólica, ya que peor suerte corrían aquellos que eran relajados en persona. Algunos eran ejecutados, como decimos, en estatua, por estar prófugos, o en el caso de otros por haber ya muerto. Y aquí, incluso era posible que se rebuscasen los huesos del susodicho, en el cementerio donde hubiese sido sepultado, para sacarlos de tierra santa. Y es que ni ante los restos de sus víctimas tenían reparo, tanto debía ser su celo religioso.

La otra variante de esto era la reconciliación, lo que significaba que sobrevivías. A un reconciliado también se le imponían penas y sanciones; podían incluir desde azotes, y otros castigos físicos, a pasearlo vestido con sambenito y tocado con capirote, montado en un pollino. En cualquier caso, la reconciliación conllevaba una profunda humillación publica, que podía terminar con la moral de cualquiera - más de uno fue el caso del reconciliado que, no pudiendo soportar la vejación y el deshonor, se suicidó posteriormente.

En la mayoría de ocasiones, los autos de fe eran públicos, y ejemplarizantes; en otras, cuando la cosa según los oficiales de la Santa revestían de gravedad, o se trataba de algún religioso notorio, podían realizarse a puerta cerrada.

¿Cuál era, sin embargo, la labor de esta Inquisición o Santo Oficio, que tantos siglos ha acompañado y condicionado las vidas de los europeos? Allá por 1231 el papa Gregorio IX promulgó una serie de estatutos, a los que en 1232 el obispo de Tarragona, de prosaico nombre don Espárrago, llevó a efecto en la zona de influencia de su obispado: "... por medio de los frailes predicadores y otros varones idoneos, inquiriesen contra los hereges y difundidores de heregía, y procediesen (...) contra los ocultadores, defensores y fautores de hereges." El sentido que aquí extrajeron los oficiales de la Santa, en cuanto a "inquirir", "proceder" y "heregía" fue bastante amplio, sobre todo en lo que respecta a esta última.

Lo que se desprende de las listas de crímenes de herejía, en la amplia enumeración de los antedichos autos de fe, no es otra cosa que: el camino para la salvación es uno (igual que sólo hay, o debe haber, un único pensamiento y un único dios), mientras que la herejía es múltiple. Herejes no sólo parecen ser, según la lista de procesados, aquellos que discurriesen pensamientos y creencias distintas a los dogmas; también pasaba por hereje cualquier distinto a la norma imperante, y dictada por los sanos preceptos de la Iglesia, y cuya forma de vida no casaba con ella. Citemos aquí el caso, presentado por un tal Carlos Fisas, en el año 1626, en la Corte, no en Sevilla, fueron dados a tormento, y posteriormente entregados a la hoguera, un buen número de mozos por practicar del "pecado nefando", esto es, por sodomía. Se cuenta que instigados por algún caballero de cierta alcurnia, que también terminó en las brasas.

Vamos, como para ocurrírsele a uno ser una viejecita, viuda varias veces, antigua prostituta, que vive marginada y en soledad, y que todavía recuerda las enseñanzas sobre la vida y las cosas que le enseñaron su madre y su abuela, nada que ver con la Iglesia, y a quien las mozas del barrio pidan consejo; y además cruzarse con algún envidioso que te denunciase a la Santa. Explícame cómo podías terminar, si no ahogada por el humo de las llamas de tu pira (eso si, con mala suerte, no habías podido sobornar al verdugo para que te estrangulase piadosamente, antes de que te pusieran al fuego...)

Continúa en la siguiente entrega
...

jueves, 17 de marzo de 2011

El Increíble Caso de las Hormigas Argentinas


Como casi todos los caminos erráticos y decisiones absurdas que la humanidad ha tomado desde que el Coyote ancestral sustrajo el fuego a los dioses, para que aquellos enclenques monos sin pelo tuviesen algo que pudieran decir que era propiamente suyo, el problema no ha sido más que un problema de perspectiva. De perspectiva y capacidad de distanciamiento, por supuesto.

