lunes, 14 de enero de 2008

Interludio: Del Amor y otros Demonios

Como decía no sé quien, "el amor es algo que empieza no se sabe cómo, y acaba no se sabe cuándo".
Hace relativamente poco tiempo que el Coyote se ha percatado de que lo que más le gusta del amor es que sea breve y muy, muy, muy intenso. Al menos en esto, el Coyote se considera un caballero chapado a la antigua, ya podéis imaginar: "un caballero no cuenta sus secretos de alcoba".
Pero lo cierto es que no se le podía ocurrir una mejor manera de empezar el nuevo año; y también se ha percatado de otro detalle: se está haciendo viejo. Demasiado tabaco, demasiado poco (o nada) de ejercicio, le terminan dejando baldado. Sí, así es: estuvo secuestrado más de dos días, sin poder salir de la habitación de cierta señorita (bastante más joven que él), y el pobre terminó con agujetas en partes del cuerpo que ni siquiera sabía que existían, y tuvimos que aguantar sus quejidos durante unos cuantos diás (pero como dice el otro, sarna con gusto no pica).
Sí, breve pero intenso, como un fuego abrasador. Porque, y esto es cierto, en cuestiones sentimentales es casi mejor no alargar la cosa más allá de cierto punto, porque cuando la pasión se termina, el sentimiento torna en afecto, y puede llegar ese terrible momento en que se hacen las cosas casi por obligación, forzadas y en absoluto auténticas. Entonces es cuando esa persona tan especial, a la que le hiciste un hueco en tu corazón, ante la cual te dejaste vulnerable, y que te tienen en su poder - metafóricamente, claro -, puede llegar a hacernos mucho daño. De hecho, quien más daño puede hacernos es quien más cerca está de esa parte blandita y sensible que es el corazón de los pobres mortales.
Deseo juega con nosotros como si fuésemos marionetas, nos maneja a su antojo, y al final siempre le parece adorable que lloremos de dolor por alguien.

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