lunes, 24 de diciembre de 2007

Algunos fragmentos de historias sincrónicas

Parece que el viejo Coyote ha reaparecido. Afirma que no recuerda muy bien todo lo que le ha pasado durante el tiempo que se mantuvo desaparecido; en cualquier caso ha venido contando una extraña historia de una fiesta trance en el campo, una fuente o manantial con su propio espíritu protector, una mora encantada, y no sé qué sobre un Trip Real. De momento, no hemos podido entresacar nada más sobre ese tema, insistiremos en ello.
Aún así, aquí publicamos la primera parte de los prometidos fragmentos sobre asuntos relacionados con ese misterioso "Atlante" con que nos vino el Coyote. Todavía quedan algunos asuntos por resolver, cuestiones por iluminar, que ofreceremos en la segunda parte. Aún así, este es sólo un boceto, que mejoraremos concretando fechas, nombres y lugares.


  • Hace cientos de miles de años: el imperio de la Atlántida (otros dicen Aquelonia) se hunde. Provocado por crisis internas, la instigación de tribus bárbaras desde el exterior y la manipulación irresponsable de terribles fuentes de energía (por parte de la elite gobernante, una casta de sacerdotes-astrólogos), el continente donde se encuentra Poseidonis, la capital de la Atlántida, y el grueso del imperio se hunde bajo las aguas del océano. Qarnis Qum, hechicero supremo, se hace sepultar vivo, y momificado vivo es enterrado con tablillas que encierran terribles conocimientos.
  • Hace cientos de miles de años, pero algo después: grandes cataclismos asolan la tierra; los grandes saurios prosperan. Grandes zonas de tierra que se mantuvieron hundidas en simas abisales vuelven a salir a la luz.
  • Hace miles de años: durante el imperio bajo, en el reino de Khêm, los sacerdotes nubios de la casa de la muerte despiertan de su letargo a Qarnis Qum. Éste crea una base de poder situada en las fuentes del Nilo, donde es derrotado y devuelto a su sueño eterno por un guerrero egipcio de nombre ignorado.
  • Aprox. ss. VIII-IX: durante los años de expansión del Islam, los saqueadores de tumbas hallan un acceso al sepulcro de Qarnis Qum, despojándola de la mayoría de los enseres allí reunidos, entre ellos las misteriosas tabillas donde se encierran terribles conocimientos. Por suerte, no consiguen quitar la pesada losa que da al lugar donde se encuentra el hechicero supremo. Terribles maldiciones van terminando con aquellos que asaltaron la tumba, o bien con los dueños de objetos sacados de allí.
  • Siglo XIII (mediados): el sultán de Damasco, por medio de sus emisarios, regala al rey de Castilla, Alfonso X, unas tablillas grabadas en un alfabeto desconocido, pensando que con ellas le enviaba una maldición pagana al perro monarca infiel. El rey las hace enviar a la Escuela de Traductores de Toledo; durante el proceso de traducción se suceden extraños fenómenos y siniestros accidentes. El trabajo se queda a medias, puesto que sabios de las tres religiones del Libro sostienen con un terror numinoso que las tablillas son un compendio de locuras, blasfemias y maldades.
  • Siglo XIV: Un maestro cabalista judío, huyendo de la persecución, escapa a la Provenza (o a Lyon), llevando entre sus pertenencias las tablillas, sin saber muy bien si destruirlas por el bien de la humanidad, o sólo mantenerlas ocultas y custodiadas.
  • Siglo XVI: La que se creía única copia intacta de la traducción de la Escuela de Toledo de parte de los contenidos de las tablillas es quemada en la hoguera por orden del Santo Oficio, junto con muchos otros tratados satánicos, heréticos y blasfemos. Durante esos mismos años, las tablillas caen por un azar del destino en manos de un sabio alquimista y astrólogo francés[1], de oscura reputación, el cual se propone redactar una traducción completa de aquellas. Este mago cayó fulminado, aparentemente por un ataque de apoplejía, tan sólo unos instantes después de dar el punto final a su tratado, titulado “Liber Hyperboreas”.
