martes, 24 de junio de 2008

Personajes históricos fascinantes: Domingo Badía, a.k.a. Alí Bey (conclusión)

Concluimos, si bien de forma precipitada, con el periplo magrebí de Domingo Badía, más conocido bajo la identidad de Alí Bey el Abassi – con ese y algunos otros nombres más, que sacaba a relucir según la circunstancia lo iba requiriendo. Bienvenidos al post más largo (de momento) de El Blues del Coyote. Que aproveche.

Viajes por Marruecos (y III)

• Como ya hemos adelantado, uno de los más importantes fines del viaje de Badía/Bey por Marruecos no era otro que recabar toda la información posible sobre las debilidades del sultán Sulaymán, inclusive las enemistades con sheiks de las tribus nómadas del bajo Atlas. A éstos, en la medida de lo posible, Alí Bey debía hostigarlos y afilar esos roces hasta provocar una revuelta que valiese a Godoy de casus belli para enviar los ejércitos de la Corona, y hacerse con tan provechoso punto estratégico, en la boca del Mediterráneo, así como convertir Marruecos en el “granero de España”, del que ya se había echado mano en ocasiones de carestía anteriores – como hemos dicho, a Godoy no se le escapaba la inestable situación política en las Colonias de Ultramar, y más aún azuzados los ánimos revoltosos por el triunfo de la independencia de Estados Unidos, en el norte, así como el de la Revolución en Francia (sin contar con la nociva imagen que daban de España y la Corona tanto las logias masónicas como los jesuitas allá en América). Poco faltaría para que Simón Bolivar, entre otros libertadores, emprendiera los pasos para la tan pospuesta independencia. De modo que Badía, hombre de ciencia, aventurero y soñador a partes iguales, pasó a convertirse en pieza clave del gran juego de la política, sin pretenderlo.
Badía, sin embargo, no sólo no consiguió apenas un trato distante (aunque educado) por parte del sultán, sino que no tuvo contacto con ninguna tribu berebere digna de enfrentarse a Sulaymán. El permiso de viaje que le había dado el sultán, apenas le llevó a ver de lejos el Atlas. Se dedicó, en cambio, mano a mano con el coronel Amorós, enlace de Godoy en Marruecos, a construir un alocado plan de conquista, exagerando y engrandeciendo cualquier atisbo de realidad, cuando no mintiendo directamente, y llenando la cabeza de Godoy de sueños de conquista en absoluto realizables.
• Al Coyote le da en el hocico que todo este fiasco del Plan de Conquista no era más que una argucia de ambos pájaros (según el Coyote, idea original del coronel Amorós), para sisar a Godoy unos reales, y desaparecer con el dinero. De hecho, eso mismo ocurrió, pero no con ellos sino, precisamente, con el criado que había sido encargado de llevar parte de los dineros – mil duros de la época – desapareció por el camino misteriosamente. Estaba claro, desde el principio, por la personalidad apocada y enfermiza de Badía, que no era el adecuado para tal labor. No era ni un cortesano, ni un intrigante. Sí, en cambio, soñador hasta el punto de la esquizofrenia (o bipolaridad, o como quieran llamarlo): no sólo engañó a Godoy, cabe que terminara engañándose a sí mismo y, de alguna manera, identificándose con aquella personalidad de Alí Bey. También es cierto que hay quien piensa que llegó a convertirse realmente en un musulmán convencido, ya plenamente Alí Bey; tampoco sería de extrañar. No sería el primer espía infiltrado con el que ocurre, en cualquier caso. Es curiosa la actitud de Godoy, poco realista, respecto a la posibilidad de una conquista a Marruecos; casi pareciera una manera de mirar a otro lado, teniendo en cuenta como andaba la situación para él (en aquella época había sido destituido de sus cargos, y actuaba aún en las altas esferas a la sombra del Secretario de Estado, don Pedro Ceballos, a la sazón su primo político). Lo mismo parece que hiciera, mirar para otro lado, con todo el asunto de Bayona, que dejó finalmente España a merced de las tropas napoleónicas.
Total, un mentiroso contando mentiras a un sordo que no quiere oír verdades.
• En una de las cartas enviadas a Godoy por mediación del coronel Amorós, Badía (en un alarde de fantasía total) se declara prácticamente uno de los pretendientes al trono, en caso de que Sulaymán muriese repentinamente. Sigue manteniendo que los jeques de las tribus desafectas al sultán comen de su mano. Hace encargo a Godoy de “dos mil fusiles; quatro mil bayonetas; mil pares de pistolas, y algunas cureñas de campaña de todos calibres con sus avantrenes...” (Carta a Godoy, 5 mayo 1804) Cuando éste lee tan buenas nuevas, envía disposiciones al comandante general de Andalucía, marqués de la Solana, para que prepare todos los efectivos solicitados por el Viajero, además de numerosos artilleros y especialistas. Posiblemente, este comandante, aunque le siguió la corriente a Godoy, no pudo más que imaginar el desvarío de aquella empresa... ¿Por dónde se haría la entrega? ¿En Ceuta? ¿En la isla Perejil? ¿En Chafarinas? De manera que tanto él como el comandante del Campo de Gibraltar, se dedican a realizar las disposiciones de Godoy, con una lentitud extrema, a ver si mientras tanto se arrepentía.
• A última hora, sin embargo, enterado Su Majestad Carlos Cuarto, decidió poner fin a la empresa, pues parecía al monarca actitud traicionera y para nada propia de caballeros aquel soterrado plan de conquista (bastante parecía ignorar el rey que en cuestiones políticas poco brillan la caballerosidad y la honradez; Godoy, ése era harina de otro costal) Aquello debió traer gran alivio a Alí Bey, que ahora tendría la excusa perfecta para no continuar con un plan que no se sostenía por ningún lado.

Advertencia: El siguiente parágrafo es, incluso, más subjetivo que cualquier otro. Crea lo que quiera, a su propio riesgo:

