sábado, 9 de febrero de 2008

La atribulada vida del doctor Torralba (y conclusión)

Ante todo, y en primer lugar, supongo q deberíamos dar algún tipo de explicación; hemos tardado tanto en retomar El Blues del Coyote, entre otras cosas, porque el viejo Coyote ha vuelto a desaparecer como antaño. Sólo es que esta vez está tardando más que nunca en volver (quiero decir, con otras palabras que es la vez que más tiempo lleva sin dar señales de vida). Algún miembro del equipo ha propuesto, a modo de rechifla, realizar una sesión de espiritismo, contratar a una médium - ignoro porqué insiste en que tenga que ser una mujer, pero me imagino las razones... En el fondo no es tan mala idea: no sería la primera vez que buscando una cosa (espíritus de difuntos, en este caso) se encuentre uno con otra cosa (el cuerpo astral del Coyote, vagando desde algún reino onírico, deslizándose por el vacío entre los mundos - no-lugar éste, a donde parece que el Coyote gusta de marchar cuando siente que tiene que estar solo).
En cualquier caso, antes de desaparecer, dejó algunas notas inconclusas sobre la cuestión de los hechos referentes a la atribulada vida del doctor Torralba, de manera que en esto al menos podremos continuar y darle una semi-digna conclusión.
Ahí van, entonces, los últimos datos concernientes al tema que nos ocupa:

Proceso inquisitorial (1528-1531)