  • Algunos años después: El manuscrito original del “Liber Hyperboreas” es enviado a Van Böecke, un impresor de Ámsterdam, no sin antes pasar por las manos del filósofo Baruch de Spinoza; éste, al devolvérselo al impresor, le aconseja fervientemente que lo haga destruir, y no lo de a luz pública. Desoyendo las advertencias, lo lleva a imprenta, con infaustas consecuencias; su taller salió ardiendo una noche, y los rumores afirmaron que en el centro del incendio se encontraba uno de los aprendices, con el manuscrito original agarrado fuertemente, para asegurarse de que era destruido. Sin embargo, ya se habían realizado un par de copias de prueba, incompletas ambas, que aparentemente desaparecieron.
  • Siglo XVIII: Nos encontramos con que una de las versiones del Liber Hyperboreas se encuentra en manos de Swedenborg, padre del espiritismo moderno. En esa época, muy pocos hombres sabían de la existencia de este libro; todos ellos eran iniciados de alto grado en alguna importante logia masónica. Según cuentan, a él se lo cedió la Pompadour, la intrigante amante de Luis XV, acusada no pocas veces de brujería. En este siglo cambia de dueño en varias ocasiones, se dice que en algún momento lo poseyeron Jacques Cazotte, el conde Jan Potocki y el obispo Talleyrand, compañeros francmasones todos ellos.
  • El 19 de mayo de 1798, con una flota compuesta por trescientos veintiocho barcos, llevando a bordo un ejército de 38.000 hombres, al mando de Napoleón, ponen rumbo a Egipto; les acompaña el dibujante Vivant Denon, el cual les seguirá por tierra de faraones durante toda la campaña contra los mamelucos de Murad Bey. En el transcurso, tomará los primeros bocetos y apuntes de los restos de la época faraónica, de las tumbas de los reyes, de los desconocidos jeroglíficos que se encuentran grabados en el interior de ellas. Algunas muestras de los hieroglifos que cuentan la historia de la caída de la Atlántida y la sepultura de Qarnis Qum aparecerán en su Voyage dans la Hautte et Basse Egypte (v. III, p. 124 y ss), aunque su contenido permanecerá desconocido – pues si bien se ha confirmado que está redactado en escritura “hierática”, hasta hace relativamente poco tiempo resultaba incomprensible el idioma en que había sido escrito.
  • A mediados del siglo XIX, una médium norteamericana bajo el patronazgo de un miembro de la Sociedad de la Golden Dawn durante varias sesiones canaliza la conciencia de un archivero de Poseidonis, que le proporciona las claves de interpretación de los jeroglíficos de la tumba de Qarnis Qum. Curiosamente, son muy parecidas al método de invocación angélica del Dr. Dee, las conocidas como Claves Enochianas. Durante años fue considerado un fraude, hasta que en una librería de viejo de Toledo reaparece una copia muy deteriorada de la versión de la Escuela de Traductores de Toledo, donde aparecen inquietantes coincidencias. Este libro fue adquirido por el famoso librero Voynich, aunque posteriormente lo vendió al Vaticano, el cual lo conserva hasta el catálogo realizado en 1947, año en que ya no aparece entre sus existencias.
  • En 1923, la OTO, Ordo Templi Orientis, por parte de uno de sus miembros, hace alarde de poseer en la biblioteca de la sociedad, de al menos una de las dos versiones del Liber Hyperboreas del impresor holandés van Böecke, en la correspondencia de la revista Études Mythologiques. La célula de Berlín de esta sociedad intenta durante varias sesiones invocar el espíritu de tan poderoso mago, al cual no dudan en calificar como uno de los Superiores Desconocidos que forman parte del gobierno secreto del mundo; se desconoce el grado de éxito de estas invocaciones.

Hasta aquí la primera parte.


