domingo, 8 de abril de 2012

Qarnis Qum: un epílogo

“Sabias fueron las palabras de Ibn Schacab, quien declaró que no existe tumba más feliz que aquella que no alberga a un hechicero, tan dichosa como esa ciudad anochecida que ve a todos sus brujos reducidos a cenizas. Tiempo ha que corre el rumor de que el alma vendida al diablo no sólo rehúsa abandonar su recipiente de arcilla sino que ceba e instruye a los mismísimos gusanos que le devoran, hasta que de la corrupción brota un espantoso simulacro de vida, plagada de groseros carroñeros subterráneos. Se excavan en secreto hoyos inmensos donde debería bastar con los poros de la tierra y han aprendido a caminar seres que no deberían sino arrastrarse.”
Abdul al Hasr´d, Qitab al Azif



Una necesaria introducción y una explicación innecesaria

Era algo que había quedado pendiente. Hace un par de años que se publicó toda la información que poseíamos, concerniente a los actos y sus consecuencias (sobre todo estas últimas) del así conocido como Qarnis Qum: el hechicero supremo de Poseidonis, la fabulosa capital del sumergido imperio atlante. Por el bien de nuestra escasa cordura, nos vimos en la necesidad de dar un punto final con cierta precipitación: la maligna influencia de este “warlock” se dejaba sentir incluso miles de años después de su sepultura, en algún punto indeterminado del actual Sudán; ominosos sueños y visiones, con voces de ultratumba acosaban nuestras noches, hablándonos en idiomas muertos y olvidados. Sin embargo, la historia de Qarnis Qum no es una historia lineal, además de ser una historia colectiva (en el sentido de que son muchas historias, aparentemente inconexas, que en algunas ocasiones han marchado sincronizadas), de manera que en cualquier momento podían surgir nuevos datos que ampliasen nuestra visión de todo aquello. Y, efectivamente, así ocurrió.

El Viejo Coyote nos apareció una mañana con un cartapacio de abultado contenido. Dejándolo caer en la mesa de la cafetería, nos retaba con gesto teatral. Como nos había contado de forma fragmentaria, entre continuas interrupciones, rodeos y cambios de tercio, hacía tiempo que el Coyote había conseguido el carné de la biblioteca de Babel, y con ello el acceso potencial a cualquier biblioteca del multiverso. Alguno de los presentes ya había aludido a la escasa fiabilidad de los libros sacados de allí: la mayoría sólo contenían palabras absurdas, frases inconexas, e incluso de un libro medianamente coherente, podía encontrarse allí otro refutando al primero. Recuerdo que el Coyote, apurando la colilla, aseguró de forma prepotente que en cuanto a información se tratase, poco importaba que esta fuese o no verdadera: lo importante siempre había sido el uso que se le diese.

De manera que, derrotados por su lógica, abrimos la carpeta y echamos un vistazo a su interior. Por supuesto, no eran libros, no habrían podido caber dentro de ella: la mayoría eran archivos, folios mecanografiados con membrete, informes oficiales escritos en jerga burocrática, páginas arrancadas de diarios personales, recortes de prensa y demás papeles; había incluso un par de microfilms. La mayoría estaban amarilleados, y tenían el aspecto de haber pasado más de dos décadas olvidados, entre anaqueles polvorientos. Hasta que el Coyote asomó su hocico por las estanterías.

Pero fue su contenido lo que más nos sorprendió. De manera que después de verificar algunos hechos, organizar y ordenar cronológicamente toda aquella información, damos a conocimiento público los últimos estertores de esa historia que empezó en los albores de la civilización, entre la blanquecina espuma de las inmensas olas que produjo el hundimiento de la Atlántida, una historia cuya agonía comenzó a finales del siglo pasado.

Como la cantidad de material reunido daría para unas cuantas entradas de este humilde blog, y no estamos por la labor de dedicarle mucha más atención a un tipo tan nefasto y peligroso como fue (¿o es?) Qarnis Qum, he aquí un resumen de su contenido, en orden más o menos cronológico. Deseamos que, con esto, se cierre por completo el círculo.

