viernes, 23 de mayo de 2008

Personajes históricos fascinantes: Domingo Badía, a.k.a. Alí Bey (segunda parte)

Continuamos con la azarosa e interesante vida de Alí Bey, bautizado Domingo Badía.

El Viaje por Marruecos (I)

  • El plan inicial de Badía consistía en pasar tan sólo unos meses por Marruecos, al parecer el tiempo suficiente de aprender el idioma mandingo(¿?), idioma que a su juicio era de vital importancia para los siguientes pasos de su ambicioso viaje. A saber, internarse hacia el África negra a través de la frontera sur de Marruecos, por Wad Dará. Desde allí tenía pensado recorrer gran parte de la desconocida África – desconocida para los europeos, por supuesto, que los africanos aunque no la llamasen por ese nombre, pero ya conocían su continente -, en total unas 3.250 leguas que, de forma demasiado optimista, calculaba recorrería en tres años. Tenía pensado, entre otras cosas, alcanzar a descubrir las tan ansiadas fuentes del Nilo. Lo cierto es que, de árabe, tan sólo tenía unas mínimas nociones, y se excedió en sobrestimarse, confiando en su fuerza y salud (que, según parece, eran escasas). En esta ocasión, apenas pudo llegar a la frontera sur de Marruecos. También parece que la idea de disfrazarse de mahometano fue de las más brillantes, e imitada por exploradores y viajeros durante parte del siglo XIX.
  • Pero tan sólo la finalidad científica de aquel viaje sería de poco interés para Godoy y la Corona, de manera que a Badía no se le ocurrió mejor idea para endulzarlo, que dejarle caer las posibilidades de anexión territorial que podrían abrirse. Godoy no tuvo que dejarse acariciar mucho los oídos, y su ambición hizo el resto. En sus Memorias cuenta cómo alumbró la idea de usar a Badía como espía, para que comprobase el estado de las defensas de los fuertes de la costa marroquí, y la viabilidad de un asalto por la costa, o cuando menos conocer los entresijos y debilidades del sultán. Para ello, fue avisado a última hora y en completo secreto. Aquello ya no sería únicamente un viaje de investigación científico-geográfica; sería, sobre todo, una labor propia de espías y conjuradores. Por cierto que la idea, originalmente de Badía, se la apropia Godoy como suya al completo. Pero, cuándo no es así con los políticos en éste, o cualquier país.

“Concebí el raro medio de que Badía pasase a aquel Imperio no ya como español, más como árabe... príncipe Abasida, pariente del profeta de Arabia.”

Manuel Godoy, Memorias(1836)

  • Nada más llegar al puerto de Tánger el 29 de junio de 1803, acontece el siguiente diálogo con quien dice ser el capitán del puerto:

“Capitán. - ¿De dónde venís?

Alí Bey. – De Londres, por Cádiz.