[1] Algunos sospechan que éste no fue otro que Gaspaard du Nord, célebre por haber llevado a cabo la traducción del también infame Liber Ivonis, aunque los datos biográficos que se tienen de él no coinciden del todo.

jueves, 6 de diciembre de 2007

Sin noticias del Coyote

Ignorando las aportaciones de algunos miembros del equipo, que han sugerido que quizá el Coyote haya sido raptado por alguno de mis numerosos acreedores, para exigir un rescate. No recuerdan que el viejo Coyote es muy dado a este tipo de escapadas; le da el punto, y se embarca en algún tipo de búsqueda astral. Luego nos pasamos días sin tener noticia alguna de él, consiguiendo que nos preocupemos por su seguridad.
Y no deberíamos, porque él mismo es quien nos recuerda muy a menudo la luciferina máxima de que “siempre existe la posibilidad extrema de marcharte. Irte, simplemente”.

Alguna noche, en los bares de la Alameda, nos enteramos de que alguien lo ha visto en la última rave; conseguimos sonsacar a algún punki, entre comentarios despectivos hacia nuestras personas y a la sociedad en general, que ha estado la madrugada anterior con él, ingiriendo un cóctel de kalimotxo, anfetaminas y opiáceos varios. Nos imaginamos al Coyote, tirado en algún lado de la ciudad, en un estado de trance cercano al coma, sin asistencia ninguna, a merced de desaprensivos.

Luego, para contradecirnos a todos, un día cualquiera aparece, como si no hubiera pasado nada, con el ánimo festivo y el pelaje lustroso. Ante nuestras preguntas insistentes, el Coyote se hace el duro, y hasta que no le hemos invitado a tabaco, no suelta prenda.

Como es bien sabido, al viejo Coyote le cuesta un enorme esfuerzo mantenerse mucho tiempo centrado. En aquellos momentos, los ojos se le vuelven del mismo color, y si tienes suerte, a veces emite máximas de sabiduría perenne (que posteriormente olvida, y que en absoluto aplica en su vida). En ocasiones nos relata curiosos encuentros oníricos, viajes a extraños paisajes astrales y habla de cosas de las que no ha podido tener conocimiento directo, como si hubiese estado allí realmente. Claro que el viejo Coyote es un gran mentiroso.

Ya contamos aquí su extraño periplo por la llanura de Leng y más allá, hasta la ciudad subterránea, y su encuentro con el barón sangriento. También recuerdo el tour que hizo el Coyote por el continente sumergido de Mü. En el Templo de Paredes de Cristal, que se encuentra en un metaplano superior, en unas cavernas bajo la isla de Pascua, se encontró con cierto arquetipo agonizando, y supo de una terrible guerra que amenaza los planos astrales, y al multiverso entero (guerra que empezó hace más de cien años, cuando el Rex Mundi desapareció sin dejar rastro, a todas luces en el Abismo, dejando su trono de Aggartha vacío).

Recuerdo la última vez que volvió de una de sus escapadas. Regresó contando una extraña historia sobre un viejo hechicero renacido que él llamaba “el Atlante”. Todavía estamos intentando hilvanar el relato, porque el Coyote lo ha contado de forma fragmentaria e inconexa, y aún no estamos seguros de haberlo comprendido todo por completo. Y además, las referencias son tan marginales que el trabajo de documentación se hace arduo y complejo; todavía ando intentando desenredar la trama de espionaje durante los años previos a la segunda guerra mundial, que tiene algo que ver en toda esta historia (¿quién demonios era Ernst Schaeffer?) Pronto daremos a conocimiento público todos los datos recopilados; ya que no podemos recibir las enseñanzas directas del Coyote, trabajar en esto ocupará su ausencia.

domingo, 2 de diciembre de 2007

Disgregación y final de la banda del Coyote

La desaparición, sin previo aviso, del Coyote, sumado a una serie de catastróficas desdichas que han ido acaeciendo a parte del equipo que trabaja en EL BLUES DEL COYOTE, ha llevado a que el blog no se haya actualizado desde hace un tiempo.

Pero, con o sin Coyote, la vida continúa, de manera que aquí estamos, si bien no todo el equipo y sin la aprobación no explícita del Viejo Coyote. De hecho, una de las cosas que estamos notando de su ausencia es que al terminar el día nos queda algo de tabaco, y nadie se dedica a sablearnos.

Pero se le echa de menos...

