Cuenta Don Manuel Martín Sánchez en su obra "Seres míticos y personajes fantásticos españoles", sobre las tradiciones en el siglo XIX (iba a decir el siglo pasado, es la costumbre, pero esto ya no es correcto), acerca de una curiosa figura que aparece en algunos romances para ciegos y en esos libritos mal encuadernados que llamaban "pliegos de cordel": El Caracol Gigante. Una de estas obras, en concreto la titulada "Gran historia de los hechos y estragos del más grande caracol que se ha visto en el mundo", en una de sus primeras estrofas dice así:
En la ciudad de Farsante
provincia de Miententodos
nació entre barros y lodo
un caracol arrogante.
provincia de Miententodos
nació entre barros y lodo
un caracol arrogante.
Más o menos, todas estas historias vienen a contar lo mismo, de una manera humorística y cachonda: es la historia de un caracol de enormes dimensiones, que surge de los mares y empieza a provocar grandes desastres, arrasando con todo lo que encuentra a su paso. De un tamaño que varía, en un mismo romance, desde unos metros de altura, hasta tal enormidad que sus cuernos "que servirán para un puente/de Barcelona a Mallorca". A él se le enfrentan todos los buques de vapor de la Marina, de tecnología de lo más puntera en la época; dos mil infantes de los ejercitos del rey, con bayonetas caladas, no pudieron nada contra el Caracol Gigante.
Y así, entre tonterías y cuchufletas, continúa el romance, con nuestro simpático monstruo surrealista haciendo todo un tour por el Reino, zampándose todas las lechugas de la huerta murciana a su paso, hasta que el pobre animal topa con una de las salinas del país, donde acaba sus días, deshaciéndose en sus propias babas por causa de su mortal enemiga, la sal.
Bien que con un toque surrealista, a la par que bizarro (spanish bizarre, en concreto), estos romances de caracoles gigantes, fieras corrupias y demás bichardos - abominaciones de la naturaleza - son un claro precedente de esa vertiente literaria norteamericana que floreció allá por los años 20´s, de la mano del ínclito Lovecraft de Providence y su llamado "círculo". Ya se sabe, esos relatos de terror numinoso donde aparece todo un catálogo de criaturas de origen "antediluviano", más allá de la cordura y que la (pobre) razón humana apenas es capaz de asimilar. Los yankis tendrán al Gran Cthulhu, ese inmenso octópodo vagamente antropomórfico que aguarda dormido en las profundidades abisales del océano, pero nosotros ya teníamos nuestro estupendo Caracol Gigante.
Y así, entre tonterías y cuchufletas, continúa el romance, con nuestro simpático monstruo surrealista haciendo todo un tour por el Reino, zampándose todas las lechugas de la huerta murciana a su paso, hasta que el pobre animal topa con una de las salinas del país, donde acaba sus días, deshaciéndose en sus propias babas por causa de su mortal enemiga, la sal.
Bien que con un toque surrealista, a la par que bizarro (spanish bizarre, en concreto), estos romances de caracoles gigantes, fieras corrupias y demás bichardos - abominaciones de la naturaleza - son un claro precedente de esa vertiente literaria norteamericana que floreció allá por los años 20´s, de la mano del ínclito Lovecraft de Providence y su llamado "círculo". Ya se sabe, esos relatos de terror numinoso donde aparece todo un catálogo de criaturas de origen "antediluviano", más allá de la cordura y que la (pobre) razón humana apenas es capaz de asimilar. Los yankis tendrán al Gran Cthulhu, ese inmenso octópodo vagamente antropomórfico que aguarda dormido en las profundidades abisales del océano, pero nosotros ya teníamos nuestro estupendo Caracol Gigante.
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