De ahí que, en algunas ocasiones, a nuestro viejo Coyote le de por cosmologizar, desde una perspectiva más bien macrocósmica o gargantuesca, o si se quiere, desde una privilegiada vista de pájaro: se observa entonces el continuo ir y venir de la humanidad por la faz de la tierra como algo muy distinto: a veces, sí, el ajetreo de la humanidad y la imparable expansión de sus engendros-ciudades no pareciese otra cosa que un inmenso cáncer de piel en el planeta; las más veces, no obstante, da la impresión de que la historia de la humanidad no se cuente en vidas mortales, sino en generaciones, que los latidos de la humanidad pulsan sincronizados con la marcha de los siglos, y que una sola vida es fugaz y pasajera, y en el Gran Esquema de las Cosas apenas tiene relevancia (excepto para quien la posee: ya se sabe, la vida siempre intenta permanecer en su estado).

En otras ocasiones, sin embargo, toma el Coyote la dirección contraria y gusta de proyectar una perspectiva fijada más en los aspectos microcósmicos (o casi mejor, microscópicos) de la cuestión. Por cierto que una de las primeras cosas que se constata realizando este salto perceptivo es que la hermética y tradicional máxima de que “lo que está arriba es igual a lo que está abajo” no tiene por qué ser así, a estas alturas de la sesión, no hay reflejo de lo grande en lo pequeño, y parece que seguir creyendo esto no es más que una elaborada forma de consuelo.

Adoptada pues la perspectiva microcósmica y microscópica, hubo un momento en que al Coyote le dio por pensar que si, hipotéticamente, una raza extraterrestre buscase ponerse de alguna manera en contacto con la especie dominante del planeta, lo tendría complicado para dirimir cuál de ellas sería: si la especie humana o las hormigas argentinas.

Las hormigas argent
inas (Linepithema humile), originalmente, eran oriundas de la zona que ha dado en llamarse Argentina y alrededores, y según puede suponerse, llegaron por primera vez a costas europeas en los barcos de colonos españoles y portugueses, escondidas quizá en los recovecos de exóticas maderas perfumadas y otras especies, polizones involuntarias y colonizadoras reactivas. Siguiendo el camino inverso al del "hombre blanco", que fue a colonizar las Indias, éstas, conforme llegaron a Europa, se dedicaron no sólo ya a colonizar, sino que han llegado a pasar a la categoría de plaga. Igual que el "hombre blanco" en América, vaya. A partir de ahí, y en poco menos de doscientos años, estas minúsuculas hormigas rojas se han extendido por gran parte de la faz de la tierra (y su interior), desde México y California, pasando por Europa, Sudáfrica, Japón, e incluso Nueva Zelanda, amen de otras tierras que disfrutan de un clima mediterráneo - el más propicio para estas expansionistas criaturitas.

En sus tierras de origen, la especie se regula de forma natural puesto que son muy agresivas, y las distintas colonias se encuentran en continua liza por la supremacía en el control territorial; sin embargo, al llegar a tierras foráneas, esta particularidad las hace especialmente peligrosas para el resto de parientes. Como es corriente entre las hormigas, el reconocimiento entre miembros de una misma comunidad (amen de la mayor parte de la comunicación entre ellas) se realiza de forma química; cada hormiguero tiene una firma química particular, que permite ese reconocimiento, a la vez que las distingue de miembros de otros hormigueros. Pero, como decimos, al alcanzar nuevas tierras, cualquier hormiga argentina se sentirá, genéticamente hablando, más cercana a cualquier otra hormiga argentina, sea o no de su mismo hormiguero, que frente al resto de hormigas autóctonas.