• Como adelantamos en la anterior entrega, la intención oculta de Badía, al emprender su viaje por Marruecos no era otra que hallar los restos de la perdida Atlántida. Y cuando lo dijimos, no era ningún farol. El mismo Alí Bey, en su libro de viajes por Marruecos, en el capítulo 19, se explaya en torno a la cuestión; de hecho, el capítulo es titulado “De la antigua isla Atlántida. – De la existencia de un mar Mediterráneo en el centro de África” La teoría de Badía era la siguiente: según él, hace millones de años, todo el desierto del Sahara era un inmenso mar, y que el archipiélago de la Atlántida estaba formado por la cordillera de los montes Atlas. De la posibilidad de la existencia de un mar interior en el centro del Sahara, Badía lo suponía similar al mar Negro, e incluso afirmó reconocer en algunas formaciones rocosas de lo poco que visitó el desierto como producto de volcanes submarinos, así como explicó el motivo por el que la arena de este desierto es la más fina del mundo. El tipo incluso llega a imaginar que en el interior del desierto aún quizá pudieran encontrarse restos de animales marinos: alucinante visión, la del espinazo de un cachalote en medio del desierto. También trata de explicar los movimientos dunares como el empuje de las mismas olas al llegar a la orilla (de este hipotético mar) – cosa que, según lumbreras de la ciencia, no es así en absoluto. La explicación de los movimientos de las dunas es muy otra, que no desarrollaremos porque no nos interesa.
En cuanto al tema de la desaparecida Atlántida, Badía sigue muy de cerca el escrito del primero que la mencionó: no fue otro que Platón, el filósofo griego que estaba en contra de los mitos, aunque luego él mismo los utilizase como recurso literario. Según declara, sus fuentes son de segunda mano, del gran sabio Solón, al cual le había transmitido dicho conocimiento un anciano sacerdote egipcio de Sais. Platón, principalmente, desarrolla el mito de la Atlántida en sus diálogos Timeo, Critias y República, pero es de suponer que lo hace con alguna finalidad moralizante. Dado que la distancia temporal de Egipto respecto a la Grecia clásica es casi la misma que nos distancia en la actualidad de la misma Grecia, los helenos debían tener en alta estima la sabiduría ancestral de los egipcios (bien es sabido que para sus conjuros y hechizos, los brujos griegos, aunque no sólo ellos, poco después también los latinos, echaban mano de frases de los rezos egipcios, así como numerosos nombres de sus dioses a modo de invocación, todo ello con una sonoridad más bien exótica). Platón, al poner en boca del sacerdote de Sais el conocimiento de la hundida Atlántida, quizá tan sólo tuvo la pretensión de dar a su mito algo de autoridad y reconocimiento. Andando los siglos, según parece, el lingüista, médico y bibliófilo doctor Arias Montano (siglo XVI) se interesó por aquella historia consignada por Platón, y aunque desde entonces muchas teorías – la mayoría absurdas – se han propuesto para interpretar de forma “realista” el mito de la Atlántida, él mismo se acercó bastante a la teoría de Badía, señalando que quizá la Atlántida ocupase un trozo de tierra (¿un istmo, quizá?) que posteriormente se hundió, en lo que hoy es la zona de Gibraltar, es decir que la Atlántida unía de alguna manera Europa y África. La denominación de Atlas a aquella cordillera proviene del mito de los trabajos de Hércules, en concreto el posterior a su robo de ganado del ibérico rey Gerión, donde el héroe debe conseguir las manzanas del Jardín de las Hespérides; pero primero, aparte de fundar Sevilla, según dicen aquellos que pretenden dar un origen digno a una ciudad que surgió de un poblacho de cabañas de palo construido sobre un pestífero lago, Hércules se dedica a separar las columnas de su nombre. La separación de Andalucía respecto a Marruecos es interpretada por Arias Montano como el relato del hundimiento del istmo conocido como Atlántida. Aunque, claro, eso ni siquiera casa con el mito original de Platón. Para hacerse con las manzanas de oro, que proporcionan la inmortalidad según numerosas leyendas y mitos, Hércules debe congraciarse con el titán Atlas, padre de las ninfas que guardan el jardín que recibe su nombre, las Hespérides. Sin embargo, el titán engaña al héroe, y al final deben enfrentarse. Algún alucinado escritor (o quizá no tan alucinado, y más vende-historias estafador, de la misma cuerda que muchos otros profesionales del periodismo sección “misterios”) ha afirmado que la lucha entre el titán y el semidiós olímpico es el recuerdo de una guerra primordial resultado de la cual fue el hundimiento de la Atlántida. Algunas de estas disquisiciones han llevado a algunos a suponer Tartessos los restos de una colonia atlante. De manera parecida, se ha especulado que las Islas Afortunadas, esto es, las Canarias, fueron también los últimos restos de tan esquiva civilización (eso sin contar Madeira, Thera, Creta y algunas más que tienen el dudoso honor de ser consideradas partes supervivientes de una civilización de la que no se conoce ni prueba de su existencia).
• Como decimos, sin embargo, Alí Bey sólo pudo ver de lejos los montes Atlas, y sólo su prolongación norteña. De modo que poco pudo confirmar sus teorías sobre la Atlántida.
• Pero no sólo apenas pisó arenas del desierto, sino que cuando hubo ocasión de hacerlo, estuvo a punto de morir en él por una torpeza. Pero no adelantemos acontecimientos; en 1805, cuando apenas lleva dos años en Marruecos el sultán Sulaymán hace llegar a Alí Bey una misiva en la que lo exhorta a continuar esa peregrinación que decía pretendía llevar a cabo. Sobre todo, el sultán menciona el peligro en que se ponía manteniéndose en el país, puesto que sus actos y palabras referidas a la astronomía, eran entendidos por los lugareños como de astrologías y nigromancias varias, que tenían “por heregia, o infidelidad digna de muerte. Cierra tu boca”, continúa en la carta “, y cierra la puerta de tu casa, pues no sabes lo que son las gentes del Garbi (Magreb) ni la sangre que puede resultar de las palabras.” Después le aconsejaba sobre la ruta que había de realizar para salir de Marruecos: lo envía a Tánger, donde puede tomar algún barco que lo lleve hasta Túnez o Alejandría, donde continuar su peregrinación a la Meka. Aún así, uno de los hijos del sultán, el príncipe Mawlay abd-as-Salam, le entrega cartas de recomendación para otros líderes del mundo islámico. Pero esta marcha aún fue demorada un tiempo, primero una rebelión en Orán hizo impracticables los caminos, aún más con la reducida escolta que le acompañaba. En Uxda, donde se había quedado obligado por las circunstancias, parece que intentó contratar los servicios de la tribu de los Banu Abi Hamdin (esto sobre todo, para alejarse cuanto antes del enrarecido ambiente de la corte del sultán, donde poco faltaría para que fuese reconocido como farsante); sin embargo, a poco de salir de Uxda, son retenidos por las tropas enviadas por el sultán, bajo la orden de no permitirle partir mientras no estuviesen los caminos seguros. Así, sólo después de hacer enviar un mensaje de queja al sultán (o al príncipe, según quien cuente la historia), le es permitido continuar su marcha, pero finalmente a Tánger. Amablemente, le sacaban del país.
• A 3 de agosto de ese mismo año (1805), Alí Bey parte junto con una comitiva de dos oficiales y una treintena de udaias o guardias del sultán, hasta que llegados al borde del desierto dejan a Alí Bey junto con una guardia de árabes. Según narra en sus Viajes por Marruecos, una trifulca entre los soldados a última hora, les llevó a olvidarse de rellenar los odres de agua. Sometidos a jornadas de caminata sin descanso, de luna a luna, y con la amenaza de las revueltas por todos lados, sufrieron y padecieron los rigores del desierto, quedándose sin agua al poco tiempo. Las bestias de carga y los hombres caían por igual, extenuados y deshidratados, dejándolos atrás sabedores de que cualquier retraso sería el final de la caravana al completo. Pierde todo el valioso instrumental adquirido en París y Londres tres años antes. El mismo Alí Bey cae rendido sin conocimiento, perdida ya toda esperanza de salvación. Tiene, sin embargo, la extraña suerte de ser salvado por una gran caravana de “más de dos mil hombres” que avanzaba hacia ellos: a punto de morir, Alí Bey sólo estuvo desmayado apenas media hora. Según parece, su salvador fue un célebre santo y místico de la época, llamado por Bey Sidi Alarbi, conocido entre los suyos como Abu ´Abd-il-lah-Sayyidi Muhammad ´al-´Arabi ibn Ahmad ad-Darqawi, uno de cuyos discípulos inició precisamente la revuelta del Oranesado antedicha, y que amenazaba el buen fin del viaje de Alí Bey. A poco de esto, y con el Viajero ya recuperado, se le obliga a tomar barco en Larache, dejando en tierra a todo su séquito (y a su esposa, porque, sí, se casó de nuevo en Marruecos, debido a que un hombre de su edad y soltero era visto cosa rara según parece; de manera que a todas sus cualidades debemos sumar la de bígamo, o quizá trígamo, puesto que también llevaba con él una esclava negra... qué gañán)

