martes, 30 de octubre de 2007

El Libro de la Almohada, de Sei Shonagon

Sei Shonagon
Donde se demuestra que, por más que hayan avanzado las épocas, no tiene por qué haber necesariamente un progreso. Y esto porque, después de leer este curioso "Libro de la Almohada", de la susodicha Sei Shonagon, la primera impresión que me quedó fue la de una mujer con una inteligencia más allá de la media de su época y lugar.

Sei fue una dama de la corte de la emperatriz Sadako (Japón, siglo X, o al menos eso pone en la contraportada de la edición de Alianza bolsillo). Aparte de esa inteligencia antes mencionada, que se caracterizaba por una fina y casi indistinguible ironía, poseía una sensibilidad muy zen para captar la belleza del instante.

"En el noveno día del Noveno Mes tiene que lloviznar en el alba. Habrá entonces un pesado rocío sobre los crisantemos y la suave seda que los envuelve debe quedar empapada y debe exhalar la fragancia de las flores."

Así, este librito, o Libro de la Almohada (llamado así porque se guardaba en un cajón que hay en las almohadas esas cuadradas de madera que usan los japos tradicionales), no es más que una recopilación de notas tomadas por la dama Shonagon; son anécdotas, impresiones y recuerdos de la vida en la corte y demás. Pero, sobre todo, es una inagotable sucesión de enumeraciones y listas de cosas, con títulos como Cosas y gente que deprimen; Cosas que hacen latir deprisa el corazón; Cosas que despiertan una querida memoria del pasado; Cosas elegantes; Cosas que no pueden compararse, y otras por el estilo.

Muchas de estas enumeraciones tienen unos contenidos tan concretos como el extracto arriba reproducido. Aquí, un ejemplo:

Cosas que han perdido su poder...

  • Un largo bote abandonado en una bahía al bajar la marea.
  • Una mujer que se ha sacado sus rulos para peinar el poco pelo que le queda.
  • Un gran árbol que ha sido despojado por la tormenta y yace tirado en la tierra con las raíces al aire.
  • La figura de un luchador de sumo que se aleja después de una derrota.
  • Un hombre insignificante que amonesta a un criado.
  • Un hombre viejo que se quita su sombrero y descubre su calvicie.
  • etc...

viernes, 26 de octubre de 2007

Alicornios, fieras corrupias y demás criaturas del imaginario colectivo

Cuenta Don Manuel Martín Sánchez en su obra "Seres míticos y personajes fantásticos españoles", sobre las tradiciones en el siglo XIX (iba a decir el siglo pasado, es la costumbre, pero esto ya no es correcto), acerca de una curiosa figura que aparece en algunos romances para ciegos y en esos libritos mal encuadernados que llamaban "pliegos de cordel": El Caracol Gigante. Una de estas obras, en concreto la titulada "Gran historia de los hechos y estragos del más grande caracol que se ha visto en el mundo", en una de sus primeras estrofas dice así:

En la ciudad de Farsante
provincia de Miententodos

nació entre barros y lodo
un caracol arrogante.

Más o menos, todas estas historias vienen a contar lo mismo, de una manera humorística y cachonda: es la historia de un caracol de enormes dimensiones, que surge de los mares y empieza a provocar grandes desastres, arrasando con todo lo que encuentra a su paso. De un tamaño que varía, en un mismo romance, desde unos metros de altura, hasta tal enormidad que sus cuernos "que servirán para un puente/de Barcelona a Mallorca". A él se le enfrentan todos los buques de vapor de la Marina, de tecnología de lo más puntera en la época; dos mil infantes de los ejercitos del rey, con bayonetas caladas, no pudieron nada contra el Caracol Gigante.

Y así, entre tonterías y cuchufletas, continúa el romance, con nuestro simpático monstruo surrealista haciendo todo un tour por el Reino, zampándose todas las lechugas de la huerta murciana a su paso, hasta que el pobre animal topa con una de las salinas del país, donde acaba sus días, deshaciéndose en sus propias babas por causa de su mortal enemiga, la sal.

Bien que con un toque surrealista, a la par que bizarro (spanish bizarre, en concreto), estos romances de caracoles gigantes, fieras corrupias y demás bichardos - abominaciones de la naturaleza - son un claro precedente de esa vertiente literaria norteamericana que floreció allá por los años 20´s, de la mano del ínclito Lovecraft de Providence y su llamado "círculo". Ya se sabe, esos relatos de terror numinoso donde aparece todo un catálogo de criaturas de origen "antediluviano", más allá de la cordura y que la (pobre) razón humana apenas es capaz de asimilar. Los yankis tendrán al Gran Cthulhu, ese inmenso octópodo vagamente antropomórfico que aguarda dormido en las profundidades abisales del océano, pero nosotros ya teníamos nuestro estupendo Caracol Gigante.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Siempre mirando las estrellas, buscando (o esperando) algo...


No todo se ha perdido, claro. Bueno, al menos en lo que se refiere a las entradas anteriores.

Pero lo que sí que ha perdido este pobre cabezón de piedra y sus desperdigados hermanos de Rapa Nui ha sido cierto contacto con la civilización estelar que les visitó hace ya algún tiempo, y con la cual se lo pasaban de escándalo.

Y, hundidos hasta el cuello en su isla volcánica, estos queridos moais se han quedado de piedra esperando. Parece, sin embargo, que no pierden la esperanza (ni la paciencia)...

martes, 23 de octubre de 2007

Perro Apaleado

Sí, amigos, se conoce que no he realizado las plegarias de acción de gracias al Dios de la Informática, y he perdido todas las entradas que había introducido hasta ahora.
La próxima vez quemaré inciensos en el altar del Ordenador.
Encima de perro (coyote, en este caso), apaleado.