De modo que una suerte de alianza química y genética se forja entre toda hormiga argentina, siendo el punto que todos los hormigueros de una nueva tierra por colonizar llegan a ser, de alguna forma, un mismo hormiguero: el Superhormiguero. Un colonialismo, el de la linepithema humile, que termina por convertirse en imperialismo, puesto que desde el momento en que se establece en nuevos reinos, se dedica sistemáticamente a desplazar a las especies autóctonas, hasta el punto de su extinción. En esto ayuda, y no poco, una característica de la especie, que ha dado en llamarse poliginia, esto es, la capacidad de poseer más de una reina reproductora a la vez en un mismo hormiguero (en ocasiones, según se ha comprobado, incluso por cientos), con el consiguiente aumento geométrico de la población del hormiguero. Lo usual, en otras especies de hormiga, es que cuando es fecundada una nueva reina, ésta se marcha del hormiguero, para fundar uno nuevo lejos de allí - alcanzando el lugar con esas alitas translucidas, que más que otra cosa sirven para que el viento las empuje. Las reinas de hormiga argentina, sin embargo, realizan el cortejo nupcial en la seguridad del interior del nido, lejos de la amenaza de depredadores, y después de su fecundación y consecuente muerte del macho fecundador, suelen quedar allí, siendo alimentadas por las obreras. No obstante, cuando una de estas reinas marcha a fundar nuevas colonias, lleva con ella su propio cortejo de obreras, cual gobernadora de la provincia recién conquistada para el imperio. Sin olvidar, por supuesto, que cualquier nueva especie introducida "artificialmente" en un ecosistema, contiene la semilla de la extinción para las especies autóctonas que ocupan el mismo eslabón en la cadena trófica; eso, y que muy probablemente la nueva especie carezca en aquel medio ambiente de depredador natural, como en el caso de la hormiga argentina.

Por último, no quiere dejar pasar el Coyote la ocasión de señalar una de las costumbres más simpáticas de la hormiga argentina, y que es a la vez uno de los motivos por los que se la califica de "plaga". Y no es otra que su habilidad ganadera.

La hormiga argentina tiende a mantener "rebaños" de pulgones áfidos, que son unas lindas criaturitas del Señor, que viven de forma parasitaria en determinadas plantas. Ocurre que estos áfidos excretan de forma natural un sucedáneo de la miel, que las hormigas recolectan, a cambio de ser defendidas de sus depredadores naturales (algunos tan peligrosos como la mariposa o la mariquita, terribles en su aparente belleza). De modo que, para alimentar a las reinas y sus larvas, la hormiga argentina no sólo mantiene, sino que alienta la crianza de su ganado, con el desastroso resultado para el ecosistema y la agricultura.

No es valadí, la presencia de la hormiga argentina; en el piso donde permiten alojarse al viejo Coyote, que se encuentra en la planta baja de un edificio de cierta antigüedad - de esos de barrio obrero años 50´s (con lo que conlleva de baja calidad en materiales de construcción) -, que en los meses de calorcito, más de seis meses al año, las linepithema salen de su letargo, y de los sotanos y subterráneos del edificio, para tomar y disponer de cuanto encuentran a su paso, sin respeto ni miedo por la presencia del ser humano. No sólo salen por cientos de miles por cada grieta que encuentran, sino que se adueñan con total desfachatez de la encimera de la cocina, e incluso hay que estarse pendientes de que no asalten el comedero del gato familiar del Coyote.
Imagina el Coyote el subsuelo bajo del bloque de pisos como horadado por tuneles habitados por hormigas argentinas en millares. Y pese a la cantidad de métodos para ahuyentarlas y disuadirlas que han ensayado, la persistencia de estas pequeñajas se hace admirable.

Aunque, claro, el ser humano y su actividad debe parecer a las hormigas como una suerte de fenómeno natural, tipo seismo y otros; aprendieron a vivir con nuestra molesta presencia a su alrdedor y se han extendido hasta tal punto, y han desarrollado una estructura social tanto o más sólida que la humana, que, como dijimos, para unos hipotéticos visitantes extraterrestres, no sería tan fácil dilucidar cuál de las dos especies (humana u hormiga argentina) es la predominante del planeta.

