miércoles, 23 de enero de 2008

La atribulada vida del doctor Torralba (otra continuación)

Reseña biográfica

Ahora sí, definitivamente; ahora sí que pasamos a enumerar algunos momentos puntales en lo que se conoce de la vida del doctor Eugenio de Torralba, calificado por don Julio Caro Baroja "el mago más famoso del Renacimiento español o hispano-italiano".

  • Aprox. 1485-1490: Nacimiento del doctor Torralba en Cuenca (ciudad mágica, según nos comentan); proveniente de familia de cristianos viejos, hidalgos y caballeros. Ningún antecedente inquisitorial.
  • Aprox. 1500: Es enviado por su familia a Italia, Roma, para que se ilustre y eduque. Estudia Medicina y Filosofía, bajo la protección del obispo de Volterra (de quien los propios anales pontificios lo señalan como un personaje tanto intrigante, como cortesano y culto al mismo tiempo).
Inciso: Además de todo el caldo de cultivo esoterista/mágico (con raíces hundidas en el neoplatonismo y la kabbalah, como hemos comentado anteriormente), que recorría los ambientes eruditos de Europa, en Italia se debatía con no menos pasión - aparte de con un cierto riesgo para la propia vida - sobre la veracidad de la inmortalidad del alma; ahí se encuentra la famosa Escuela de Padua (bueno, eso de famosa es en su casa a la hora de comer, que hoy ya nadie recuerda ni a Pomponazzi, ni sus acaloradas demostraciones de que Aristóteles nunca llegó a defender, ni admitir la inmortalidad del alma). Afirmar semejante cosa parecería muy audaz en la época y en el lugar. Pero los prelados de la Iglesia, aquejados de un esnobismo muy característico de todo arribista, les protegían porque les parecía divertido, hasta que se cansaban de ellos (o por motivos políticos), y los dejaban en manos del corrector Santo Oficio... Queremos decir que, en un principio y aunque Roma fuese la capital de la Iglesia, parecía haber cierta tolerancia a creencias e ideas heterodóxas. Ya veremos que esto llevó a un exceso de confianza a más de uno, y finalmente los dirigió directamente a la hoguera.