Apuntes finales

• Alí Bey, antes conocido como Domingo Badía, pasó algo más de dos años en Marruecos. Al poco de llegar, la cosa pública se había torcido de tal manera que poco después, España pasaría de los Borbones a los Bonaparte (una temporadita al menos), un reino había cambiado de dueño. Cuando regresó a su país, es de suponer la orfandad que sentiría Badía por su proyecto, ahora que el poder había pasado de manos. Badía tuvo una nueva entrevista con don Carlos, ahora en el exilio; éste le aconsejó que se dirigiera al emperador Napoleón, pues él ya no tenía nada que ofrecerle. Aún mantuvo su entrevista con el corso, y éste le remitió a su hermano José, en aquel momento monarca de España. De todo lo que se habló en la entrevista, poco se sabe con certeza; no es de extrañar que la conversación llevase por derroteros bien ocultos, debido a la fascinación que el propio Napoleón sentía por África, y en concreto por Egipto. Seguramente no hablaron sobre nada de eso, pero tendría sentido (al menos en términos narrativos). Después de algunos años, en los que se muestra como un afrancesado colaboracionista, y pasa algunos años intentando conseguir una pensión en París (?), termina volviendo a ponerse la piel de Alí Bey para el que fue su último viaje.
• El coronel Amorós, enlace de Godoy en Marruecos, desahuciado éste, se hizo con todos los documentos del Plan de Conquista, incluidas cartas bien comprometedoras, e intentó venderlas al gobierno francés, por una fuerte suma. En cambio, Amorós fue prendido y encarcelado. Su memoria se pierde en el pasado.
• Godoy, finalmente, fue destituido con motivo del motín de Aranjuez y la consiguiente traición de Bayona; fue despojado de sus bienes y títulos, y terminó su vida como exiliado en París, donde escribió las Memorias citadas en anteriores entregas, y poco después publicadas, donde desvela toda la trama del asunto de Alí Bey y demás. Aquello fue un golpe bajo para Badía, que hacía poco que había podido publicar sus Viajes por Marruecos, y los había firmado bajo el seudónimo de Alí Bey, pretendiendo hacerlo pasar por un personaje real y aquello echaba por tierra tal pretensión.
• Badía volvió a vestirse una última vez de Alí Bey, esta vez según parece, bajo los designios de Francia; en los caminos entre Turquía y Tierra Santa perdió la vida, creyendo todos que fallecía el sabio Alí Bey, fiel musulmán, que cumplió el hajj (peregrinación a la Meka), al menos una vez en su vida. Injerencias posteriores afirman, sin embargo, que a su muerte aún llevaba un crucifijo al cuello. Unos afirman que fue la disentería la que acabó con él; otros afirman que fue envenenado por miembros del servicio secreto británico, en pugna por aumentar la influencia en países colonizables por los prepotentes imperios victorianos que iban surgiendo por Europa.

Epílogo

Muchas cosas se han quedado en el tintero. Como puede verse por su final, con su viaje a Marruecos Domingo Badía/Alí Bey no agotó su cupo vital de aventuras. Igualmente, por brevedad, no hemos podido, como hubiéramos querido, sincronizar los hechos de su vida con acontecimientos históricos relevantes y que, de alguna manera, influenciaron en él y su circunstancia, directa o indirectamente.
El viejo Coyote me obliga a apostillar que, sobre el secreto de la hundida Atlántida, lo que no saben todos aquellos que buscan su realidad por medio de restos arqueológicos, o explican su hundimiento por rebuscados fenómenos geofísicos, es que la Atlántida nunca ha existido físicamente en este plano material. Aquella, como muchas otras civilizaciones perdidas, co-existe con nuestro plano de existencia y sólo se encuentra unida a él por unos nexos muy débiles y difusos. Si acaso, el mito del hundimiento de la Atlántida simboliza algo es el hundimiento de su recuerdo en nuestro propio subconsciente.
Cuando preguntamos al viejo Coyote a qué se refiere, se pierde detrás de una espesa cortina de humo, divagando de forma inconexa sobre no sé qué de que los planos paralelos y mundos-parásito como la Atlántida, y que Alí Bey sabía mucho más sobre aquello de lo que había contado.
VALE

viernes, 23 de mayo de 2008

Personajes históricos fascinantes: Domingo Badía, a.k.a. Alí Bey (segunda parte)

Continuamos con la azarosa e interesante vida de Alí Bey, bautizado Domingo Badía.

El Viaje por Marruecos (I)

  • El plan inicial de Badía consistía en pasar tan sólo unos meses por Marruecos, al parecer el tiempo suficiente de aprender el idioma mandingo(¿?), idioma que a su juicio era de vital importancia para los siguientes pasos de su ambicioso viaje. A saber, internarse hacia el África negra a través de la frontera sur de Marruecos, por Wad Dará. Desde allí tenía pensado recorrer gran parte de la desconocida África – desconocida para los europeos, por supuesto, que los africanos aunque no la llamasen por ese nombre, pero ya conocían su continente -, en total unas 3.250 leguas que, de forma demasiado optimista, calculaba recorrería en tres años. Tenía pensado, entre otras cosas, alcanzar a descubrir las tan ansiadas fuentes del Nilo. Lo cierto es que, de árabe, tan sólo tenía unas mínimas nociones, y se excedió en sobrestimarse, confiando en su fuerza y salud (que, según parece, eran escasas). En esta ocasión, apenas pudo llegar a la frontera sur de Marruecos. También parece que la idea de disfrazarse de mahometano fue de las más brillantes, e imitada por exploradores y viajeros durante parte del siglo XIX.
  • Pero tan sólo la finalidad científica de aquel viaje sería de poco interés para Godoy y la Corona, de manera que a Badía no se le ocurrió mejor idea para endulzarlo, que dejarle caer las posibilidades de anexión territorial que podrían abrirse. Godoy no tuvo que dejarse acariciar mucho los oídos, y su ambición hizo el resto. En sus Memorias cuenta cómo alumbró la idea de usar a Badía como espía, para que comprobase el estado de las defensas de los fuertes de la costa marroquí, y la viabilidad de un asalto por la costa, o cuando menos conocer los entresijos y debilidades del sultán. Para ello, fue avisado a última hora y en completo secreto. Aquello ya no sería únicamente un viaje de investigación científico-geográfica; sería, sobre todo, una labor propia de espías y conjuradores. Por cierto que la idea, originalmente de Badía, se la apropia Godoy como suya al completo. Pero, cuándo no es así con los políticos en éste, o cualquier país.

“Concebí el raro medio de que Badía pasase a aquel Imperio no ya como español, más como árabe... príncipe Abasida, pariente del profeta de Arabia.”

Manuel Godoy, Memorias(1836)

  • Nada más llegar al puerto de Tánger el 29 de junio de 1803, acontece el siguiente diálogo con quien dice ser el capitán del puerto:

“Capitán. - ¿De dónde venís?

Alí Bey. – De Londres, por Cádiz.