Sin embargo, es cierto que desde que realizamos aquella entrada en el blog, sobre el barón Ungern von Sternberg una conspiración invisible nos ha estado acosando de continuo. Sin ir más lejos, todos mis acreedores se han puesto de acuerdo para exigirme el débito a la vez (y no todos son acreedores amables – o pacientes, para el caso –, y hay uno en concreto que cada vez que me encuentra, se deleita recordándome la deuda con un saldo de fractura ósea de algún tipo o, cuando menos, de un hematoma...); también me han robado el teléfono móvil, con lo cual he perdido los números de contacto de cantidad de personalidades influyentes de la política, la ciencia y el arte. Imaginad, mi agitada vida social ha sufrido un parón considerable, de tenerla a no tener vida social en absoluto. Lo más frustrante de todo esto es que me robaron el mobile ¡en mi propia casa!

Si el Coyote no hubiera desaparecido, primero se habría reído en mi cara, y luego me habría amonestado por pardillo, y dado un par de consejos para nada aconsejables (tipo “Ahora tienes que robar tú un móvil, estás en tu derecho”)

Y esto sumado a que hace poco me encontré en la obligación de mudarme, con el considerable caos que ello conlleva, y que además en el nuevo piso no disponemos aún de conexión a la Red, ha retrasado un poco la aparición de una nueva entrada. Sin embargo, como decían los yuppies cocainómanos ochenteros (o los políticos profesionales, para el caso), estamos trabajando en ello...

mao

martes, 6 de noviembre de 2007

Personajes Históricos Fascinantes: Roman Ungern von Sternberg (segunda parte)

Poco ha de contarse, que no se presuponga ya, del periplo hasta alcanzar el Monasterio Sagrado, que es uno de los pórticos por los que sólo quienes han preparado su espíritu (por llamarle de alguna manera) y han alcanzado cierto nivel de iluminación, pueden llegar hasta Aggartha, la Ciudad Subterránea.

No es nada nuevo, las largas caminatas oníricas, los encuentros con seres del inframundo y con tu ocasional sombra - ya se sabe, las sombras no pierden la ocasión de ponerte a prueba (y, si es preciso, de suplantarte si no la pasas). Aunque, claro, el viejo Coyote parece el reflejo oscuro de su propia sombra, si no es que la última vez que se enfrentaron la absorbió dentro de sí, o vete tú a saber.

Como se recordaba en una anterior entrega, la Ciudad Subterránea había sido devastada por las fuerzas de cierto Nuevo Orden Mundial, especialmente interesadas en cortar todo vínculo con el Centro Primordial, y cuyos actos políticos a escala mundial han ido encaminados a la toma de poder de ciertos puntos del planeta, de una importancia espiritual considerable.

El viejo Coyote, como turista del plano astral experimentado, era consciente del peligro que significaba deambular por los desolados páramos que rodean ahora el Aggartha. Para siempre quizá, han desaparecido los fértiles valles enchidos de heliotropos y rododendros, que recibían al cansado viajero en las puertas de Shangri-La, Shamballah, Aggartha, o como quiera llamársele en ese momento. Ahora sólo quedan por el camino, como señal de su antigua vida, los restos de algún pequeño santuario, medio derruido, y en mal estado, aquellos tsorteng, como los llaman los tibetanos.

El guía nativo del viejo Coyote, que se hacía llamar Kunjo Chumbe, y alardeaba de que su gorro estaba forrado con la piel de un yeti que él mismo había cazado, era todo un experto. Se conocía los senderos más escondidos, y no le importaba dar un rodeo que aparentemente alargaba el camino, con tal de evitar las zonas más afectadas por el derrame de energía negativa que había inundado el Aggartha y sus alrededores. Caminaba con soltura, por terreno conocido, y a diferencia que la mayoría de sus paisanos, silenciosos y taciturnos, Kunjo no paraba de parlotear, siempre con aquella excéntrica sonrisa en su rostro.