Podríamos aducir que la presencia del ser humano se extiende, prácticamente, por toda la faz del planeta, y eso es indiscutible; sin embargo, ni siquiera los city belt, ni las mega-ciudades pueden apenas acercarse a los super-hormigueros de la linepithema: se encuentran evidencias de uno de estos que cubre toda la costa de California, desde la frontera mexicana hasta San Francisco, por unos 900 kms; en Europa hay constancia de otra colonia, que desde el norte de Italia, pasando por el sur de Francia, alcanza la misma costa atlántica española, con una extensión estimada de 6000 kms. Ahí es nada.

El Coyote no quiere pensar en las consecuencias de que sea cierta la hipótesis de que todos los hormigueros de linepithema estudiados por el hombre (y aun los que no) forman todos parte de una super-colonia mundial.

lunes, 28 de febrero de 2011

... después del impasse...

Perdido, como está el viejo Coyote, en los esquivos recovecos entre dimensiones, en aquel vacío entre mundos; no en la más completa oscuridad, pues en todo caso más que algo aquí encontramos la ausencia de algo: en este caso, la ausencia de toda luz. Ahora bien, ensimismado y absorto, obnubilado y a la par confuso, con la sensación de pérdida total de su ego, desprendimiento y desasimiento, aún así todavía puede creer pensar en un atisbo de identidad, un asomo de autodeterminación personal y así poder llamar un poco la atención; en esa nada indeterminada, aún a sabiendas de que el yo no es más que una elaborada ilusión, gusta de llamar la atención, de distanciarse y, siempre que sea posible hacer burla de esa mística cristiana trasnochada: diluir el propio ego, disolverlo en esa nada indiferenciada que algunos bienintencionados confundieron con la deidad judeo-cristiana; y eso que el meister Eckhart y San Juan de la Cruz no llegaron a ir muy desencaminados, por más que las fuerzas del Orden y la Tekné pretendieron distortsionar su(s) sentido(s), en una mirada academicista y pretendidamente escéptica; sí, no andaban muy desencaminados, un vaciarse de sí mismo, un reconocer la arbitrariedad, el caos y la absoluta contingencia: un respirar tranquilo por la ausencia de todo sentido - o al menos, reconocer que cualquier sentido del que uno quiera dotarse no es más que un mero constructo, un instrumento de supervivencia, y, en la misma medida, reconocer que en el momento en que desaparecen las circunstancias que dieron lugar a ese sentido, hay que ser capaz de dejarlo atrás, buscar nuevas sendas, habilitar y desbrozar otros caminos... - aunque, con siglos de distancia, aquellos clérigos apenas rascaron la superficie de algo que les acercaba al camino de las enseñanzas de Sakyamuni.

Y bien, en tanto que nuestro querido viejo Coyote continúa su inexorable marcha entre mundos, saltando de un universo nocional a otro, un poco aleatoriamente, comprobando dónde las realidades se tocan y dónde se separan; mientras esperamos su regreso, salivando cual perros paulovianos por novedosos y sabrosos conocimientos marginales, nos llegaron claras señales de que el Coyote permitía que le metiésemos mano a sus abultados archivos. Cosa que, por otro lado, no tiene nada de fácil, ni simple. Con la misma facilidad que por los entresijos del vacío entre mundos, puede uno perderse por entre sus abultados archivos y cartapacios, ordenados quién sabe por qué criterio (si es que alguna vez hubo alguno, al margen de los fugaces chispazos de inspiración que le sobrevienen inopinadamente al viejo Coyote), así que dejándonos llevar por la costumbre, cual aprendices de bibliomante hemos tomado al azar un documento suelto, que hemos descubierto que el Coyote había enlazado con otro escrito menor, que damos a la luz un poco al tuntún, a sabiendas de que no puede desentonar entre el resto de entradas de éste blog que suscribe.