C. - ¿No habláis morisco?

A. – No.

C. – ¿De dónde sois, pues?

A. – De Hlaleb (Alepo)

C. – ¿Y dónde está Hlaleb?

A. – En Scham (Siria)

C. – ¿Qué país es Scham?

A. – Está hacia el Levante, cerca de Turquía.

C. – ¿Conque sois turco?

A. – No soy turco, pero mi país se halla bajo el dominio del Padischa (del Gran Señor).

C. – ¿Pero sois musulmán?

A. – Sí.

C. – ¿Traéis pasaportes?

A. – Sí, traigo uno de Cádiz.

C. – ¿Y porqué no lo traéis de Londres?

A. – Porque el gobernador de Cádiz me lo ha tomado y reemplazándolo con éste.

C. – Dádmelo”

Alí Bey, Viajes por Marruecos

  • Una vez en tierras del Moro, Alí Bey debía entrevistarse con don Antonio González Salmón, el cónsul general español en Tánger. Se consideró conveniente no revelarle la intención secreta de Badía, pues González Salmón tenía muchos intereses comerciales en Marruecos, y podría hacer peligrar la misión; en septiembre del mismo año, Guillet, cónsul francés, recibe la carta de recomendación de Talleyrand, y poco después, el cónsul inglés recibe cartas de los amigos británicos de Badía, poniendo en sobre aviso al gobierno de la pérfida Albión, que hace seguir discretamente al viajero. También se indica a Badía el procedimiento para contactar a distancia con Godoy de la forma más secreta y oculta posible: por medio de un enlace personal del mismo Príncipe de la Paz, un miembro del ejército (también bastante aventurero, según parece), el coronel Amorós, que rondaría discretamente por Marruecos a la espera de noticias de Badía. En realidad, había bajado al Moro con la vaga excusa de poner en marcha de nuevo las negociaciones en torno al tema del trigo, que llevaban un poco paradas desde 1799, año en que se firmó el Tratado de Paz, Amistad, Navegación, Comercio y Pesca – por el cónsul González Salmón, por cierto.
  • Según parece, o cuenta Alí Bey, después de que el pasaporte hubiese sido legitimado por el consulado español, el kaid (gobernador) de la ciudad le tomó en estima, e incluso parece que hizo que le instalaran en una buena casa. Aunque antes de eso, el kaid bajo la excusa de que dicha casa no estaba aún preparada, lo retuvo un par de días en su propio palacio. Es de suponer, para ponerlo a prueba por sí mismo. La discreción de Alí Bey hubo de salvarle la vida en numerosas ocasiones, además que no perdía ocasión en mostrarse como un devoto y fiel musulmán, no perdiéndose ni una sola de las oraciones, sin faltar a ni una de las prácticas prescritas por el Profeta, y repartiendo limosnas a diestro y siniestro. Durante un tiempo, sería retenido en Tánger con falsas excusas y muy buena educación. Según los objetivos secretos de Godoy y Badía, éste debía buscar la amistad y confianza del sultán, Mawláy Sulaymán (Muley Solimán, por tierras españolas), “...y, presentada la ocasión, inspirarle la idea de pedirnos nuestra asistencia y alianza contra los rebeldes que combatían su Imperio y amenazaban su corona.” (Godoy, Memorias). Lo cual choca bastante con la realidad histórica, y es que parece que el reinado de Sulaymán fue conocido como una época de paz y prosperidad, o al menos en la época en que Alí Bey arribó por allí. De hecho, ni tan siquiera había revoltosos en aquel momento. Por cierto que la idea de Godoy, de introducir el ejército en un país extranjero, bajo alguna excusa falsa, para una vez allí conquistarlo, es casi idéntica a la que tuvieron los franceses de Napoleón para hacerse con España, y que llevarían a cabo sólo cinco años más tarde de la entrada de Alí Bey en Marruecos.
  • Durante su estancia en Tánger contrató a dos judíos sefardíes como intérpretes; en la misma ciudad tiene la ocasión de entrevistarse con el sultán y otros notables de la corte, que había viajado allí por otros motivos, y le autoriza realizar el viaje. El 24 de octubre de 1803, Alí Bey sale de Tánger en dirección a Fez, siendo despedido por Amorós, con el cual ha hecho amistad y, conjuntamente, han elaborado un “Proyecto de conquista”, sin fundamento ninguno; queda en Fez hasta el 27 de febrero de 1804, donde predice un eclipse de sol el 10 del mismo mes, gracias al moderno instrumental adquirido en París y Londres. Aquella ocasión, junto con su demostrada piedad, llevó a las gentes humildes a suponerle un santo, hacedor de milagros. Aunque esta afirmación, como muchas otras que hace Badía/Bey, pudiera muy bien haber sido exagerada por el mismo interesado; ya se sabe: todos los viajeros son un poco mentirosos, y tienden a engrandecer sus experiencias fuera de casa. Del mismo modo, Bey junto con el coronel Amorós, mintieron no poco sobre su ascendente sobre el sultán, llegando en un momento a decir a Godoy “tengo un Moctezuma en mis manos”. Es cierto que sólo poco después viaja hasta Marrakesh, capital del sultán, donde éste le dispensa cierto trato de favor por la fama que lo precedía; sin embargo, algunos de sus cortesanos empiezan a sospechar de la doblez del Bey, inclusive el mismo secretario personal de Mawlay Sulaymán, Mohamed as-Salawi (no sólo eso, es muy probable que los ingleses, con sus contactos entre la comunidad de mercaderes judíos, ya hubiesen hecho correr la noticia de que el Bey no era más que un farsante, aunque tampoco parece que llegasen muy lejos...)
  • Sin embargo, después de desentrañar la maraña de dobleces, intenciones secretas, ocultas y superpuestas, resulta cuando menos sorprendente la verdadera intención de Badía/Bey, al realizar sus viajes: no era la finalidad científica la que lo empujó a realizar el viaje; tampoco la finalidad política, aunque ambas ganaron mucho peso, y Badía/Bey se dedicó a ello como pudo. La verdadera intención, decimos, fue su extraño sueño de encontrar las ruinas de la hundida Atlántida.
La conclusión, en la próxima entrega.

viernes, 2 de mayo de 2008

Personajes históricos fascinantes: Domingo Badía, a.k.a. Alí Bey


“Queriendo ser util á mi Patria y á toda Europa emprendí un Viage cientifico, con mil sacrificios y riesgos. Hallandome en el, y viendo que podía cambiar de objeto con mucha gloria y prosperidad de España, he propuesto una empresa guerrera y atrevida, que aumenta mis peligros y mis sufrimientos.”

Proyecto del Viajero Alí Beik Abd Allah para Conquistar el Imperio de Marruecos, perfeccionado después de mi sesión con Él, por el Coronel Amorós

Intro

Bueno, quizá no fue tan fascinante como pudieron serlo el barón Ungern o el doctor Torralba, pero bueno, algo interesante tiene. El viejo Coyote quería titular la entrada como “Personajes históricos interesantes”, para distinguirlo, pero algunos de los miembros más maniáticos del equipo insistieron en dejar tal título, en honor al orden y la coherencia interna, y parezca algo así como una sección fija, cosa que a la mayoría nos da al fresco, por no decir que nos resbala. Pero por no discutir, así se queda.

La vida y obras de Alí Bey, nacido en 1767 bajo el castizo nombre de Domingo Badía y Leblich (también conocido como Domènec Badia i Leblich en su Catalunya natal), han sido por lo general poco o nada divulgadas. Y el Coyote seguiría ignorando su existencia si no fuese por un libro desvencijado y estropeado que encontró una mañana lluviosa en el parque; el libro en concreto llevaba el título de “Viajes por Marruecos”, que es una versión más corta del original, que era “Viajes por Marruecos, Trípoli, Chipre, Arabia, Siria y Turquía”. Su mayor logro, y más reconocido, fue el de ser el primer blanco occidental en acceder al interior del santuario de la Kaaba, en La Meca – probablemente, de haber sido descubierto, habría sido lapidado o alguna cosa parecida.

Pero no fue lo único que hizo, ni mucho menos. Desde siglos atrás, entre los españoles, hasta el momento, de toda la Berbería, apenas la habían visitado, obligados por las circunstancias, cautivos de los piratas berberiscos, y sus correspondientes rescatadores – profesión ya perdida, no así la de la piratería, cuyo curioso nombre es el de alfaqueque, y uno de sus más insignes representantes fue don Augusto Torres de Villarroel, personaje que dejaremos para otra ocasión. Para la época de Badía, el Reino de España ya tenía algún que otro embajador en el Reino de Marruecos, a los que usaban para negociar la compra de trigo, así como mediar en el eterno asunto pesquero, pero estos se instalaban, por supuesto, en las ciudades de la costa. Badía, bajo la personalidad de Alí Bey, fue de los primeros occidentales en adentrarse al interior, e incluso alcanzó hasta el Atlas y, según cuenta, trabó contacto con los clanes nómadas.

Domingo Badía, que conjugó en su figura una mezcla de hombre de ciencia total (para la época un ilustrado, vaya) y desventurado aventurero sin cabeza, al más puro estilo español, concibió la atrevida idea de hacerse pasar por un musulmán entre los musulmanes, y así poder visitar con comodidad, y sin riesgo para su persona, aquellas tierras prácticamente desconocidas para los europeos. Sin riesgo de ser reconocido a legua como europeo y ser inmediatamente asaltado, por decir algo; también llevaba su parte de riesgo tomar vestiduras y hacerse pasar por moro, sobre todo en el caso de ser descubierto. Entonces con toda seguridad sería acusado de espía, y si hoy día los presidios marroquíes y en general africanos provocan pavor sólo de ser mencionados, no queremos imaginar cómo serían a finales del siglo XVIII.

Badía sobrevivió, pero sólo para tener un final aún más oscuro.