El viejo Coyote, conforme avanzaban, había logrado alcanzar un estado de abstraimiento educado, que parecía seguir atentamente todo lo que el sherpa contaba, pero en su interior él seguía con sus cosas. A medida que se acercaban sentía que su percepción astral se acrecentaba, y era capaz de ver las cosas en su reflejo espiritual, descarnadas y etéreas. Estaba seguro de que, al menos de soslayo, podía ver la silueta desdibujada de algunos agatodaemones que pululaban confusos por allí, e incluso juraría haber sentido la presencia de las grisáceas reminiscencias de los espíritus de difuntos recientes, que aún no sabían qué dirección podían tomar, puesto que la energía negativa acumulada en la zona les impedía distinguir la luz que les marca el camino.

chaman yacuto/chaman yacute

También era posible cruzarse con otro viajero ocasional, pero en muchos casos, la envoltura astral que los rodea los hace muchas veces indistinguibles del resto de seres que habitan ese plano. El viejo Coyote recuerda especialmente el encuentro con un anciano chamán yacuto, que hacía un viaje espiritual alentado por ciertos hongos, que él mismo conocía demasiado bien. El anciano chamán, con los ojos en blanco, tocaba su tambor con un ritmo monótono pero evocador. En su trance, hablaba de manera fragmentaria y entrecortada, y como la memoria del Coyote tampoco está muy allá, sólo recuerda lo que más le llamó la atención.

El anciano chamán se lo quedó mirando fijamente - o todo lo fijamente que podía mirarlo en el estado en que se encontraba, por supuesto. Mientras, seguía aporreando el tambor, poniendo los ojos en blanco, empezó a hacer profecías:

"Oh, sí.... Sí... El Viejo Coyote anda suelto por los páramos desolados... Sólo faltan los cuervos, sólo faltan los cuervos y el campo de batalla estará completo... Eso me dice, el Gran Espíritu..."

Le miró a los ojos sin mirar, mientras el muy supersticioso sherpa Kunjo, un poco más atrás, hacía aspavientos que evitaban que recayera sobre él la suerte adversa (puesto que trae muchos infortunios molestar a un chaman - o bôn, como los llaman en Nepal - en trance) Luego el anciano chaman dijo algunas palabras sobre el Coyote, que no reproduciremos aquí, pues no vienen al caso, y sólo le atañen a él.

"También me dice el Gran Espíritu que vais a cruzaros con el Barón Sanguinario... Oh, sí... Sí, su alma despertada se siente atraída por los campos de batalla recientes; por la sangre derramada, por los lugares donde la gente ha muerto de forma violenta... Sí, el Barón Ungern, el Barón Sanguinario está cerca... Oh, sí..."

Luego de eso, el anciano chaman comenzó a soltar una retahíla cada vez más incomprensible, perdiéndose en sus propios paisajes oníricos, de manera que (sobre todo ante la insistencia de Kunjo) lo dejaron ensimismado en sus cosas y continuaron su camino ascendente.

Se ha dicho que el sherpa Kunjo era muy hablador. También es cierto que cuando, al final de la jornada, acampaban y comían la magra ración del día, Kunjo se quedaba rápidamente dormido.

El viejo Coyote, sin embargo, pese al cansancio (aunque sólo fuese mental - o espiritual, aunque de esto último el Coyote siempre había dudado de su existencia), era incapaz de conciliar el sueño, pensando en los sucesos de la jornada.

El Barón Ungern... ¿De qué le sonaba a él aquel nombre? ¿Dónde lo había escuchado por vez primera, quién le había hablado de él? Que le ahorcasen si conseguía acordarse; pero el caso es que le resultaba muy familiar.

Sí, el Barón Ungern von Sternberg, jefe de la División Asiática de Caballería del Ejército del Zar de todas las Rusias...

Y seguramente, ya hacía un rato que se había quedado dormido (sólo que en el plano astral, es un poco complicado distinguir sueño de vigilia), o no, quién sabe. Entonces, en el silencio que impera en el espacio entre mundos, el viejo Coyote creyó distinguir una sombra más oscura que el fondo del anochecer, que vibraba y parpadeaba, acercándose lentamente hasta donde estaban acampados. Kunjo roncaba a pierna suelta, y no se estaba enterando de nada; el viejo Coyote creyó distinguir en aquella sombra una figura familiar, pero en su estupefacción era incapaz de localizar en su memoria - o, para el caso, en la de cualquier otro...