(Advertencia: algunos nombres y fechas han sido alterados, para evitar conclusiones desagradables)



- Fragmento de la así llamada “Corónica Menor del Regnado del Rey Alfonso X”, atribuida a fray Pero de Ainsa, que publicamos íntegramente, como curiosidad histórica:

"Capítulo XVI: De cómmo el rey rescibe el presente que el Sultán de los moros le havia embiado et de las distintas reacciones que avia susciptado

En los diez e ocho annos del regnado deste rey don Alfonso, que fue en la era de mill e trezientos et ocho annos et andaua la naçençia de Ihesu Christo en mil e dozientos e setenta annos, pues acaesçió que el rey don Alfonso fue rescibido de un presente que le auía embiado el Sultán de los Omeyas, del reino de Damasco1; et uenían a descir las embajadas deste rey moro que era éste presente de buena voluntad, mas resultó que eran unas tablas de piedra escriptas con símbolos desconoscidos en la cristiandad; et pensando el buen rei que eran escriptos moros concernientes a sabiduría astrológica, hízolos embiar al scriptorium de sabios que hauía fecho instalar en Toledo.

Et commo quier que los sabios se encontraron estupefactos, ante la escriptura ignota de las tablas del Sultán, se dedicaron a la tarea de traduçirlo con zelo e empeño; et otrosí viendo los terribles e blasfemos conoscimientos que desuelaban las piedras del Sultán, moros, judíos et cristianos por igual, soliçitaron merced al rei para detener la traducción, cosa que el prudente soberano ordenó facer, sorprendido de que, por una vez, sabios de las tres religiones estuviesen de acuerdo en algo; incluso los más fanáticos alcanzaron a aconsejar la destrucción inmediata de las tablas, por que non quedar rastro déllas en la faç de la tierra, pues no pocos habían temido, pues barruntaban que aquestas tablas estavan malditas, et que sólo trauían desgracias a sus poseedores.

Et otrosí cada uno de los sabios a quien se había encomendado la labor, habían tenido fatal destino como sigue; Frai Mauro Ferrán fue muerto fulminado, en el mismo scriptorium, apenas comenzó a vislumbrar el significado terrible de aquellos signos; et otrosí el sabio moro llamado Alarbí aseguró que, desde que se puso al trabajo de traduscir, Satán le enbiaba sueños de malévolas imágenes en todas las noches, et un día tomó unas hierbas en su poder, matándose acosado por infernales visiones; i el maestro Yehuda ben Rehab, saltó una noches por su ventana, guisado en alaridos de terror, et según aseguran los últimos que lo vieron con vida, huyendo de seres invisibles que sólo él podía ver.

Et otrosí, al poco de acaesçer aquestos sucesos, vieron que el maestro judío Isaak ben Moshe, quien havía participado en labor de traduscir el Libro Complido de los Judicios de las Estrellas, del moro Abenrajel, et havía asistido al anciano Yehuda ben Rehab en su intento de traduscir las tablas del Sultán, hauíase ydo, lleuándose consigo las tablas; como quiera que el rei don Alfonso no quiso fazer por perseguirlo, el presente del Sultán de Damasco se perdió con él; et no faltaron quienes corrieron la suerte de que aquello era mejor, si era cierto que aquellas tablas de piedra estaban encantadas, et que el rei moro sólo havía mandado el presente para fechar una maledicçión al buen rei cristiano. Tampoco faltaron commo los hubo, quienes dijeron que todo aquello sólo eran superstiçiones, et consejas.

Addendum:

Luego de escribir aquestas letras, sabido se ha que el tal maestro judío Isaak ben Moshe, hauiendo marchado con las tablas del rei moro, húbose instalado en algún condado de la Provença, et aunque otros discen que lo fue en la ciudad de Lyon; et aún supo este fraile de corto entendimiento que el tal maestro Isaak era conoscedor de esa práctica de adivinasçión heretical llamada por los judíos como Cábala, et que huvo de tommar por disçípulo a un tal Eleazar bar Jacub, a quien se disce húbole de legar las malfadadas tablas del rei moro."

Cabe anotar aquí un error de imprecisión por parte del cronista; en el año tratado, esto es, 1270, el poderío en el mundo musulmán había pasado consecutivamente de la familia Omeya, con sede en Damasco (quienes habían creado el Califato independiente de Córdoba en el año 939, disgregado finalmente en los llamados reinos taifas), a la familia Abasí, que desplazó la capital del imperio a la ciudad de Bagdad. Aún así, ésta había de caer por el embate de los pueblos mongoles más de cincuenta años antes del momento de las crónicas; y en aquellos momentos, Damasco pasaba por ser el bastión del Islam, frente a las fuerzas cristianas reunidas por la Cruzada, regida en aquellos momentos por Sultanes selyúcidas. Posiblemente habría que señalar en uno de éstos últimos como el "rei moro" de Damasco, a quien se refiere fray Pero, en su crónica, no sea otro que el célebre sultán mameluco Baibars, quien llegó a ver expandidas las fronteras de su imperio hasta el interior de tierras Nubias. No obstante llevar el título de Sultán de Damasco, se lo conoce principalmente por serlo de Egipto, con capital en El Cairo. Nótese que, al tener la capital en El Cairo, resulta mucho más creíble la vinculación con estas tablas que se citan.