Preludios y preparativos del viaje

  • 1767 (1 de abril), nace Domingo Badía y Leblich, en Barcelona. Se cría, sin embargo, en un pueblito de Almería donde había sido destinado su progenitor como Contador y Tesorero, donde se muestra como un aventajado e inquieto estudiante (según algunos, allí fue donde aprendió a amar el mundo árabe y comenzó a gestarse su sueño orientalista).
  • 1792, estando en Córdoba como Administrador de la Real Renta de Tabacos, escribe bajo el prosáico seudónimo Polindo Remigio un Ensayo sobre el gas y máquinas o globos aerostáticos.
  • 1795, después de un largo tiempo de espera consigue la concesión por parte del Consejo Supremo de Castilla la licencia para construir y hacer volar dicho globo aerostático, cuyo proyecto lleva al fracaso, hasta el punto de que la licencia es retirada (por petición del padre de Badía). Según parece, ensayó una prueba pero todo se fue al traste por malas predicciones del tiempo (y es que los almanaques no eran nada fiables). El Coyote asomó el hocico por un beth (es como un aleph, pero más pequeño) y fue testigo desde ese privilegiado vórtice del fracaso del joven Badía, y pudo ver cómo se autodestruía el ingenio volador. Incluso pudo escuchar el consejo que le dio su suegro, diciéndole que las aventuras no eran nada seguras, que era mucho más fiable y daba mucha más tranquilidad de espíritu un puesto en la administración. Toda aquella historia de los globos venía porque un visionario Badía había concebido todo un ejército de aquellas maravillas volantes, al servicio del Reino.
  • entre 1795 y 1798 termina la traducción de un tratado de meteorología, lo que le permite hacerse con grandes conocimientos sobre la cuestión; antes y después, Badía se dedica al estudio de distintas y variadas disciplinas científicas, e igualmente comienza el aprendizaje del idioma árabe, así como de la historia y costumbres de los pueblos de la media luna. Más que un ilustrado, pareciera un precedente de los diletantes y sportsmen del XIX.
  • 1799, se traslada a la Corte, buscando favores de la administración real para sus proyectos. En ese tiempo trabaja como bibliotecario del príncipe de Castel-Franco; es de suponer que fue el mejor puesto que pudo conseguir, entre tanto arribista y pedigüeño que ansiaba medrar a costa del torpón de Carlos IV y su avispado valido Godoy, conocido como el Príncipe de la Paz, entre otros pretenciosos títulos.
  • 1801, presenta a Godoy su proyecto, que intitula “Plan de viaje al África con objetos políticos y científicos”, incluyendo un “Memorial con Carta Geográfica con descubrimientos nuevos”, donde descubre lo que se propone, al amparo de la Corona y bajo mecenazgo del valido; ese mismo año es aprobado el proyecto por el rey. Godoy, en su despacho de Aranjuez, presionado por la inevitable y sucesiva independencia de las distintas colonias en América, y la consiguiente pérdida de fuente de materias y riquezas para España, empieza a concebir ideas peregrinas.
  • 1802, el 12 de mayo; Badía y Rojas, su ayudante, parten a París y Londres, donde realizan las disposiciones para el viaje definitivo a Marruecos. Este Rojas era un joven y prometedor botánico que había sido recomendado por la Academia de Historia, en respuesta a la consulta hecha por Godoy. Y, de hecho, aquellos apoltronados y conservadores académicos estuvieron a punto de dar con todo al traste, y llegaron a aconsejar que mejor aprovechar los ímpetus de Badía en menesteres más provechosos. He aquí un extracto:

“A pesar de todas estas reflexiones, ha parecido á la Acad.ª tan laudable el zelo y espiritu de Badia para ejecutar empresas arriesgadas, que opina que se le podría emplear en las de mas directa utilidad para España, como en viages del interior de la America Septentrional en los confines de nuestras posesiones, si S. M. lo estimase conveniente”

Informe de la Academia de la Historia sobre el Viaje al Interior de Africa propuesto por D. Domingo Badia

  • en París consultan con la Academia de las Ciencias, toman nota de los puntos geográficos y náuticos que precisaban comprobación experimental. El obispo Talleyrand se entrevista con ellos y prepara cartas de recomendación para los embajadores franceses en Marruecos; en Londres Badía adquiere los instrumentos de medición pertinentes y se entrevista con miembros de la Royal Society. Un punto que parece polémico y en el que los historiógrafos no han conseguido ponerse de acuerdo es si realmente Badía se hizo circuncidar en secreto (o no) por el célebre cirujano sir William Blizar. Al parecer, si lo hizo, fue a escondidas de Rojas, aunque este pudo sospechar algo. Es cierto que, antes o después, Badía bajo la identidad de Alí Bey tendría que compartir su desnudez con otros hombres en los comunes baños públicos que son costumbre en todo el mundo árabe. De manera que, si quería que la misión tuviese éxito, tendría que verse obligado a preparar aquella coartada. (el Coyote nos recuerda que la mayoría de los alucinados de las conspiraciones han creído ver en su encuentro con las Academias de las Ciencias francesa y británica una supuesta iniciación en la masonería, punto este que no está en absoluto demostrado y que, en el fondo, no tiene porqué tener ninguna relevancia; la tendría, sin embargo, si fuese cierto tal como afirman algunos de esos alucinados, que recibió de aquellas supuestas logias indicaciones e instrucciones con un fin muy distinto e inconfesable del propuesto por Badía a las autoridades españolas para su viaje – pero, como siempre en este tipo de mentalidades alucinadas, una certeza confirma a la otra, y viceversa, y no tiene porqué tener ningún correlato con el mundo real, sea lo que sea eso).
  • 1803, 23 de abril; llegan a Cádiz desde Inglaterra, ya con la personalidad de Alí Bey adoptada por Badía; el 29 de junio, Alí Bey pasa de Tarifa a Tánger. En su embarco para Marruecos, consigue despistar a Rojas, y dejarlo en la estacada. Esto fue mucho mejor para el joven botánico, que tenía otros destinos que cumplir.
Hasta aquí la primera parte; en la próxima entrega, el viaje a Marruecos y demás andanzas de Badía/Bey.

martes, 22 de abril de 2008

Los Sumerios, esos simpáticos desconocidos


Valga la memoria recuperada de la existencia de esta primigenia civilización de la llamada edad del Bronce, como recordatorio de que el tiempo pasa y todo lo iguala. Sus magnificas ciudades de nombres exóticos, sus espléndidos templos dedicados a dioses cuyos títulos y atribuciones nadie pronuncia ya con reverencia, fueron enterrados por el paso de los siglos y toneladas de arena en los cada vez más desérticos paisajes de Oriente Medio. Hasta el punto que muchas de sus ciudades pasaban por montículos naturales, hasta que a los arqueólogos occidentales les dio por hundir la piqueta en aquel terreno.

Desde que alrededor de 1843 el francés Botta descubriera la ciudad de Nínive, los hallazgos y estudios consiguientes realizados en el terreno han permitido a la ciencia y al mundo occidental apropiarse de este pasado, y hoy día es considerable la cantidad de conocimientos adquiridos sobre los antiguos sumerios. Prácticamente sabemos cómo era la vida diaria del sumerio medio, puesto que ellos lo consignaban todo en unas tablillas de arcilla fresca, marcando con un punzón símbolos triangulares en forma de cuña. Estas tablillas cuneiformes, que se han descubierto en cantidades ingentes, recorren todos los aspectos de la vida de los antiguos sumerios: no sólo listas de reyes, epopeyas religiosas o himnos a dioses, también y sobre todo, cuestiones administrativas, tratos comerciales, leyes y disposiciones jurídicas, correspondencia personal y diplomática, incluso manuales de caligrafía, matemática y enseñanza básica (e incluso un curioso y entrañable texto donde un padre muestra sus preocupaciones sobre su hijo y le da consejos para la vida).

Estas tablillas muestran que los sumerios ya habían desarrollado ampliamente todos aquellos campos y muchos otros; no en vano, su civilización se preciaba, antes de ser finalmente asimilada por los persas y otros pueblos, de tener una existencia de al menos cinco mil años, e incluso más. Veamos, se habla de que la proto-ciudad neolítica de el Ubaid existió más o menos entre el 6000 y el 4500 adC. De la cultura de Uruk, predecesora directa de la plenamente sumeria, se sitúa más o menos en el 3500 adC. A partir de ahí empiezan a florecer numerosas ciudades en la zona llamada el Fértil Creciente, o como la conocían los griegos antiguos, Mesopotamia: el país entre ríos. Babilonia, Nínive, Ur, Kish, Lagash, todas se desarrollan y tienen su momento de esplendor, su momento de auge y su caída. Babilonia fue arrasada consecutivamente por numerosos reyes e imperios, hasta que finalmente Alejandro Magno la destruyó por completo, y sembró su tierra de sal, haciéndola desaparecer para siempre.