Pero pudo reconocerlo cuando por fin habló (aunqe, por supuesto, para hablar en sentido físico literal hacen falta órganos, cuerdas vocales, lengua y esas cosas, pero ya sabéis a lo que me refiero, su pensamiento "sonaba" dentro del cráneo del Coyote, igual que si estuviese hablando).

Ungern Khan

"Mahakala... Tulku... Ungern Khan! Ungern Khan!"

De pronto, cuando el Coyote aún no se había terminado de frotar los ojos, la figura se disolvió en el aire, dejando en el hocico del viejo Coyote un olor a sangre seca y coagulada.



viernes, 2 de noviembre de 2007

Personajes Históricos Fascinantes: Roman Ungern von Sternberg (primera parte)

Una característica de la memoria del viejo Coyote es que en sus recuerdos se mezclan las cosas que ha vivido con las que otros le han contado que han vivido, de manera que el viejo Coyote nunca está realmente seguro de si algo que está contando le pasó a él, o por el contrario le pasó a otro, y él se ha apropiado de su memoria.

Parte de este embrollo en sus conexiones neuronales, le llevaron a olvidar dónde escuchó hablar, o leyó, por primera vez sobre ese personaje tan singular que fue el Barón Román Fiodorovich Ungern von Sternberg, Jefe de la División Asiática de Caballería del Ejército del Zar de Todas las Rusias.

Quizá, trata de recordar el viejo Coyote, la primera vez que se topó con el Barón fue aquella en que proyectó su cuerpo astral, buscando colarse por la "puerta trasera" de la Perdida Aggartha; había escuchado (todos los émpatas y sensitivos pudieron notarlo) los rumores acerca de los efectos devastadores que tuvieron para la Ciudad Subterránea los hechos acaecidos desde unos años para acá, sobre la toma del control de ciertos e importantes centros de poder, conocidos como las Siete Torres del Diablo - que ni son torres, ni son siete -. El Coyote pensaba aprovechar el desorden general para poder saquear a gusto los despojos de la biblioteca Akáshika (no confundir con la biblioteca de Celaeno), pues siempre que había intentado tener acceso a la biblioteca en otras ocasiones, unos amables y sonrientes Mahatmas, que hacían las veces de bibliotecarios, le habían denegado el paso muy cortesmente.

Seguramente, lo juzgaban muy a la ligera y llegaban a la conclusión de que no había llegado a alcanzar el nivel de iluminación suficiente como para poder tener acceso a semejante caudal de sabiduría (caduca y decadente, por cierto). O quizá suponían que las revelaciones que contenían aquellas tablillas grabadas con símbolos arcanos y primigenios, la suma total de la memoria de toda criatura sentiente habida y por haber, hubiera terminado por erosionar los pobres asideros a la cordura que aún le quedaban al Coyote, asideros a los que su mente se agarraba con desesperación.


Por eso, cuando el viejo Coyote escuchó la noticia de la visita del Dalai Lama a Washington, la capital del vórtice del bucle de entropía y corrupción del planeta, comprendió que gran parte de la guerra espiritual ya había sido perdida, y que un Coyote (en gran parte carroñero) muy perfectamente podría aprovecharse y alimentarse de los restos que quedasen esparcidos por el campo de batalla.

De manera que cuando todo estuvo en el órden propicio, entró en ese estado de trance que le sale cada vez mejor y con más soltura, y proyectó su cuerpo astral hasta las extensas planicies espirituales conocidas como meseta de Leng, un terrible lugar a medio camino entre Aggartha y el erial desolado que es el reflejo en el mundo espiritual del desierto de Gobi.

El viejo Coyote, experto en viajes dimensionales y psicodélicos, que había realizado con toda soltura excursiones turísticas al continente perdido de Mu, sabía perfectamente cual era el siguiente paso que debía dar. Adoptó aspecto de peregrino, y con gesto devoto se acercó a la taberna o lugar de reunión de una pequeña aldea de aspecto sórdido y miserable, cercana a donde había aparecido. Allí los hombres bebían té, fumaban en largas pipas y mascaban una substancia roja de mal aspecto, que escupían entre dientes de vez en cuando.