Breve Nota en Torno al Culto (a-histórico) de la Serpiente,
también llamada Set y por otros muchos nombres,
seguido de una aún más breve Nota Sobre la Logia Negra

1. Cosmogénesis



Al principio, en los orígenes, eran la Nada y el Caos, y en ese Caos se encontraba suspendida, enroscada sobre sí misma, Ofión la Gran Serpiente Primigenia, aunque también se la ha llamado Tiamat, en incluso Ladón y Rahab (y algunas tribus primitivas de las áridas estepas del Norte, que la adoran sin darle nombre alguno, o llamándole sencillamente Serpiente o Sierpe); así pues, sólo la Gran Serpiente lo ocupaba todo al principio en los orígenes. Y se dice que, o bien surgió una Diosa Madre que copuló con la Serpiente y dio a luz el Huevo Cósmico, que esta Ofión rodeó con sus anillos y empolló, hasta que surgió el Mundo, o que más bien los dioses ya estaban antes de que el Mundo surgiera y en cruenta lucha contra la Serpiente y sus hijos, los primeros monstruos, diéronle muerte, y con su cuerpo dieron forma a la tierra y con sus babas los mares y ríos; el cuerpo de esta bestia cósmica separa las tierras inferiores, donde moran los espíritus de los muertos y los daemones que nunca habrán de nacer, de las regiones celestiales, desde donde los dioses disponen todos los destinos. Algunos, entre ellos los adoradores de la Serpiente bajo el nombre de Set, afirman aún más: que los Primeros Hombres, que precedieron a los actuales, que fueron creados mucho después, fueron creados con la sangre de esta Serpiente.



2. Extensión del culto

A lo largo y ancho de los continentes, desde siempre muchos pueblos han rendido culto a la Gran Serpiente Ofión; desde aquellas lejanas tierras, más allá del Océano Occidental, donde hay imperios que adoran a la serpiente emplumada Quetzalcoatl, y a la que sus sacerdotes ofrecen en holocausto corazones humanos aún palpitantes, hasta el lejano Sur, en las húmedas selvas, donde pueblos de piel oscura adoran a la Serpiente como Yig, pasando por las tierras cálidas de olivos, a la que llaman Pitón o Glicón (y su elegida, esposa sagrada, pronuncia oráculos durante toda su vida, hasta que muera – o sea muerta, alimento de la serpiente sagrada – y sea sustituida por otra), y también ha recibido nombres como el de Afifis, Hidra, Draco y aun Dragón. Y en las cordilleras peladas del Norte hiperbóreo tribus compuestas sólo por mujeres guerreras adoran a Equidna o Lamia, cuya mitad es una mujer hermosa y la otra mitad una serpiente moteada a la que ofrendan todos sus hijos varones. Y por todas las ciudades, reinos e imperios, junto al panteón autóctono, han ido surgiendo acá y allá templos guiados por sacerdotes pálidos, ojerosos y secos, que dicen adorar al dios-serpiente Set. En el seno de innumerables reinos anidan serpientes, en la corte de innumerables reyes medran los sacerdotes de Set, que vierten en los oídos de los gobernantes consejos que sirven a los intereses, no del reino, sino de su propio culto.

