martes, 22 de abril de 2008

Los Sumerios, esos simpáticos desconocidos


Valga la memoria recuperada de la existencia de esta primigenia civilización de la llamada edad del Bronce, como recordatorio de que el tiempo pasa y todo lo iguala. Sus magnificas ciudades de nombres exóticos, sus espléndidos templos dedicados a dioses cuyos títulos y atribuciones nadie pronuncia ya con reverencia, fueron enterrados por el paso de los siglos y toneladas de arena en los cada vez más desérticos paisajes de Oriente Medio. Hasta el punto que muchas de sus ciudades pasaban por montículos naturales, hasta que a los arqueólogos occidentales les dio por hundir la piqueta en aquel terreno.

Desde que alrededor de 1843 el francés Botta descubriera la ciudad de Nínive, los hallazgos y estudios consiguientes realizados en el terreno han permitido a la ciencia y al mundo occidental apropiarse de este pasado, y hoy día es considerable la cantidad de conocimientos adquiridos sobre los antiguos sumerios. Prácticamente sabemos cómo era la vida diaria del sumerio medio, puesto que ellos lo consignaban todo en unas tablillas de arcilla fresca, marcando con un punzón símbolos triangulares en forma de cuña. Estas tablillas cuneiformes, que se han descubierto en cantidades ingentes, recorren todos los aspectos de la vida de los antiguos sumerios: no sólo listas de reyes, epopeyas religiosas o himnos a dioses, también y sobre todo, cuestiones administrativas, tratos comerciales, leyes y disposiciones jurídicas, correspondencia personal y diplomática, incluso manuales de caligrafía, matemática y enseñanza básica (e incluso un curioso y entrañable texto donde un padre muestra sus preocupaciones sobre su hijo y le da consejos para la vida).

Estas tablillas muestran que los sumerios ya habían desarrollado ampliamente todos aquellos campos y muchos otros; no en vano, su civilización se preciaba, antes de ser finalmente asimilada por los persas y otros pueblos, de tener una existencia de al menos cinco mil años, e incluso más. Veamos, se habla de que la proto-ciudad neolítica de el Ubaid existió más o menos entre el 6000 y el 4500 adC. De la cultura de Uruk, predecesora directa de la plenamente sumeria, se sitúa más o menos en el 3500 adC. A partir de ahí empiezan a florecer numerosas ciudades en la zona llamada el Fértil Creciente, o como la conocían los griegos antiguos, Mesopotamia: el país entre ríos. Babilonia, Nínive, Ur, Kish, Lagash, todas se desarrollan y tienen su momento de esplendor, su momento de auge y su caída. Babilonia fue arrasada consecutivamente por numerosos reyes e imperios, hasta que finalmente Alejandro Magno la destruyó por completo, y sembró su tierra de sal, haciéndola desaparecer para siempre.

Anteriormente a los primeros descubrimientos arqueológicos y al desciframiento del cuneiforme, tan sólo se tenían leves nociones, por los relatos del Antiguo Testamento, y acaso algunas referencias de historiadores griegos. La afamada Ur de los Caldeos, con su temible rey soberano Nemrod, el mismo que ordenó construir la inacabada torre de Babel. Algunos intérpretes positivistas de la Biblia han creído ver en la figura de los ziggurat sumerios la base real para los mitos de la torre de Babel. También, a la luz de los descubrimientos de las tablillas (incompletas) del Poema de Gilgamesh, se ha creído ver en el relato de Utnapishtim la primera versión del Diluvio Universal de Noé. Igualmente sacaron de las numerosas e interminables listas de reyes míticos sumerios el modelo para su propia y tediosa lista de patriarcas del Antiguo Testamento. Pero la imagen que traslucía de los relatos bíblicos era de un reino poderoso y hegemónico, con reyes sabios y terribles. Y, por supuesto, todos ellos un hatajo de idólatras, paganos y lascivos. Cosa que no era así del todo en absoluto.

En la época de mayor apogeo de los reinos de Sumer y Akkad, los hebreos no pasaban de ser más que una sucia tribu nómada de pastores, localizados durante algún tiempo en los textos antiguos como los habbiru, que apenas se acercaban a las ciudades y enclaves de civilización, quedándose en las afueras para mercadear sus miserables bienes; y eran, por cierto, tan politeístas como cualquier otro pueblo de la zona, e incluían en su panteón tantas diosas como el que más – y esto fue así hasta bien entrado su asentamiento, en los reinos de Israel y Judea. Su visión de los reinos sumerios estaba mediatizada por su época de cautiverio entre los persas, así como una lejanía en el tiempo que convertía a los sumerios ya en legendarios (la época de los gigantes, es de suponer).

Al Coyote le hacen reír la cantidad de fascinados/hipnotizados con la cultura egipcia, como si ésta hubiera sido la culminación de los pueblos antiguos, conocedores de extraños secretos milenarios, y demás. Pues bien, los egipcios, aparte de la curiosidad estética de sus obras, no eran gran cosa comparados con los antiguos sumerios. El momento de desarrollo y mayor apogeo del reino egipcio, como por ejemplo el Imperio Medio, sería alrededor del 2000 adC. Y, se pregunta el Coyote, ¿cuántos milenios llevaban de ventaja los sumerios, que como hemos dicho venían despuntando desde el 3500 y más atrás?

Bueno, y de Europa, quizá fuera mejor no hablar. En aquella época, poco tiempo hacía que habíamos salido de entre los bosques con taparrabos y apenas se había empezado a experimentar con las vasijas de cerámica, y del tema de trabajar el bronce habían oído hablar a algunos mercaderes extranjeros, si acaso.

La noción y/o percepción de la Historia (así, con mayúsculas) que tiene cada individuo es diferente, y proviene de distintas y variadas fuentes en distintos momentos. Ciertamente, la versión oficial de la Historia – que también cambia – es una de las más distorsionadas. Hay gente cuya noción del pasado no llega más atrás de los años sesenta, hay otros a los cuales no llega más allá que la de su propio pasado personal. Para el Coyote, en algunos momentos, resulta mareante manejar magnitudes temporales de ese calibre. Sólo desde el año cero llevamos solamente dos milenios, y apenas hemos asomado al tercero (y viéndolas venir); y aquellos tipos sumerios, de creer la versión oficial, desarrollaron su civilización cerca de cinco mil años, antes de hundirse por colapso, y su influencia se sintió en imperios y culturas posteriores durante siglos.

El Coyote es de la idea de que si R. E. Howard, el ínclito creador de Conan, el bárbaro, hubiera sido un poco más persistente en su documentación histórica, seguramente habría podido encajar sus aventuras en una edad del Bronce perfectamente histórica. Demasiado esfuerzo mental, encajar y sincronizar lo que ocurría en todas aquellas culturas y reinos, en un escenario geográfico tan extenso. Mucho mejor extrapolarlo a una hipotética época anterior (la Era Hyboria), inventarse los reinos a conveniencia y darle ese aire de antigüedad exótica. Aunque, según asegura el Coyote, Howard era un soñador experimentado, y era capaz de proyectar su yo astral a vidas pasadas, remontar hacia atrás en el tiempo, y vivir de nuevo lo que sus ancestros vivieron, el clásico soñador arquetípico. Una lástima que se pegase un tiro con treinta años.

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