3. Ases en Acción
Después de acabada la guerra, Johnny Hawkboy Hudson y sus muchachos decidieron instalar su base de operaciones en un remoto archipiélago del Pacífico. Desde allí, podían encargarse de la erradicación de la piratería en aquellos mares, y mantener siempre a punto sus hermosos cazas e hidroaviones, en caso de que el mundo libre necesitase de nuevo ser salvado por los conocidos “Cazadores del Aire”, ases de la aviación y condecorados héroes de guerra.
La mayor parte de la labor consistía en oponerse a esos incansables piratas chinos, liderados por la hermosa y fatal Nu Hua, también llamada Flor de Jade; Hawkboy y los Cazadores del Aire, sin embargo, también hubieron de hacer frente a amenazas como las del Doktor Panzerfaust y su temible enjambre gorila; o tratar de deshacer los retorcidos planes de conquista mundial del insidioso Doctor Diabólico.
Johnny recuerda que estuvo haciendo un vuelo de reconocimiento, una tarde especialmente tranquila, por las islas de la zona; no quería que ni él ni su querida Betty (el nombre que le había dado a su fiel caza Brewster F2A Buffalo mejorado en sus talleres) perdiesen la costumbre. Entonces fue cuando comprobó extraños movimientos en una isla volcánica aparentemente deshabitada. Siguiendo su instinto y su curiosidad, Hawkboy descubrió toda una base secreta en el interior del volcán. Dentro de ella, la terrible Sociedad del Dragón Amarillo, sociedad criminal de la que era líder indiscutido el Doctor Diabólico, realizaba todo tipo de actividades ilícitas: entre otras, contrabando, tráfico de estupefacientes, prostitución ilegal, y unos terribles experimentos, con una volátil substancia conocida como “Jade explosivo”. Con el mismo, planeaban extorsionar a las naciones del mundo, y así ponerlas bajo el dominio de su único amo, el insidioso Doctor Diabólico.
Hawkboy, una vez más, consiguió boicotear los malvados planes del Doctor, escapando en el último momento de la isla, con el volcán entrando de nuevo en erupción, y las instalaciones secretas hundiéndose tras de sí en lava ardiente.
Gracias a él, el mundo libre podía dormir tranquilo otra semana más.
Próxima entrega: El guía del desfiladero
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sábado, 13 de diciembre de 2008
miércoles, 10 de diciembre de 2008
Semana Pulp en el Blues del Coyote: Segunda Entrega
2. La alargada sombra de la justicia
El plan había salido a la perfección; la hora prevista, los actores previstos, los pasos dados correctamente. Ahora, la banda huía en la noche a toda velocidad, en su sedan beige con el maletero rebosante de riquezas. Reían y gritaban de la excitación, de la emoción del éxito, y de todo un futuro por delante asegurado.
Había resultado tan fácil, que para el líder de la banda resultaba inclusive sospechoso. Todo había ido como mantequilla derretida, untada sobre seda; demasiado fácil. Quizá, pensó, mientras sus hombres pegaban risotadas y seguían celebrándolo, todo no había sido más que una trampa. Quizá, pensó, ahora mismo los estuviesen siguiendo. Miró atrás por el retrovisor, ni rastro de policía. Sin embargo...
Por un instante, algunos coches atrás, siguiéndoles a cierta distancia. ¿Era aquel cadillac negro, que acosaba las pesadillas de todos los delincuentes de la ciudad? No, imposible. Todo había resultado de una eficacia irreprochable; todavía no se podían haber dado cuenta del robo. Pero, durante unos segundos, antes de que el cadillac negro se resguardase detrás de un camión, habría jurado ver al conductor; antifaz negro, capa negra. Voluntad de justicia imparable.
No, era imposible. No el Fantasma Justiciero; ¿cómo podía haberse enterado tan pronto? Y cuando aún estaba tratando de convencerse de que había sido una mala pasada de los nervios, el imponente cadillac negro se puso a la altura del sedan beige de los ladrones. El Fantasma miró hacia ellos, con pupilas blancas, y un gesto de mortal seriedad. El caos se hizo dentro del coche; uno de los matones trató de disparar al Fantasma, mientras el conductor empujaba el cadillac, para echarlo fuera de la autopista.
Sin saber muy bien cómo, dejaron atrás al Fantasma. Aún con la adrenalina poniéndoles los vellos de punta, se dieron cuenta de que se habían quedado solos en la autopista. Ningún coche les seguía. Mirando atrás, si les seguía el cadillac fantasma, no pudieron ver la barrera que les esperaba adelante en la carretera.
Fueron masacrados a base de metralla, dejando a los pasajeros del vehículo, y al coche mismo ventilado como un colador. Unos hombres de tez amarilla y ojos rasgados abrieron el maletero, tomaron su contenido, y desaparecieron en la noche.
Cuando el Fantasma Justiciero llegó hasta el coche masacrado, las pistas le condujeron directamente a la base secreta del insidioso Doctor Diabólico, en las alcantarillas de la ciudad.
Próxima entrega: Ases en acción
El plan había salido a la perfección; la hora prevista, los actores previstos, los pasos dados correctamente. Ahora, la banda huía en la noche a toda velocidad, en su sedan beige con el maletero rebosante de riquezas. Reían y gritaban de la excitación, de la emoción del éxito, y de todo un futuro por delante asegurado.
Había resultado tan fácil, que para el líder de la banda resultaba inclusive sospechoso. Todo había ido como mantequilla derretida, untada sobre seda; demasiado fácil. Quizá, pensó, mientras sus hombres pegaban risotadas y seguían celebrándolo, todo no había sido más que una trampa. Quizá, pensó, ahora mismo los estuviesen siguiendo. Miró atrás por el retrovisor, ni rastro de policía. Sin embargo...
Por un instante, algunos coches atrás, siguiéndoles a cierta distancia. ¿Era aquel cadillac negro, que acosaba las pesadillas de todos los delincuentes de la ciudad? No, imposible. Todo había resultado de una eficacia irreprochable; todavía no se podían haber dado cuenta del robo. Pero, durante unos segundos, antes de que el cadillac negro se resguardase detrás de un camión, habría jurado ver al conductor; antifaz negro, capa negra. Voluntad de justicia imparable.
No, era imposible. No el Fantasma Justiciero; ¿cómo podía haberse enterado tan pronto? Y cuando aún estaba tratando de convencerse de que había sido una mala pasada de los nervios, el imponente cadillac negro se puso a la altura del sedan beige de los ladrones. El Fantasma miró hacia ellos, con pupilas blancas, y un gesto de mortal seriedad. El caos se hizo dentro del coche; uno de los matones trató de disparar al Fantasma, mientras el conductor empujaba el cadillac, para echarlo fuera de la autopista.
Sin saber muy bien cómo, dejaron atrás al Fantasma. Aún con la adrenalina poniéndoles los vellos de punta, se dieron cuenta de que se habían quedado solos en la autopista. Ningún coche les seguía. Mirando atrás, si les seguía el cadillac fantasma, no pudieron ver la barrera que les esperaba adelante en la carretera.
Fueron masacrados a base de metralla, dejando a los pasajeros del vehículo, y al coche mismo ventilado como un colador. Unos hombres de tez amarilla y ojos rasgados abrieron el maletero, tomaron su contenido, y desaparecieron en la noche.
Cuando el Fantasma Justiciero llegó hasta el coche masacrado, las pistas le condujeron directamente a la base secreta del insidioso Doctor Diabólico, en las alcantarillas de la ciudad.
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