  • Aprox 1507: El doctor Torralba entra en amistad con un tal "fray Pedro", fraile dominico, el cual le cede en préstamo vitalicio la propiedad y uso de su "ángel bueno", llamado Zaquiel o Zequiel. Cuentan que éstas fueron sus palabras: "Yo te e llamado y e hecho venir aquí para que sirvas y hagas lo que Eugenio de Torralva te dixere para que le acompañes todo el tiempo de su vida." Como vemos en este caso, no hay aquí rastro de invocación, pacto ni ninguna parafernalia satanista al uso, más bien al contrario, parece más bien un ruego amistoso lo que el tal fray Pedro le hace a Zaquiel.
  • Así es como el doctor Torralba describe al tal Zaquiel (al cual sólo podían ver él, y los que el espíritu quisiera que pudiesen verle): asemejaba un hombre joven y venusto (que significa hermoso al tiempo que afeminado, es un término en desuso, que proviene de Venus), de color blanco con una especie de cendal rojo, sobre el que llevaba una sobrevestidura negra. Zaquiel le hablaba en latín e italiano, y al parecer no consentía que le tocasen - cosa sin duda harto difícil, siendo un espíritu incorpóreo. No solía aparecerse nada más que al propio doctor, aunque en cierta ocasión el cardenal de Volterra afirmó haberlo visto, e incluso haber hablado con él (quizá una pequeña mentirijilla para hacerse el importante, o quizá realmente se le apareció). Como signo de que era un espíritu benigno (muy similar en esto al daimon de Sócrates), el doctor Torralba contó - al tribunal de la Inquisición - cómo en cierta ocasión, estando en el puerto de Nápoles con otro español, éste le propuso llevarlo a alguno de los muchos lupanares del lugar, cuando recibió un empujón de la nada (o de Zaquiel, hemos de suponer), que lo hizo desistir. Según parece, el nombre del espíritu proviene del apócrifo y muy prohibido "Libro de Henoch" - el cual es una suma tal de dislates, que ha dado ocasión incluso de encontrar en él pruebas de la visita de civilizaciones extraterrestres en la antigüedad. En él, como decíamos, se cita a un tal Zakiel, que es un nombre con una sonoridad hebrea, y además nombre de ángel: la terminación -el, significa algo así como "del Señor", puesto que El es uno de los nombres de Dios (no sólo para los hebreos, ya que como El era adorado también el distante dios creador de los canaaneos). Por cierto, que el doctor también nos cuenta la procedencia de Zaquiel: al parecer era oriundo de la India Alta, en concreto del legendario reino del Preste Juan (localizado, según algunos, en el pequeño reino cristiano-nestoriano del kan Togrul, de los kereyit o kerait, asimilados finalmente por los mongoles de Gengis), aunque no sería de extrañar que proviniese de un reino un poco más al este, y un poco más subterráneo...
  • De su asocación con Zaquiel se sigue la gran fama que alcanzó el doctor Torralba como médico, el cual daba solución a las enfermedades más raras de la época. El Coyote me interrumpe para obligarme a contar lo siguiente: Esto le recuerda al cuento popular en que un médico se hace amigo de la Muerte, y esta le dice que cuando vaya a visitar a un enfermo obre de la siguiente manera: cuando vea a los pies de la cama del enfermo a la Muerte significa que sanará; sin embargo, si la Muerte se encuentra en la cabecera, indefectiblemente, el enfermo caerá, de manera que el médico podría aceptar sólo casos en los que podía saber si el enfermo sobreviviría. Su fama llegó a hacerse tan extensa, que fue llamado para que curase al rey de cierto mal que lo aquejaba. Como el médico viese que la Muerte se encontraba junto a la cabecera, no se le ocurrió otra solución más ingeniosa que dar la vuelta a la cama, para poner a la Muerte a los pies de ésta...
  • Pero volviendo al tema que nos ocupa, no parece que en la época ni el lugar en los que el doctor Torralba se encontraba fuese cosa de ocultar sus escarceos con asuntos esotéricos, e incluso es posible que hiciese gala de ello entre tanto artista descreído, filósofo materialista y prelados tolerantes y esnobs, que organizaban elevadas tertulias intelectuales. Y como con el famoso cura de Bargota, nuestro doctor también hacía gala de tener conocimiento de asuntos que ocurrían en lugares lejanos y distantes (y es que parece que Zaquiel era especialista en política internacional). Así, se cuenta que en 1510 profetizó la derrota de don García de Toledo en la isla de Gelves, nada menos que ante el Gran Capitán y el cardenal Cisneros; luego, en 1516 profetizó la muerte de Fernando el Católico. Sólo un año después, se conoce que debió prever la conspiración iniciada por el cardenal Petrucci contra el papa, en la que al parecer participó activamente su mecenas y protector, el cardenal de Volterra. Como parece que Zaquiel le avisó de que León X finalmente ordenaría la muerte de los conjurados, y sabiendo de la caída en desgracia de su protector, el doctor Torralba decide dejar el enrarecido ambiente italiano, y volverse a España. En 1519, encontrándose ya en España, el doctor avisa al duque de Béjar de la conjura de los comuneros.
  • Durante cerca de diez años, el doctor pasa una vida de cortesano, durante un tiempo vive en la Corte, se traslada una temporada de nuevo a Roma (donde ya había muerto tiempo atrás su antiguo protector, el cardenal de Volterra). Finalmente, en 1527 lo encontramos afincado en Valladolid, al servicio de doña Leonor de Austria, hermana de Carlos I.
  • El 6 de mayo de 1527, un abigarrado contingente de mercenarios españoles, alemanes e italianos, bajo las órdenes del condestable Carlos de Borbón, procede al saqueo y pillaje de la ciudad santa, Roma. Los soldados llevaban meses sin cobrar, encontrándose en tierra inhóspita y enfrentándose a las fuerzas combinadas de los condottieri, señores de la guerra, con el apoyo de franceses y del partido de los papistas. Cuando por fin las fuerzas imperiales se hicieron con la victoria, ningún mando fue capaz de impedir el saqueo conocido como el Saco de Roma. Aquellas fueron unas jornadas terribles, de barbarie y destrucción como no se han conocido. El bueno del doctor, según narró posteriormente al tribunal de la Inquisición, dormía apaciblemente aquella noche en una posada en Valladolid; fue despertado entonces por Zaquiel, que le informó de que un suceso terrible acontecía en Roma en aquellos instantes. Sin darle tiempo para muchos preparativos, en una hora y media le transportó en volandas hasta una azotea de Roma, donde contempló durante media hora el desastre. Luego, en otra hora y media, estuvo de nuevo en su habitación, en la posada de Valladolid, como si no hubiera pasado nada.
  • Entre las amistades más duraderas del doctor se encontraba cierto hidalgo, llamado don Diego de Zúñiga. Éste había sido capitán de infantería en Valladolid, y al parecer también era pariente del duque de Béjar. El doctor y don Diego se conocían ya de la época en que ambos estuvieron en Italia, y parece que desde entonces el doctor Torralba le había hecho confidencias a don Diego sobre la existencia de su "espíritu familiar". Pero es sólo muchos años después, alrededor de 1527, vivendo ambos en Valladolid, cuando don Diego se decide a pedir al doctor hacer uso de su familiar. Según parece, este don Diego de Zúñiga vivía como huesped de una viuda, en cuya casa se rumoreaba que estaba escondido un tesoro - todo muy cervantino y quijotesco, por cierto. Tanto el soldado como la patrona solicitaron al doctor que preguntáse a Zaquiel cómo podían recuperarlo. El bueno de Torralba (quizá por no pillarse los dedos, quién sabe) les dijo que Zaquiel había asegurado que aún no era el momento de recuperar el tesoro, puesto que estaba custodiado por dos espíritus encantados de tiempos de los moros.
  • La respuesta de Zaquiel no debió agradar demasiado a don Diego que, poco después, se dirigió al tribunal del Santo Oficio en Valladolid. Con su denuncia de los tratos nigrománticos del doctor y otras calumnias, la Inquisición dio orden de que se diera preso al doctor Eugenio de Torralba. Aquí empieza su proceso, que duraría cerca de tres años llenos de interrogatorios, aislamiento y tormentos varios.
La conclusión, en la próxima entrega. ¡Y con anotaciones del Coyote!

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