Ignorando las aportaciones de algunos miembros del equipo, que han sugerido que quizá el Coyote haya sido raptado por alguno de mis numerosos acreedores, para exigir un rescate. No recuerdan que el viejo Coyote es muy dado a este tipo de escapadas; le da el punto, y se embarca en algún tipo de búsqueda astral. Luego nos pasamos días sin tener noticia alguna de él, consiguiendo que nos preocupemos por su seguridad.
Y no deberíamos, porque él mismo es quien nos recuerda muy a menudo la luciferina máxima de que “siempre existe la posibilidad extrema de marcharte. Irte, simplemente”.
Alguna noche, en los bares de la Alameda, nos enteramos de que alguien lo ha visto en la última rave; conseguimos sonsacar a algún punki, entre comentarios despectivos hacia nuestras personas y a la sociedad en general, que ha estado la madrugada anterior con él, ingiriendo un cóctel de kalimotxo, anfetaminas y opiáceos varios. Nos imaginamos al Coyote, tirado en algún lado de la ciudad, en un estado de trance cercano al coma, sin asistencia ninguna, a merced de desaprensivos.
Luego, para contradecirnos a todos, un día cualquiera aparece, como si no hubiera pasado nada, con el ánimo festivo y el pelaje lustroso. Ante nuestras preguntas insistentes, el Coyote se hace el duro, y hasta que no le hemos invitado a tabaco, no suelta prenda.
Como es bien sabido, al viejo Coyote le cuesta un enorme esfuerzo mantenerse mucho tiempo centrado. En aquellos momentos, los ojos se le vuelven del mismo color, y si tienes suerte, a veces emite máximas de sabiduría perenne (que posteriormente olvida, y que en absoluto aplica en su vida). En ocasiones nos relata curiosos encuentros oníricos, viajes a extraños paisajes astrales y habla de cosas de las que no ha podido tener conocimiento directo, como si hubiese estado allí realmente. Claro que el viejo Coyote es un gran mentiroso.
Ya contamos aquí su extraño periplo por la llanura de Leng y más allá, hasta la ciudad subterránea, y su encuentro con el barón sangriento. También recuerdo el tour que hizo el Coyote por el continente sumergido de Mü. En el Templo de Paredes de Cristal, que se encuentra en un metaplano superior, en unas cavernas bajo la isla de Pascua, se encontró con cierto arquetipo agonizando, y supo de una terrible guerra que amenaza los planos astrales, y al multiverso entero (guerra que empezó hace más de cien años, cuando el Rex Mundi desapareció sin dejar rastro, a todas luces en el Abismo, dejando su trono de Aggartha vacío).
Recuerdo la última vez que volvió de una de sus escapadas. Regresó contando una extraña historia sobre un viejo hechicero renacido que él llamaba “el Atlante”. Todavía estamos intentando hilvanar el relato, porque el Coyote lo ha contado de forma fragmentaria e inconexa, y aún no estamos seguros de haberlo comprendido todo por completo. Y además, las referencias son tan marginales que el trabajo de documentación se hace arduo y complejo; todavía ando intentando desenredar la trama de espionaje durante los años previos a la segunda guerra mundial, que tiene algo que ver en toda esta historia (¿quién demonios era Ernst Schaeffer?) Pronto daremos a conocimiento público todos los datos recopilados; ya que no podemos recibir las enseñanzas directas del Coyote, trabajar en esto ocupará su ausencia.
jueves, 6 de diciembre de 2007
Sin noticias del Coyote
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