Anteriormente a los primeros descubrimientos arqueológicos y al desciframiento del cuneiforme, tan sólo se tenían leves nociones, por los relatos del Antiguo Testamento, y acaso algunas referencias de historiadores griegos. La afamada Ur de los Caldeos, con su temible rey soberano Nemrod, el mismo que ordenó construir la inacabada torre de Babel. Algunos intérpretes positivistas de la Biblia han creído ver en la figura de los ziggurat sumerios la base real para los mitos de la torre de Babel. También, a la luz de los descubrimientos de las tablillas (incompletas) del Poema de Gilgamesh, se ha creído ver en el relato de Utnapishtim la primera versión del Diluvio Universal de Noé. Igualmente sacaron de las numerosas e interminables listas de reyes míticos sumerios el modelo para su propia y tediosa lista de patriarcas del Antiguo Testamento. Pero la imagen que traslucía de los relatos bíblicos era de un reino poderoso y hegemónico, con reyes sabios y terribles. Y, por supuesto, todos ellos un hatajo de idólatras, paganos y lascivos. Cosa que no era así del todo en absoluto.

En la época de mayor apogeo de los reinos de Sumer y Akkad, los hebreos no pasaban de ser más que una sucia tribu nómada de pastores, localizados durante algún tiempo en los textos antiguos como los habbiru, que apenas se acercaban a las ciudades y enclaves de civilización, quedándose en las afueras para mercadear sus miserables bienes; y eran, por cierto, tan politeístas como cualquier otro pueblo de la zona, e incluían en su panteón tantas diosas como el que más – y esto fue así hasta bien entrado su asentamiento, en los reinos de Israel y Judea. Su visión de los reinos sumerios estaba mediatizada por su época de cautiverio entre los persas, así como una lejanía en el tiempo que convertía a los sumerios ya en legendarios (la época de los gigantes, es de suponer).

Al Coyote le hacen reír la cantidad de fascinados/hipnotizados con la cultura egipcia, como si ésta hubiera sido la culminación de los pueblos antiguos, conocedores de extraños secretos milenarios, y demás. Pues bien, los egipcios, aparte de la curiosidad estética de sus obras, no eran gran cosa comparados con los antiguos sumerios. El momento de desarrollo y mayor apogeo del reino egipcio, como por ejemplo el Imperio Medio, sería alrededor del 2000 adC. Y, se pregunta el Coyote, ¿cuántos milenios llevaban de ventaja los sumerios, que como hemos dicho venían despuntando desde el 3500 y más atrás?

Bueno, y de Europa, quizá fuera mejor no hablar. En aquella época, poco tiempo hacía que habíamos salido de entre los bosques con taparrabos y apenas se había empezado a experimentar con las vasijas de cerámica, y del tema de trabajar el bronce habían oído hablar a algunos mercaderes extranjeros, si acaso.

La noción y/o percepción de la Historia (así, con mayúsculas) que tiene cada individuo es diferente, y proviene de distintas y variadas fuentes en distintos momentos. Ciertamente, la versión oficial de la Historia – que también cambia – es una de las más distorsionadas. Hay gente cuya noción del pasado no llega más atrás de los años sesenta, hay otros a los cuales no llega más allá que la de su propio pasado personal. Para el Coyote, en algunos momentos, resulta mareante manejar magnitudes temporales de ese calibre. Sólo desde el año cero llevamos solamente dos milenios, y apenas hemos asomado al tercero (y viéndolas venir); y aquellos tipos sumerios, de creer la versión oficial, desarrollaron su civilización cerca de cinco mil años, antes de hundirse por colapso, y su influencia se sintió en imperios y culturas posteriores durante siglos.

El Coyote es de la idea de que si R. E. Howard, el ínclito creador de Conan, el bárbaro, hubiera sido un poco más persistente en su documentación histórica, seguramente habría podido encajar sus aventuras en una edad del Bronce perfectamente histórica. Demasiado esfuerzo mental, encajar y sincronizar lo que ocurría en todas aquellas culturas y reinos, en un escenario geográfico tan extenso. Mucho mejor extrapolarlo a una hipotética época anterior (la Era Hyboria), inventarse los reinos a conveniencia y darle ese aire de antigüedad exótica. Aunque, según asegura el Coyote, Howard era un soñador experimentado, y era capaz de proyectar su yo astral a vidas pasadas, remontar hacia atrás en el tiempo, y vivir de nuevo lo que sus ancestros vivieron, el clásico soñador arquetípico. Una lástima que se pegase un tiro con treinta años.

martes, 8 de abril de 2008

El Alma de Gengis Khan

Como el Coyote sigue m.i.a., esto es, desaparecido en combate, no nos queda más remedio que ofrecer un refrito de los Archivos Coyotiles. Menos mal que, en previsión, nos dejó una llave de su hogar, dulce hogar, para poder dar de comer al gatito, regar su estúpida marihuana y orear el piso un rato. Gracias a esto, y en la misma medida, podemos meter mano a dichos archivos, y tener algo con lo que pasar el rato, mientras nuestro viejo Coyote re-aparece. Uno de los miembros del equipo oyó por ahí que alguien lo había visto en la fiesta trance del pasado fin de semana, en los pinares de Almonte. Pero ello es poco probable, pues yo mismo estuve todo el sábado y la madrugada del domingo, y allí como mucho había una excelente y seductora luna llena.

A lo que íbamos, ahí dejamos un escrito retocado y corregido, de la pluma del mismo Coyote.

El Alma de Gengis Khan

El alma de Gengis Khan se encontraba custodiada en un templo budista situado en Mongolia Central, junto al río de la Luna a los pies de las montañas negras de Shanj. Durante siglos, su espíritu residió en un estandarte fabricado con trenzas de crin de caballo, atadas al astil de una lanza. Conocido como sulde, los guerreros mongoles lo plantaban en la entrada de sus campamentos, para que ejercieran como guardianes.

Los mongoles, que creían confusamente en un Cielo Azul Eterno, tenían la convicción de que las crines recogían las energías del viento, el cielo y el sol, y la canalizaban hacia el guerrero. También ejercía la función de atrapa-sueños, que inspiraban al guerrero a continuar siempre en movimiento por las infinitas estepas, a forjarse su propio destino en los duros caminos de la vida nómada. El vínculo entre el hombre y su estandarte llegaba hasta el punto de que los mongoles creían que cuando el hombre moría, su espíritu pasaba a residir en el sulde.

Gengis no tenía un estandarte-espíritu sino dos, uno de crines blancas para las épocas de paz, y otro de crines negras para las épocas de guerra. Según parece, el estandarte de la paz fue poco usado, y desapareció bien pronto. El de la guerra, el negro, pervivió hasta entrado el siglo XX, y durante todo ese tiempo fue venerado por el pueblo mongol como la residencia del espíritu bélico de su líder fundador (o al menos, re-unificador), y símbolo de unión nacional.

En el siglo XV, su descendiente el lama Zanabazar (Jñanavajra, en sánscrito), primero en la estirpe de los Bogd Khanes de Mongolia, fundó el monasterio lamaísta que custodiaría el alma de Gengis Khan.

En 1924, tras fallecer el VIII Bogd Khan, las autoridades pro-soviéticas de Mongolia declaran su linaje oficialmente "extinguido", prohibiéndose la búsqueda de su tulku o sucesor/reencarnación. Durante los años 30, los comunistas mongoles asaltan sin dejar piedra sobre piedra los monasterios tántricos de Narabanchi Khure y Erdene Dzu (lugares donde se había manifestado el Rey del Mundo); de este último dejaron en pie sólo tres de sus alrededor de trescientos templos. Entre 1937 y1939 son detenidas y, en su mayoría, ejecutadas o "hechas desaparecer", unas 30.000 personas en Mongolia (más de la mitad, monjes). En 1937 el alma de Gengis desapareció del monasterio donde era custodiado, antes de ser asaltado y destruido por los secuaces de Stalin. Poco después reaparece en Ulan Bator (antigua Urga, capital de Mongolia), para finalmente desaparecer de manera definitiva. Algunos son de la opinión de que los comunistas destruyeron el alma de Gengis, para eliminar tan poderoso símbolo de unión nacional tan ajeno a su propia ideología.