El Coyote solicitó los servicios de algún guía al que pudiera pagar un estipendio, para que lo orientase y acompañase hasta las inmediaciones del sagrado monasterio, desde donde continuaría solo el resto del camino.

La perdida Aggartha
Los hombres, taciturnos, apenas le miraron de soslayo. Alguno hizo algún comentario despectivo, con intención de espantarlo. Él, sin embargo, no se conmovió, porque sabía que tendría que ser insistente con los sherpas, para que lo tomasen en serio. Además, con las noticias que recorrían el mundo como reguero de pólvora, acerca del estado de cosas en Aggartha, pocos tenían ganas de acercarse hasta allí; en aquellos momentos era, cuando menos, peligroso.

Alrededor de Aggartha, se decía, se había acumulado una enorme cantidad de energía negativa, y vagaban por allí espíritus demoníacos, y numerosas sombras, todas entidades traicioneras.

El viejo Coyote, pacientemente, esperaba a que algún guía terminase ofreciendo sus servicios. Nadie parecía moverse, hasta que abriendo de un portazo la entrada, un nativo de aspecto curtido apareció por la puerta, siendo calurosamente recibido por la concurrencia. Coyote apenas entiende la jerga, de manera que se quedó un poco al margen, hasta que el recién llegado se lo quedó mirando unos instantes. Preguntó algo en su idioma a los presentes, señalándole con curiosidad. Los demás le contestaron con una explicación apresurada.

Aquel hombre se puso ante el viejo Coyote, con una excéntrica sonrisa, y mantuvo su mirada fija en él durante un buen rato, como si estuviese poniéndolo a prueba.

El Sherpa
"Amigo," le dijo al viejo Coyote "acabas de contratar los servicios de Kunjo Chumbe, el mejor sherpa de las inmediaciones del monte Kailas, y el primer cazador de yetis de todo el Nepal."

Del barón Ungern, de momento, no ha contado nada; pero conociendo la incapacidad del viejo Coyote para mantenerse centrado durante demasiado tiempo, no nos extraña que empiece a divagar sobre las costumbres de los habitantes de Nepal, y los extraños rituales tantra de la zona; hasta que al fin olvida el tema central de la conversación, y termina bajando el tono de voz poco a poco, quedándose callado, y dejándonos con la intriga.

Aquí concluye la primera parte.





martes, 30 de octubre de 2007

El Libro de la Almohada, de Sei Shonagon

Sei Shonagon
Donde se demuestra que, por más que hayan avanzado las épocas, no tiene por qué haber necesariamente un progreso. Y esto porque, después de leer este curioso "Libro de la Almohada", de la susodicha Sei Shonagon, la primera impresión que me quedó fue la de una mujer con una inteligencia más allá de la media de su época y lugar.

Sei fue una dama de la corte de la emperatriz Sadako (Japón, siglo X, o al menos eso pone en la contraportada de la edición de Alianza bolsillo). Aparte de esa inteligencia antes mencionada, que se caracterizaba por una fina y casi indistinguible ironía, poseía una sensibilidad muy zen para captar la belleza del instante.

"En el noveno día del Noveno Mes tiene que lloviznar en el alba. Habrá entonces un pesado rocío sobre los crisantemos y la suave seda que los envuelve debe quedar empapada y debe exhalar la fragancia de las flores."

Así, este librito, o Libro de la Almohada (llamado así porque se guardaba en un cajón que hay en las almohadas esas cuadradas de madera que usan los japos tradicionales), no es más que una recopilación de notas tomadas por la dama Shonagon; son anécdotas, impresiones y recuerdos de la vida en la corte y demás. Pero, sobre todo, es una inagotable sucesión de enumeraciones y listas de cosas, con títulos como Cosas y gente que deprimen; Cosas que hacen latir deprisa el corazón; Cosas que despiertan una querida memoria del pasado; Cosas elegantes; Cosas que no pueden compararse, y otras por el estilo.

