miércoles, 10 de diciembre de 2008

Semana Pulp en el Blues del Coyote: Segunda Entrega

2. La alargada sombra de la justicia

El plan había salido a la perfección; la hora prevista, los actores previstos, los pasos dados correctamente. Ahora, la banda huía en la noche a toda velocidad, en su sedan beige con el maletero rebosante de riquezas. Reían y gritaban de la excitación, de la emoción del éxito, y de todo un futuro por delante asegurado.

Había resultado tan fácil, que para el líder de la banda resultaba inclusive sospechoso. Todo había ido como mantequilla derretida, untada sobre seda; demasiado fácil. Quizá, pensó, mientras sus hombres pegaban risotadas y seguían celebrándolo, todo no había sido más que una trampa. Quizá, pensó, ahora mismo los estuviesen siguiendo. Miró atrás por el retrovisor, ni rastro de policía. Sin embargo...

Por un instante, algunos coches atrás, siguiéndoles a cierta distancia. ¿Era aquel cadillac negro, que acosaba las pesadillas de todos los delincuentes de la ciudad? No, imposible. Todo había resultado de una eficacia irreprochable; todavía no se podían haber dado cuenta del robo. Pero, durante unos segundos, antes de que el cadillac negro se resguardase detrás de un camión, habría jurado ver al conductor; antifaz negro, capa negra. Voluntad de justicia imparable.

No, era imposible. No el Fantasma Justiciero; ¿cómo podía haberse enterado tan pronto? Y cuando aún estaba tratando de convencerse de que había sido una mala pasada de los nervios, el imponente cadillac negro se puso a la altura del sedan beige de los ladrones. El Fantasma miró hacia ellos, con pupilas blancas, y un gesto de mortal seriedad. El caos se hizo dentro del coche; uno de los matones trató de disparar al Fantasma, mientras el conductor empujaba el cadillac, para echarlo fuera de la autopista.

Sin saber muy bien cómo, dejaron atrás al Fantasma. Aún con la adrenalina poniéndoles los vellos de punta, se dieron cuenta de que se habían quedado solos en la autopista. Ningún coche les seguía. Mirando atrás, si les seguía el cadillac fantasma, no pudieron ver la barrera que les esperaba adelante en la carretera.
Fueron masacrados a base de metralla, dejando a los pasajeros del vehículo, y al coche mismo ventilado como un colador. Unos hombres de tez amarilla y ojos rasgados abrieron el maletero, tomaron su contenido, y desaparecieron en la noche.

Cuando el Fantasma Justiciero llegó hasta el coche masacrado, las pistas le condujeron directamente a la base secreta del insidioso Doctor Diabólico, en las alcantarillas de la ciudad.


Próxima entrega: Ases en acción

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