- Los siguientes textos están formados principalmente por documentos clasificados de alto secreto por el Estado Mayor alemán, entre los años 1933 y 1945, o como se indica al principio de cada documento Komandosache, Hoechst Vertraulich (Asunto Oficial Secreto), entre los cuales destacan:

a) Fragmentos del diario personal de Walter Schlesienberg, dotado lingüista, especialista en lenguas muertas y miembro de la Ahnenerbe (Instituto para la Investigación de las Raíces Espirituales de la Herencia Ancestral Alemana). Según parece, sus cualidades naturales para los idiomas, y su conocimiento exhaustivo del egipcio arcaico, especialmente de la escritura llamada hierática, lo hicieron candidato perfecto para encargarse de la traducción parcial del “Liber Hyperboreas”.

Como se recordará, en aquellos años una copia de tan nefasto libro pasó a formar parte de las propiedades de la Ahnenerbe (puesto que el Partido Nazi había ordenado la disolución de numerosas sociedades secretas, entre ellas la Sociedad Thule, en cuyos fondos se hallaba anteriormente). Sin embargo, las primeras conclusiones a que llegaron los especialistas fueron que dicho libro estaba incompleto, y que resultaría imposible reconstruir una invocación completa de Qarnis Qum – pues otro no era el objetivo de aquellos locos peligrosos. No sólo la copia que obraba en su poder estaba incompleta, sino que además, el mismo “Liber Hyperboreas” no era más que una traducción parcial de las tablillas que habían sido extraídas de la perdida tumba de Qarnis Qum. De manera que se dieron cuenta de que se encontraban ante un callejón sin salida.

Y todo aquello habría quedado así de no ser porque, de alguna manera, los nazis consiguieron recuperar las tablillas originales de la tumba de Qarnis Qum. Aquellas que, según dice la leyenda, fueron enterradas con él, durante la víspera del hundimiento de la Atlántida; las mismas en las que, según dicen, el hechicero supremo de Poseidonis consignó toda su terrible sabiduría, e hizo sepultar con él en su letargo parecido a la muerte. Las mismas tablillas que, siglos después, serían robadas por unos ladrones de tumbas, y que el Sultán de Damasco regaló al rey castellano Alfonso X, dejándolas a su vez el rey en manos de sus sabios traductores de Toledo. Tablillas que, con intención de evitar que tales blasfemos conocimientos salieran a la luz, robó un maestro cabalista sefardí, que terminó instalándose en el sur de Francia. Y de alguna forma, estas tablillas pudieron ser vistas por un desconocido alquimista francés, que fue quien finalmente se dedicó a lo que se pensaba la traducción completa de las perdidas tablillas de la tumba de Qarnis Qum, el tristemente famoso “Liber Hyperboreas”. Es de suponer, que las tablillas habían pasado en herencia directa por todos los descendientes del rabino sefardí que se hizo con ellas, hasta que terminaron en las del último en la línea de sucesión, que dio con sus huesos en un Konzentrationslager, una vez fue expoliado por los nazis de sus posesiones valiosas y humillado en su dignidad hasta un punto indecible.

Por supuesto, en su diario, Walter no menciona nada de esto último; en cambio, nos narra la emoción de la responsabilidad de tal tarea: para él, su labor no era otra que ser el primero en descifrar un idioma perdido, el Atlanteano, como él había dado por llamarlo. Según deja entender, el contenido esotérico de la obra no le interesa en absoluto; son los detalles técnicos los que le atraen realmente. Las tablillas de la tumba de Qarnis Qum, aunque estaban consignadas efectivamente en alfabeto egipcio, sin embargo, la lengua en que estaban escritas seguía siendo totalmente desconocida para el lingüista, de no ser por la aparición de Otto Gross.

La imagen que Walter deja entrever de este oficial de la SchutzStaffel (SS) es de respeto rayano en terror. Ese hombre daba miedo real a Walter, pero gracias a él, su labor pudo avanzar enormemente. Según se entiende, Otto Gross debía ser algo así como una especie de comando de una sola persona, encargado de trabajos más bien íntimos y de delicada manufactura, a quien en algún momento se le otorga la dirección del proyecto: Fenris. Pues fue gracias a él, y no a otro, que se pudieron recuperar las tablillas mencionadas.

(continúa en la próxima entrega)

Para tener una visión completa de todo el asunto, aquí se narran los hechos precedentes de estas historias sincrónicas:

Primera Parte

Segunda Parte

Tercera Parte

Cuarta Parte

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