Muchas de estas enumeraciones tienen unos contenidos tan concretos como el extracto arriba reproducido. Aquí, un ejemplo:

Cosas que han perdido su poder...

  • Un largo bote abandonado en una bahía al bajar la marea.
  • Una mujer que se ha sacado sus rulos para peinar el poco pelo que le queda.
  • Un gran árbol que ha sido despojado por la tormenta y yace tirado en la tierra con las raíces al aire.
  • La figura de un luchador de sumo que se aleja después de una derrota.
  • Un hombre insignificante que amonesta a un criado.
  • Un hombre viejo que se quita su sombrero y descubre su calvicie.
  • etc...

viernes, 26 de octubre de 2007

Alicornios, fieras corrupias y demás criaturas del imaginario colectivo

Cuenta Don Manuel Martín Sánchez en su obra "Seres míticos y personajes fantásticos españoles", sobre las tradiciones en el siglo XIX (iba a decir el siglo pasado, es la costumbre, pero esto ya no es correcto), acerca de una curiosa figura que aparece en algunos romances para ciegos y en esos libritos mal encuadernados que llamaban "pliegos de cordel": El Caracol Gigante. Una de estas obras, en concreto la titulada "Gran historia de los hechos y estragos del más grande caracol que se ha visto en el mundo", en una de sus primeras estrofas dice así:

En la ciudad de Farsante
provincia de Miententodos

nació entre barros y lodo
un caracol arrogante.

Más o menos, todas estas historias vienen a contar lo mismo, de una manera humorística y cachonda: es la historia de un caracol de enormes dimensiones, que surge de los mares y empieza a provocar grandes desastres, arrasando con todo lo que encuentra a su paso. De un tamaño que varía, en un mismo romance, desde unos metros de altura, hasta tal enormidad que sus cuernos "que servirán para un puente/de Barcelona a Mallorca". A él se le enfrentan todos los buques de vapor de la Marina, de tecnología de lo más puntera en la época; dos mil infantes de los ejercitos del rey, con bayonetas caladas, no pudieron nada contra el Caracol Gigante.

Y así, entre tonterías y cuchufletas, continúa el romance, con nuestro simpático monstruo surrealista haciendo todo un tour por el Reino, zampándose todas las lechugas de la huerta murciana a su paso, hasta que el pobre animal topa con una de las salinas del país, donde acaba sus días, deshaciéndose en sus propias babas por causa de su mortal enemiga, la sal.

Bien que con un toque surrealista, a la par que bizarro (spanish bizarre, en concreto), estos romances de caracoles gigantes, fieras corrupias y demás bichardos - abominaciones de la naturaleza - son un claro precedente de esa vertiente literaria norteamericana que floreció allá por los años 20´s, de la mano del ínclito Lovecraft de Providence y su llamado "círculo". Ya se sabe, esos relatos de terror numinoso donde aparece todo un catálogo de criaturas de origen "antediluviano", más allá de la cordura y que la (pobre) razón humana apenas es capaz de asimilar. Los yankis tendrán al Gran Cthulhu, ese inmenso octópodo vagamente antropomórfico que aguarda dormido en las profundidades abisales del océano, pero nosotros ya teníamos nuestro estupendo Caracol Gigante.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Siempre mirando las estrellas, buscando (o esperando) algo...


No todo se ha perdido, claro. Bueno, al menos en lo que se refiere a las entradas anteriores.

Pero lo que sí que ha perdido este pobre cabezón de piedra y sus desperdigados hermanos de Rapa Nui ha sido cierto contacto con la civilización estelar que les visitó hace ya algún tiempo, y con la cual se lo pasaban de escándalo.

Y, hundidos hasta el cuello en su isla volcánica, estos queridos moais se han quedado de piedra esperando. Parece, sin embargo, que no pierden la esperanza (ni la paciencia)...

martes, 23 de octubre de 2007

Perro Apaleado

Sí, amigos, se conoce que no he realizado las plegarias de acción de gracias al Dios de la Informática, y he perdido todas las entradas que había introducido hasta ahora.
La próxima vez quemaré inciensos en el altar del Ordenador.
Encima de perro (coyote, en este caso), apaleado.