C. - ¿No habláis morisco?

A. – No.

C. – ¿De dónde sois, pues?

A. – De Hlaleb (Alepo)

C. – ¿Y dónde está Hlaleb?

A. – En Scham (Siria)

C. – ¿Qué país es Scham?

A. – Está hacia el Levante, cerca de Turquía.

C. – ¿Conque sois turco?

A. – No soy turco, pero mi país se halla bajo el dominio del Padischa (del Gran Señor).

C. – ¿Pero sois musulmán?

A. – Sí.

C. – ¿Traéis pasaportes?

A. – Sí, traigo uno de Cádiz.

C. – ¿Y porqué no lo traéis de Londres?

A. – Porque el gobernador de Cádiz me lo ha tomado y reemplazándolo con éste.

C. – Dádmelo”

Alí Bey, Viajes por Marruecos

  • Una vez en tierras del Moro, Alí Bey debía entrevistarse con don Antonio González Salmón, el cónsul general español en Tánger. Se consideró conveniente no revelarle la intención secreta de Badía, pues González Salmón tenía muchos intereses comerciales en Marruecos, y podría hacer peligrar la misión; en septiembre del mismo año, Guillet, cónsul francés, recibe la carta de recomendación de Talleyrand, y poco después, el cónsul inglés recibe cartas de los amigos británicos de Badía, poniendo en sobre aviso al gobierno de la pérfida Albión, que hace seguir discretamente al viajero. También se indica a Badía el procedimiento para contactar a distancia con Godoy de la forma más secreta y oculta posible: por medio de un enlace personal del mismo Príncipe de la Paz, un miembro del ejército (también bastante aventurero, según parece), el coronel Amorós, que rondaría discretamente por Marruecos a la espera de noticias de Badía. En realidad, había bajado al Moro con la vaga excusa de poner en marcha de nuevo las negociaciones en torno al tema del trigo, que llevaban un poco paradas desde 1799, año en que se firmó el Tratado de Paz, Amistad, Navegación, Comercio y Pesca – por el cónsul González Salmón, por cierto.
  • Según parece, o cuenta Alí Bey, después de que el pasaporte hubiese sido legitimado por el consulado español, el kaid (gobernador) de la ciudad le tomó en estima, e incluso parece que hizo que le instalaran en una buena casa. Aunque antes de eso, el kaid bajo la excusa de que dicha casa no estaba aún preparada, lo retuvo un par de días en su propio palacio. Es de suponer, para ponerlo a prueba por sí mismo. La discreción de Alí Bey hubo de salvarle la vida en numerosas ocasiones, además que no perdía ocasión en mostrarse como un devoto y fiel musulmán, no perdiéndose ni una sola de las oraciones, sin faltar a ni una de las prácticas prescritas por el Profeta, y repartiendo limosnas a diestro y siniestro. Durante un tiempo, sería retenido en Tánger con falsas excusas y muy buena educación. Según los objetivos secretos de Godoy y Badía, éste debía buscar la amistad y confianza del sultán, Mawláy Sulaymán (Muley Solimán, por tierras españolas), “...y, presentada la ocasión, inspirarle la idea de pedirnos nuestra asistencia y alianza contra los rebeldes que combatían su Imperio y amenazaban su corona.” (Godoy, Memorias). Lo cual choca bastante con la realidad histórica, y es que parece que el reinado de Sulaymán fue conocido como una época de paz y prosperidad, o al menos en la época en que Alí Bey arribó por allí. De hecho, ni tan siquiera había revoltosos en aquel momento. Por cierto que la idea de Godoy, de introducir el ejército en un país extranjero, bajo alguna excusa falsa, para una vez allí conquistarlo, es casi idéntica a la que tuvieron los franceses de Napoleón para hacerse con España, y que llevarían a cabo sólo cinco años más tarde de la entrada de Alí Bey en Marruecos.
  • Durante su estancia en Tánger contrató a dos judíos sefardíes como intérpretes; en la misma ciudad tiene la ocasión de entrevistarse con el sultán y otros notables de la corte, que había viajado allí por otros motivos, y le autoriza realizar el viaje. El 24 de octubre de 1803, Alí Bey sale de Tánger en dirección a Fez, siendo despedido por Amorós, con el cual ha hecho amistad y, conjuntamente, han elaborado un “Proyecto de conquista”, sin fundamento ninguno; queda en Fez hasta el 27 de febrero de 1804, donde predice un eclipse de sol el 10 del mismo mes, gracias al moderno instrumental adquirido en París y Londres. Aquella ocasión, junto con su demostrada piedad, llevó a las gentes humildes a suponerle un santo, hacedor de milagros. Aunque esta afirmación, como muchas otras que hace Badía/Bey, pudiera muy bien haber sido exagerada por el mismo interesado; ya se sabe: todos los viajeros son un poco mentirosos, y tienden a engrandecer sus experiencias fuera de casa. Del mismo modo, Bey junto con el coronel Amorós, mintieron no poco sobre su ascendente sobre el sultán, llegando en un momento a decir a Godoy “tengo un Moctezuma en mis manos”. Es cierto que sólo poco después viaja hasta Marrakesh, capital del sultán, donde éste le dispensa cierto trato de favor por la fama que lo precedía; sin embargo, algunos de sus cortesanos empiezan a sospechar de la doblez del Bey, inclusive el mismo secretario personal de Mawlay Sulaymán, Mohamed as-Salawi (no sólo eso, es muy probable que los ingleses, con sus contactos entre la comunidad de mercaderes judíos, ya hubiesen hecho correr la noticia de que el Bey no era más que un farsante, aunque tampoco parece que llegasen muy lejos...)
  • Sin embargo, después de desentrañar la maraña de dobleces, intenciones secretas, ocultas y superpuestas, resulta cuando menos sorprendente la verdadera intención de Badía/Bey, al realizar sus viajes: no era la finalidad científica la que lo empujó a realizar el viaje; tampoco la finalidad política, aunque ambas ganaron mucho peso, y Badía/Bey se dedicó a ello como pudo. La verdadera intención, decimos, fue su extraño sueño de encontrar las ruinas de la hundida Atlántida.
La conclusión, en la próxima entrega.

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