De cómo murió Gengis existen numerosas versiones; de que murió, ninguna lo pone en duda. La más imaginativa es la que cuenta que la esposa de uno de sus numerosos enemigos muertos, que había pasado a formar parte del harén del líder mongol, se introdujo una mortífera trampa en la vagina, de manera que cuando Gengis fue a penetrarla, el aparato le arrancó sus genitales, agonizando desangrado bajo terribles dolores.

A su cadáver, los mongoles rindieron grandes tributos y honores, como bien merecía; se transportó el féretro acompañado de un numeroso contingente de soldados, en un cortejo fúnebre que mató a toda persona y animal que encontraron por el camino. Finalmente, enterraron con gran secreto al gran Khan en su tierra natal. Entonces unos jinetes asesinaron a los guerreros y a todo el cortejo, y aplastaron la tierra con los cascos de sus caballos, para borrar todo rastro de su emplazamiento. Estos jinetes murieron a manos de otro grupo de soldados, y este a manos de un tercero.

La tumba de Gengis fue acotada, y se impidió el paso en una zona de cientos de kilómetros cuadrados, siendo constantemente vigilada por guerreros de elite. Aquella zona era llamada el Ij Jorig, o Gran Tabú. La tumba de uno de los mayores conquistadores de la historia quedó olvidada desde entonces.

Las autoridades soviéticas mantuvieron el secreto (o el olvido, mejor), denominando el Gran Tabú como Zona de Acceso Muy Restringido, y aún la aumentaron, ampliándola con un millón de hectáreas con una Zona Restringida. Los soviéticos instalaron una base aérea de cazas MiG, así como un depósito de misiles nucleares. A la entrada de la zona prohibida construyeron una gran base de tanques, que los militares rusos utilizaron como centro para prácticas de artillería y maniobras.

Bien entrados los 90´s, cuando sólo la mitad de Mongolia se encuentra relativamente autónoma (la Mongolia inferior aún se encuentra bajo dominio de China, al igual que el Tibet), y superadas las prohibiciones comunistas impuestas sobre los estudios de la figura de Temuyin (Gengis, vaya), los historiadores mongoles pudieron dedicarse plenamente a ello. Por fin podían hacerlo abiertamente, y sin riesgo para su libertad.

(extraído en parte de “Genghis Khan y el inicio del mundo moderno”, de Jack Weatherford)

jueves, 20 de marzo de 2008

El Ciclo de Baal

En una excursión onírica/pesadillesca que realizó el Coyote hará algún tiempo terminó llegando a las mismas puertas del Inframundo (de uno de ellos, al menos). Según parece, todo era de un color gris ceniza. Asomando el hocico por encima del muro, pudo ver cómo vagaban por allí seres que nunca han existido – al menos en sentido biológico. De manera generalizadora se les ha llamado, simplemente, demonios. Pero esta categoría empequeñecería la variedad de criaturas que por allí pueden encontrarse. De hecho, los demonios comunes parecen ser de los más aburridos del lugar.

Entre otros, el Coyote creyó distinguir polvorientos ángeles caídos, orgullosos en su destierro y con sus hermosas alas de cisne transmutadas en alas de polilla, rotas y ajadas. Para el Coyote resultan un poco repetitivos.

También vio lo que creyó podían ser seres meta-dimensionales, casi desconocidos en la tierra mortal, y que a simple vista parecen un amasijo incoherente de tentáculos, apéndices, zarcillos y otras extremidades orgánicas. De estas criaturas más viejas que el tiempo, se tiene levemente noticia en ajados y olvidados grimorios, y allí se les dan nombres casi impronunciables, tales como Hziulquoigmnzhah, Tsathoggua o Cxacxukluth, entre otros. Contemplar a estas entidades desenvolverse en el espacio cuatri-dimensional ha llevado a la locura a más de uno. De hecho, actualmente, excepto en alguna degradada y endogámica secta casi extinta, los nombres de estas criaturas ya solo resuenan en los pabellones psiquiátricos.

Llamaron sobre todo la atención del Coyote una enorme cantidad de sombras que pululaban por allí, y que de alguna manera encarnaban pesadillas y temores más profundos del ser humano. Tenían formas y aspectos completamente diferentes unos de otros, tantos como miedos puede tener un hombre (de los más antropomórficos, vio payasos, médicos, policías, vagabundos y gitanos, todos experimentados asustaniños). Pero decidió ignorarlos, por su bien, puesto que estos seres se alimentan y ganan fuerza, precisamente prestándoles atención. Por un momento temió encontrarse con el temible Hombre del Saco, o algún otro monstruo de su infancia.

Pero, de entre todas esas criaturas, las que más pena dieron al Coyote fueron los dioses exiliados. Cuando el cristianismo y la filosofía racional se implantaron en la mente de los mortales, una gran cantidad de dioses paganos se vieron arrebatados de sus tronos, y exiliados a las tierras sin sol, que debían compartir con otras extrañas criaturas, las cuales les desdeñaban y no les mostraban ningún respeto. Eso, los dioses que no se vieron asimilados por la figura del Dios Padre – muchos aún lloran la desaparición de Zeus, aunque el Coyote no entiende muy bien porqué.

No pudiendo dejar pasar la oportunidad, el Coyote saltó el muro, y se acercó a uno de aquellos dioses, esperando que le contase su historia. Dio con un joven de aspecto melancólico, y ademanes excesivamente lánguidos, como si hiciese mucho tiempo que no interpretase su papel y le costase trabajo volver a hacerlo. Resultó ser Baal, principal deidad de los fenicios, al menos durante un tiempo. Como dios fue reverenciado en Ugarit, Sidón, Biblos, Arad, y su culto se extendió hasta Qart-Hadašh, y otras ciudades antiguas de nombres igualmente exóticos.

Con la muerte de su último sacerdote, hace milenios, Baal pudo comprobar su inevitable decadencia, frente al Dios Único de los hebreos, y se vio relegado a los infiernos, al país sin retorno. Desde allí sólo era recordado ocasionalmente, para ser denigrado como un demonio al que se ofrecían sacrificios humanos, y poco más. Durante un tiempo, siguió alimentándose de los desvaríos de ciertos de hechiceros y demonólogos medievales, pero aquella época fue oscura, y todo pasó muy rápido. Actualmente sólo era despertado del sopor que le envolvía, en alguna ocasión en que algún erudito lo recordaba, estudiando algún tratado de civilizaciones antiguas. Pero aquel era un exiguo manjar. Los dioses necesitan algún sacrificio u ofrenda, a ser posible sangre fresca. Pero, sobre todas las cosas, los dioses necesitan creyentes.

El Coyote le preguntó sobre su papel ancestral. Durante su época de apogeo, su existencia divinizada se resumía en repetir todos los años sagrados el mismo drama mítico, que los hombres reproducían en sus rituales religiosos. Su propia historia personal coincidía con el ciclo de las estaciones agrícolas anual. Cuando llegaba el verano, y comenzaba el calor estival, en la época de la cosecha, su hermano (o su tío, que ya no se acordaba muy bien) Mot le segaba la vida, expulsándolo al Inframundo, donde pasaba el resto del año. Hasta que su hermana/esposa Anat (o Astarté o Tanit, que tampoco queda muy claro), algunos dicen, mediante el sacrificio multitudinario de bebés al distante dios supremo de los cananeos, El, conseguía resucitar a Baal y sacarlo del Inframundo. Entonces, volviendo Baal de entre los muertos, se unía a su pareja Anat, y con sus actos de amor, generaban fértiles lluvias, inaugurando la primavera un año más.