3. Ritos y Costumbres


Los siervos de Set, sus cultistas, consideran el mayor homenaje a su dios el atraer al inocente hacia el mal y la perversión; la corrupción del cuerpo y del espíritu son sus fines. En los anales de su historia se registran todo tipo de crímenes – que, para ellos, se traducen como los más altos hechos que el hombre puede ofrecer a la divinidad –: en templos lejanos a las ciudades civilizadas e imperios conocidos han practicado y practican sacrificios humanos, canibalismo, torturas y muchos de sus sacerdotes se han introducido en la senda de la nigromancia; orgías sexuales marcadas por la depravación, pederastia, copulación con bestias y criaturas más allá de la cordura, regado con la embriaguez de sus ponzoñosas pócimas son prácticas habituales. Tanto que antaño fueron ritualizadas, y son realizadas con gran pompa y especial desenfreno en los días especiales de su calendario sagrado. Sus sacerdotes memorizan gran cantidad de rezos y oraciones, y grandes partes de su Historia Sagrada (que, desde cierta perspectiva, parece la realización de un gigantesco plan o conjura para tomar el poder en todo el mundo conocido... en sus impíos rituales secretos, los sacerdotes susurran que finalmente “la Serpiente se tragará el Sol”) Todo aquel que a la secta parece digno sea por sus conocimientos, o por su maldad y depravación (aunque muchos especulan que la marca es aún más profunda: los miembros de la secta aún guardarían en su sangre vestigios de la de la Serpiente primordial, con la que fueron creados los Primeros Hombres) pasa por un ritual de iniciación, un renacimiento sagrado que los cambia por dentro y por fuera. Los Misterios de Set sólo son conocidos por unos pocos, y una vez conocidos la vida y muerte del oficiante pertenecen por completo al culto.

Muchos templos no van más allá de mostrar una pobre o rica imagen de la Serpiente, otros (en mucho menor número) albergan nidos de serpientes, de todas las especies – serpientes pequeñas como lombrices, pitones inmensas que pueden tragar hasta un elefante, cobras y víboras de mortal veneno –; se sabe de cierta ocasión en la ciudad de Kashgar, durante un tiempo de sequía y gran hambruna, en que un adorador de Set se lanzó al pozo de la Serpiente Sagrada, para que pudiera ser alimentada. Estos templos, según la influencia que ejerzan, pueden reclamar un impuesto sagrado, pero esto no es costumbre obligatoria, pues la secta es muy rica, gracias a los donativos de los poderosos y, sobre todo, a que las posesiones del adorador pasan a ser propiedad de la secta. Pero habéis de saber oh, príncipe, que los templos más poderosos, centro de la actividad del culto, no son aquellos que se alzan en capitales de imperios, ni aquellos ricamente ornamentados, con cientos de imágenes de marfil u ónice de la Serpiente; los templos donde se concentra el poder de la secta son conocidos por pocos mortales, y éstos son antiquísimos – e incluso medio derruidos y olvidados durante épocas enteras –, perdidos en desiertos estériles o en selvas inaccesibles, construidos en lugares sagrados donde se ha manifestado la inequívoca presencia de Set. Aquéllos y no otros son los lugares donde se concentra su poder.

Allá donde, a lo largo de las eras, se han registrado apariciones (públicas o en privado) de Set, sus adoradores han alzado templos, y en éstos ha sido donde han enfocado con mayor fuerza y probidad su corrupción. Los actos más aberrantes y descabellados, actos que nadie (ni ellos mismos que los llevan a cabo) se atreven a consignar con palabras, en ellos encuentran su lugar. Los sacerdotes con menos escrúpulos hacen de estos templos su hogar, ahondan en su propia morbidad y se hunden, cada vez más, en la nigromancia y en las artes oscuras; desde aquellos lugares, se dice, se comunican con su dios – que, en ciertas ocasiones, ha llegado a manifestarse físicamente, allí donde antes lo había hecho ya alguna vez –, y calculan, y planean, y deciden guerras, paces, nombramientos y muertes. Allí sisean, entre el rumor de las oraciones de los adoradores y los gritos de las víctimas torturadas, envueltos en un gozo frenético que “la Serpiente se tragará al Sol”.

(Nota de los editores: Aquí termina la Nota Breve en Torno a el Culto (a-histórico) de la Serpiente; en una anotación marginal, manuscrita, el Coyote ha garrapateado las siguientes crípticas palabras: "ver Logia Negra, posible influencia de Culto de Set milenios posteriores"; así que, para satisfacer curiosidades, aquí dejamos la aún más breve Nota sobre la Logia Negra)

Nota sobre la Logia Negra,
también conocida como Hermandad de la Sombra


Muchas fuentes dignas de confianza (Guenon, Elieade, etc.) aseguran que la Logia Negra nunca existió, que sólo fue una invención de Mme. Blavatsky para oponerla a la Logia Blanca.