  • 1528, 10 de enero: Primera audiencia del tribunal del Santo Oficio, dirigida por el reverendísimo doctor Ruesta, inquisidor de Cuenca, y atendida por el notario escribano Francisco de Herrera. Se ordena comparecer al doctor Eugenio de Torralba (el cual ya debía llevar unos días en la cárcel, en aislamiento absoluto). El inquisidor le comunica cómo existe una denuncia contra él por "cosas que ha hecho y dicho y cometido contra nuestra Santa fe Cathólica tocantes a eregías" (sic). Todo esto, por supuesto, acompañado de los procedimientos burocráticos correspondientes, que incluían juramentos, amonestaciones y demás parafernalia jurídica. Cuando se le da opción al doctor Torralba de hablar, éste declara que se considera católico convencido, e insiste en la limpieza de sangre de su linaje, y la falta de antecedentes hereticales en ella; después, sin embargo, reconoce tener a su servicio un "ángel bueno" (el bueno de Zaquiel, a quien ya conocemos), y relata toda la historia de cómo conoció en Italia al fraile dominico y cómo éste se lo cedió. Aquello debió dejar perplejo al inquisidor, que - más burócrata que caza-brujas - no debía estar acostumbrado a que los reos reconociesen tales hechos (por más que en la mentalidad de un inquisidor no cabía la posibilidad de que fuese realmente un ángel, a lo sumo un espíritu demoníaco que lo tenía engañado: téngase en cuenta un importante detalle, y es que una vez que la Inquisición te apresaba debías tener por seguro que eras culpable, el Santo Oficio nunca se equivocaba). Luego el doctor pasó a contar cómo Zaquiel se le presentaba en ocasiones para proferirle hechos políticos de suma importancia que acontecían en aquellos momentos en lugares lejanos, así como algunas profecías (claro que éstas, contadas tiempo después de que hubiesen ocurrido aquellos hechos, tenían un carácter retrospectivo que les restaba bastante credibilidad). En esta misma sesión, entre otras, el inquisidor le preguntó si había realizado con aquel espíritu algún tipo de pacto contrario a la fe. Hayque reconocer que las preguntas de este tipo no eran nada tendenciosas... El doctor Torralba insistió en la bondad del espíritu, en cómo éste le guiaba y aconsejaba siempre dirigiéndolo hacia una recta y cristiana moral. Incluso, al parecer, reconoció que éste se le llegó a aparecer en un par de ocasiones dentro de iglesias, cosa que debió escandalizar no poco a los miembros del tribunal (un espíritu demoníaco en suelo consagrado, tamaña infamia).
  • 1528, 11 de enero: Al día siguiente se hace comparecer al doctor de nuevo frente al tribunal. En esta nueva comparecencia el doctor cuenta cómo Zaquiel se aparecía en función a las fases lunares, y que él mismo no podía llamarlo cuando quisiese, era Zaquiel quien venía por su cuenta. En estas visitas el espíritu le contaba cosas futuras relacionadas con altas personalidades de la política y la Iglesia (con algunos de los cuales el mismo doctor se había codeado durante su estancia en Italia; esto debió tener algún peso en las decisiones de los inquisidores, el hecho de que el doctor Torralba estaba muy bien relacionado en las altas esferas, y además el doctor insistía en que algunas de estas personalidades habían asistido a sus hechos maravillosos. Claro que, como todos los que citaba habían muerto hacía tiempo, no había manera de refutarlo). Luego, el inquisidor le preguntó sobre si su espíritu le había transportado alguna vez por los aires, llevándolo a sitios lejanos. Aunque de sobra era conocido cómo el doctor había alardeado en ocasiones de su viaje aéreo a Roma durante el famoso saco, en esta ocasión aunque negó haber volado, sí admitió que el espíritu se lo había propuesto alguna que otra vez, pero que él había rehusado. Negó parcialmente algo que, más adelante, admitiría totalmente.
  • 1528, 17 de marzo: cerca de tres meses tuvo encerrado y aislado el inquisidor doctor Ruesta al bueno de Torralba hasta que volvió a llamarlo. Supongo que estos largos días de aislamiento debían servir para quebrantar la voluntad del acusado. Entre otras cuestiones nada tendenciosas, el inquisidor le preguntó si era cierto que había afirmado en alguna ocasión que Zaquiel fuese "príncipe de los espíritus malignos que fueron echados del cielo". En esta misma sesión, el doctor Torralba confiesa todos sus viajes por los aires, inclusive el famoso a Roma. Siguiendo esta lógica, el inquisidor le preguntó si, estando encerrado en las cárceles de la Santa, no se le había aparecido el "ángel" y le había ofrecido salir de allí por medios mágicos. El doctor, como buen hidalgo respondió con astucia que, dado que no había en su familia rastro de infamia ni herejías, no quería ser él con estos actos el primero en manchar su honor. En aquellos momentos, el doctor quería dejar claro que, si Zaquiel era un espíritu malo, a él lo había engañado haciéndose pasar por bueno.
  • 1528, 18 de marzo: Al día siguiente continuó la audiencia, teniendo que responder a los cargos de acusación que contra él había hecho el denunciante, don Francisco de Zúñiga, su antiguo "amigo". Según hace notar don Julio Caro Baroja, se deja ver por los papeles del proceso que los inquisidores no debían tener mucho respeto por el tal don Francisco, el cual se ha mostrado ya bastante ruín y avaricioso.
  • 1528, marzo-abril: En sesiones posteriores, el doctor Torralba sigue insistiendo en la aparente bondad de Zaquiel, el cual nunca le inspiró un acto pecaminoso o malvado, y repitiendo que nunca hizo pacto ninguno para atar la voluntad del espíritu. En un momento dado, el inquisidor doctor Ruesta le preguntó al acusado que, dado que el espíritu le hacía profecías, si no le había avisado que sería preso por la Inquisición. Torralba, con total calma, le responde que, efectivamente, Zaquiel le había avisado que no fuese a Cuenca, y que ahora entendía el motivo.
  • 1528, 4 de septiembre: Durante el resto del año, con todos los testimonios reunidos, el inquisidor doctor Ruesta, indeciso, eleva el asunto a la Suprema, la cual dictamina finalmente que el doctor Torralba "debía ser puesto a cuestión de tormento", por ver si de esta manera cambiaba su parecer e interpretación de los hechos. Los licenciados y doctores a los que fue planteada la cuestión veían con claridad la naturaleza malvada de Zaquiel. A causa de estos tormentos y torturas, el doctor Torralba se ve impelido a reconocer que ahora comprobaba que su espíritu no podía otra cosa que ser malvado, puesto que con sus consejos había terminado tan mal aventurado.
  • 1529, 12 de enero: En la siguiente audiencia, sin embargo, el doctor ya había recuperado su entereza, y volvía a insistir en la bondad del ángel y en su propia ortodoxia católica. Ante esto, el inquisidor decide dejarlo a la sombra unos 6 meses, para dejarle reflexionar.
  • 1529, 6 de mayo: Las cuestiones que el inquisidor plantea en esta sesión son de índole teológica y política, y pareciese aquí que el inquisidor tiene más interés en averiguar asuntos que podía iluminar el espíritu, que buscar hacer confesar al acusado. Preguntó al doctor Torralba si Zaquiel le había hablado de la existencia de Cielo, Infierno y Purgatorio (las otras dimensiones del cristianismo); e incluso si le había hecho alguna vez comentario sobre Lutero o Erasmo de Rotterdam (los dos grandes enemigos de la fe Católica en aquel momento - aparte del sentido común, claro). De Lutero, parece que Zaquiel tenía muy mala imagen, de Erasmo sin embargo, estaba más dudoso - y éste tenía numerosos seguidores en la península, que empezarían a ser perseguidos por la inquisición en aquella época.
  • 1530, 30 de enero: A estas alturas, el buen doctor Torralba, después de ser amonestado por varios canónigos y sacerdotes, con el ánimo hundido después de dos años de proceso, declara todos sus errores y pecados, arrepintiéndose de todos ellos, y clamando por limpiar su nombre y su honor (como todo buen hidalgo que se precie). Sin embargo, de sus errores de doctrina no echa la culpa a Zaquiel, sino que lo achaca a sus antiguos maestros de Italia, aquellos médicos materialistas seguidores de la Escuela de Padua. En posteriores audiencias a lo largo de este año, inisistiría en que la culpa siempre fue del adoctrinamiento de sus maestros, y nunca de Zaquiel.
  • 1531, marzo: A estas alturas, y como parecía que el doctor no iba a cambiar de parecer en torno a esto, el inquisidor le conmina a ignorar y no escuchar nunca más a ese Zaquiel, por el bien y la salvación de su alma. Arrepentido en el resto de sus pecados, y vencido ya totalmente por los rigores impuestos por la impasible maquinaria burocrática de la Inquisición, el doctor pide castigo y penitencia por todos sus errores. Finalmente, llevado a reconciliación con pena de cárcel y hábito penitencial, termina su largo proceso que duró finalmente desde finales de 1527 a mediados de 1531.
  • A los cuatro años de cárcel, fue finalmente indultado. Y no poco después de estos sucesos, el doctor Torralba ya recuperado, continuó con su vida cortesana al servicio del Almirante de Castilla don Fadrique Enríquez. Don Marcelino Menéndez Pelayo, el cual tuvo acceso a todas las actas del proceso, es de la opinión de que el doctor Torralba más bien que un hereje no era otra cosa que un poble loco, y de ahí la suavidad de la condena que se le impuso (cuando lo normal, en estos casos, hubiera sido darle tormento y finalmente llevarlo a la hoguera, para purificar su alma). Don Julio Caro Baroja, al contrario, es de la opinión de que esto fue motivado más bien por las relaciones del doctor en las altas esferas que otra cosa.
  • Si el doctor volvió a verse o hablar con Zaquiel es algo que nunca podremos saber.

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