Los seguidores de Baal repetían esta gesta mediante el sacrificio ritual, acompañada con algún tipo de orgía ritual también, aunque todo esto de los sacrificios parece que se ha exagerado por la propaganda anti-fenicia de los judíos, por un lado, y la anti-cartaginesa de los romanos, por otro. Que sacrificaban niños era seguro, los arqueólogos han encontrado restos de esqueletos infantiles que lo evidencian; aparte, ahí delante tenía el Coyote a Baal para confirmárselo. De hecho, si cuando se acercaba la primavera no se le hacía algún sacrificio, aunque fuese algún animal en sustitución, entonces Baal no podía subir del Inframundo, para repetir el ciclo otro año sagrado más.

Y ocurrió que, con la muerte de su último sacerdote, ese sacrificio dejó de hacerse, y Baal había quedado en el Inframundo, exiliado y desorientado para siempre. Otro había suplantado su papel de muerte y resurrección anual en primavera, aunque lo que más confundido tenía a Baal era que, en este caso, se habían invertido los papeles: el dios se había sacrificado por los hombres, y no al revés...

Parecía que Baal iba entonces a contar algo que tenía mucha importancia, cuando el despertador llamó al Coyote, para que atendiese sus asuntos al otro lado de la vigilia.


PostData: El Inframundo anteriormente señalado no se corresponde con el infierno cristiano donde van las almas de los pecadores. Si van a algún lado las almas de los difuntos, después de su muerte, eso sólo lo saben ellos. A este Inframundo se puede acceder desde el sótano de la mente, aunque es poco aconsejable porque puede despertar potencias que se encuentran profundamente dormidas, enterradas en nuestro subconsciente, y pocas psiques salen indemnes y con la cordura intacta. El Coyote y los malabarismos que hace con su cordura, eso es otro cantar. Así es él, le encanta estar en la cuerda floja.

domingo, 16 de marzo de 2008

Recordando los Últimos Días


Para contrarrestar el fervor religioso que exudan las calles de la ciudad en esta, la semana más santa del año, le ha venido al Coyote el recuerdo de la herejía conocida como el Espíritu Libre.

Como movimiento popular cuasi-revolucionario, tuvo sus inicios allá por el siglo XIII, y la sombra de su amenaza alcanzó los salones de los más poderosos. Por supuesto, hubo precedentes, que habría que remontar hasta la moda apocalíptica judía alrededor del año 0 y más atrás; moda que desarrollaba ampliamente la idea de la Segunda Venida (del Mesías, claro); bueno, los apocalipsis judíos hablaban de la Primera Venida, por supuesto, lo de la segunda era cosa de los cristianos. Como ya se sabe, en el Apocalipsis se explota la idea de que, en algún momento, la comunidad cristiana se verá reducida y reprimida por una poderosa nación (asimilada sucesivamente a persas, egipcios, griegos y romanos sucesivamente, a saber todos ellos imperios gentiles/paganos, que sometieron al pueblo judío; los cristianos tendrían sus propios perseguidores). Esta poderosa nación, cuya garra se aferrará al globo terráqueo completo, será profundamente antirreligiosa, y perseguirá a los últimos cristianos. Por supuesto, su líder será el mismísimo Anticristo. Al momento de la Segunda Venida, habrá una formidable batalla cósmica, de la que sólo sobrevivirán unos pocos privilegiados, los auténticos cristianos, conocido como el Imperio de los Últimos Días o Reino de los Justos.

Sin embargo, con la esperanza de esta Segunda Venida, obra una transformación del mismo concepto del tiempo. Con el cristianismo, la concepción del tiempo pasa de cíclico a ser lineal. Anterior al cristianismo (digamos, también, al judaísmo) el calendario sagrado anual se establecía en función a los ciclos agrícolas, el mensual según los ciclos lunares, etc. Todos los años eran una repetición de los actos míticos que realizaron los dioses, y los hombres los repiten a su vez en rituales religiosos – al Coyote siempre le ha parecido una fantástica celebración de la vida la fiesta religiosa sumeria anual de la Hierogamía Sagrada, en la que el rey era llevado en procesión hasta el templo de Ishtar, donde consumaba con la sacerdotisa cierto encuentro ritual, que era festejado con una fiesta popular bien regada con vino.

Pero eso era antaño (cuando aún no se habían vuelto locas las estaciones). Todo eso cambió con la histórica implantación del cristianismo. El esquema de la progresión temporal según el cristianismo sería de la siguiente forma:

Creación (Alfa) ----> Paraíso Terrenal/expulsión ----> Primera Venida ----> Imperio del Anticristo ----> Nuevo Paraíso Terrenal o Reino de los justos (Segunda Venida) ----> Apocalipsis (Omega)

Al parecer, los cristianos primitivos se la pasaron esperando que Cristo volviera. Por lo visto, hay una parte del Evangelio donde se pone en boca de Jesús que el Reino de los Justos llegaría antes de que algunos de los que lo estaban escuchando muriesen (y, una de dos, o quien puso eso en boca de Jesús se equivocó, o bien es que entre el auditorio del Mesías estaba el Judío errante...) Como decíamos, eso provocó en los primeros cristianos que su concepción del tiempo, en lugar de centrase en el aquí y el ahora – esto es, en la única vida que iban a tener -, estuviesen pendientes de un hipotético futuro en el que, como en el Paraíso Terrenal, todos los males de la tierra fuesen desterrados.

Y entre estos males encontramos la propiedad privada, por supuesto.

Esta manera de entender el tiempo como una sucesión lineal de fases es característica de occidente. Con el transcurrir de los siglos, se eliminó el trasfondo de salvación religiosa, quedando sólo el apartado de salvación social. Qué decir si no de la línea temporal progresiva del marxismo: Comunismo primitivo – Estado paternal – Revolución y desaparición del Estado – Nuevo Comunismo. No es de extrañar, pues, que herejías como la del Libre Espíritu, que preconizaban que la propiedad privada era un pecado contra la naturaleza, que la jerarquía eclesiástica estaba a partir un piñón con Satán, y estaba dirigida por el Anticristo en la figura del papa, fuesen acogida por la masa de los más desfavorecidos de la sociedad medieval.

Pero esta manera de “teología de la historia” la llevó hasta su extremo un alucinado monje italiano del siglo XII, Joaquín de Fiori, el cual escribió, en la soledad de su celda calabresa, unas profecías bastante inspiradas. En ellas afirmaba que la historia se dividía en tres edades bien diferenciadas, cada una dirigida por una de las personas de la Trinidad. Según fray Joaquín de Fiori, la primera época era la del Padre o la Ley, la época en que Dios estaba pendiente de los creyentes y encima de ellos; luego le seguía la época del Hijo o el Evangelio, y finalmente, la tercera y definitiva, la edad del Espíritu Santo. La primera edad era de sumisión a la figura de autoridad, la segunda de obediencia filial, y la tercera sería el momento en que todos los hombres se librarían del yugo del dolor y el sufrimiento, y todos serían santos, puesto que el Espíritu se encarnaría en cada uno de los hombres. Según sus cálculos, esa época estaba pronta a cumplirse en el momento en que él escribía.

Por supuesto, todas estas fantasías de salvación colectiva estaban muy bien durante la época de persecución de los cristianos, era una creencia que les ayudaba a seguir adelante. Pero bien entrada la Edad Media, cuando la Iglesia ya se encontraba con sus bases de poder bien asentadas, codo con codo con emperadores, reyes y duques, no le convenía a esta que esas creencias se diseminasen por el populacho.

Toda expresión de liberación popular era cruelmente aplastada; físicamente por las fuerzas del Imperio, e ideológicamente, por los teólogos de la Iglesia. La ortodoxia salvó la espinosa cuestión de la Venida del Reino, afirmando que éste se haría efectivo en el interior de cada cristiano, y no de forma literal sobre este mundo. Al interiorizar e individualizar ese proceso de salvación (o auto-superación), estos astutos teólogos cortaron cualquier posibilidad de rebelión y puesta en duda del estátus.

Aquellos pobres siervos, mendigos, parias y leprosos no podían ni sospechar que otros mundos son posibles.