Pero, en la insistencia de su naturaleza imaginaria encontramos una pista para suponer su realidad. Afirman denodadamente que no existe, luego debe existir.

Sus orígenes se pierden en el pasado más remoto, y nadie excepto los más altos miembros de la jerarquía quizá supieran algo de esto, aunque no estén dispuestos a revelar nada, ni siquiera a sus aprendices. Se los ha relacionado con la extinta raza estigia, que nutrió de brujos, nigromantes y hechiceros la antigüedad y la protohistoria. La misma Blavatsky menciona que originalmente provenían del sur, y que sus miembros eran de la Raza Negra (lo que pretendía decir con esto, sólo ella pudiera saberlo). Se dice que tuvieron poderosa influencia sobre la Atlántida, al final de su historia. Los rasgos raciales específicos de los estigios se han diluido y perdido para siempre, en los cruces que estos han mantenido con los indoeuropeos, los semitas y otros grupos culturales en la antigüedad. Quizá los egipcios originales conservasen algo de la supuesta pureza racial estigia en su sangre, pero también ésta se perdió con el tiempo.

Las leyendas estigias afirman que fueron creados con la sangre de la Serpiente Primigenia, y hay toda una cosmogonía de la creación del mundo en todo esto bastante compleja y extensa. Con los restos disgregados de estas leyendas, y otras creencias dispersas, la actual Logia Negra fue fundada como tal en Alejandría, a comienzos de nuestra era.

Ha sobrevivido a lo largo de la historia, infiltrándose en las sociedades secretas donde se extendía cualquier atisbo de conocimiento esotérico, ocultos bajo su sombra. Mme. Blavatsky, inspirada por Koot Hoomi, advirtió al mundo de la peligrosa conspiración mundial que llevaba a cabo la Hermandad de la Sombra, y de sus nefastas consecuencias. Sin embargo, Helena exageraba su influencia, puesto que para los teósofos, cualquier opositor a su doctrina era acusado de nigromante, y entraba directamente a formar parte de la Logia Negra.

Los Iluminados que no han sido engañados por los Superiores Desconocidos saben perfectamente de qué tratan los Hermanos de la Sombra. Al igual que el Iluminado realiza un camino ascendente, para alcanzar un estado superior del espíritu, los Hermanos de la Sombra se dedican a explotar y poner sus espíritus en sintonía con la Luz Negra. Los Iluminados pueden reconocer a un mago estigio por el color apagado de sus auras; conocedores de este hecho, los miembros más poderosos de la Logia Negra suelen ocultarse de miradas ajenas, pues el aura que les rodea es de un negro azabache. Los iniciados suelen reconocerlos por sus tratos con falsos espíritus, o espíritus de los muertos. La nigromancia ya estaba inventada mucho antes de que los espiritistas creyesen que habían descubierto algo.

Sin embargo, los más poderosos adeptos de la Logia Negra han sintonizado con entidades que están mucho más allá de las esferas, en el negro corazón del Abismo. Son seres que nada tienen que ver con los Superiores Desconocidos y otros miembros de la Geografía Astral. Algunos no dudarían en calificarlos de demonios, pero son más que eso. Por lo general, su trato prolongado lleva a la locura, pero ellos son lo suficientemente inteligentes como para disponer de toda una red de contactos en el mundo mortal.

(Nota de los editores: Hemos preferido censurar el último párrafo de este confuso y enigmático fárrago, por el bien de la cordura general de la humanidad; que el Coyote lo hubiese publicado completo y sin retocar, de eso no cabe duda, porque al Coyote se le suele dar una higa el nivel de cordura de la humanidad, por más que ésta le parezca bien escasa...)