En más de una ocasión, el viejo Coyote ha alardeado de poseer el carnet de una de las bibliotecas más esquivas de éste, o cualquier otro plano: que no es otra que la así llamada Biblioteca de Babel, con la que soñó Borges. Bien que más de uno ha expresado su escepticismo, y no sin cierta razón; puesto que la Biblioteca existe en su propia esfera, ajena a toda realidad. Ella es un universo cerrado, y de hecho, para este caso se pueden usar indistintamente Biblioteca o Universo, pues expresan lo mismo. Cómo puede el Coyote acceder a esta esfera inmanente, es algo que nadie se atreve a cuestionarle.
Luego, por otro lado, está la cuestión del contenido. Si bien pueden encontrarse en esta biblioteca todas los libros existentes, habidos y por haber, esto no es más que cuestión de simple y pura combinatoria. No en vano, igualmente pueden encontrarse por millares libros completamente abusrdos, cuyo contenido caotico e irregular viene determinado por este azar combinatorio. E incluso de un libro medianamente sensato, puede hallarse otro que incluya argumentos para su negación. De modo que no existe, realmente, en la Biblioteca de Babel, un rasero para distinguir libros verídicos o veraces, de libros falsarios y absurdos. Leyendas hablan de cierto Catálogo que ha de encontrarse en algún anaquel...
Ocurre con esta Biblioteca de Babel como con la Red Expandida (o Internet); toda la información (cierta y/o falsa) que ha parido la humanidad se halla allí. Ahora bien, quién nos asegura cuáles de esos datos son válidos y cuáles son erróneos y confusos; no hay manera de distinguirlos, no hay rasero ni medida, y eso invalida la posibilidad de sacar de ella conocimiento certero y real. Aunque, en el fondo, según el viejo Coyote, que la información sea falsa o verdadera, en el fondo, es lo de menos. En cuanto a información se refiere, asegura, lo importante siempre ha sido el uso que se le diese.
Aunque, por supuesto, ésta no es la única biblioteca distante y alejada a nuestro sentido de la realidad que ha visitado el Coyote. Como hemos afirmado en otras ocasiones, el Coyote aprovechó la confusión causada por cierto enfrentamiento a nivel espiritual (¿o astral?) que devastó extensas regiones del planeta, entre ellas, la ciudad subterránea de Aggartha, para tratar de saquear los Registros Akashicos que allí se podían encontrar. De aquella excursión onírica, el Coyote volvió con el semblante mustio, y con ideas un poco negras. Poca información pudimos sacar, y sobre todo hacía referencia a un encuentro que tuvo antes de alcanzar la ciudad subterránea - resuenan ecos de recuerdos difusos en la oscura caverna de nuestra memoria, sobre cierto militar ruso transfigurado.
Altamente peligrosa es también la biblioteca que se halla en el cuarto planeta de Celaeno, estrella del sistema de las Pléyades. Afirman aquellos que se arriesgaron a soñar con ella (entre los que resalta con diferencia el bueno de Lovecraft), que se encuentran allí todos los conocimientos que los Primigenios robaron a los Dioses Arquetípicos, hace eones - posiblemente, por entonces, el universo ni tan siquiera tenía el aspecto con que lo conocemos. Sobre la forma en que están los conocimientos dispuestos, hay discrepancias: unos afirman que en sus anaqueles se encuentran libros tan terribles como los Fragmentos Pnakoticos, o en todo caso tablillas consignadas con símbolos y signos desconocidos u olvidados por el hombre. Algunos pocos, sin embargo, aseguran que toda la información se encierra en organismos vivos, creados para tal fin. En todo caso, lo que sí es seguro es que esta biblioteca dispone un guardian, que evita que se saquen sin permiso las obras allí custodiadas. A la salida de ella, puede encontrarse un inmeso y calmado lago, donde duerme este guardian, y al que no es aconsejable despertar...
Conectada con la Biblioteca de Celaeno se encuentran las Llaves Arquetípicas, o Tablillas Arquetípicas, custodiadas éstas por el terrible Ubbo-Sathla (padre de las formas de vida biológicas de la tierra, de creer los rumores). Al igual que con la mayoría de obras de la biblioteca extraplanetaria, la lectura de estas Claves acarrea tales revelaciones que no es raro que su lector, piadosamente, pierda la razón. Eso, si no es leída en voz alta, pues de ser así, esto podría despertar y atraer presencias, como mínimo, incómodas.
Las bibliotecas, en muchos casos, se solapan; y un conocedor del Espacio-B (o L-space, en el mundo anglosajón) puede ser capaz no sólo de saltar de una a otra, conociendo los caminos correctos. Puede, de hecho, incluso viajar a bibliotecas que sólo existieron (o existirán) en otros tiempos. Así el Coyote ha alardeado en alguna ocasión de conocer de primera mano bibliotecas como las de Alejandría y Pérgamo; o la biblioteca Laurentina, e incluso la de cierto monasterio medieval que ardió en una triste jornada. Las obras de estas bibliotcas, sin embargo, resultaban para el Coyote densas y pesadas. El Espacio-B supone que, de alguna forma, todas las bibliotecas son la misma biblioteca, puesto que parece que la información que en ellas se condensa, altera la estructura misma de la realidad, deformando el espacio-tiempo a su alrededor. Bibliotecas y laberintos son primos hermanos, y es tan fácil perderse en unas como en otros.
Y todo esto nos lleva a que, si deambulas mucho por bibliotecas, antes o después, has de alcanzar la Biblioteca de los Sueños, el germen de todas las otras. Aunque en épocas contemporáneas ésta se ha visto amenazada, por la esterilidad de sueños que el hombre moderno adolece; e incluso a comienzos del siglo XX llegó casi a desaparecer por completo, esto no es óbice para que puedan encontrarse en ella todos los libros que nunca se escribieron, todos los libros perdidos, y los libros que aún no se han escrito. Por ejemplo, se encuentran obras tales como El bestseller romántico de espías en el que pensabas en el autobús y que vendería un billón de ejemplares y ya no tendría que volver a trabajar; también todas las obras que dejó Kafka incompletas se pueden hallar aquí, pero terminadas tal cómo a él le hubiese gustado. Aunque siempre pueden leerse los fragmentos que dejó escritos, como un todo, tal y como si no les faltase nada. Y eso les confiere esa cualidad de ensoñación que tanto gusta al Coyote.
En cierta ocasión, perdido por los largos y oscuros pasillos de este Espacio-B, el Coyote llegó sin querer a una pequeña sala (una biblioteca, también, aunque de obras muy específicas), en la casa solariega de cierto hidalgo. Éste, frisando ya los cincuenta, leía ensimismado en voz alta, de espaldas al Coyote, y sin darse cuenta de su presencia real. Declamaba, el buen hidalgo, con voz altisonante: "la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura ".
Rodeaban a este hombre tantas quimeras, diablillos y semi-fantasmales criaturas de ficción, que no parecía distinguir al Coyote de éstos otros. No se daba cuenta de que él, también, era una criatura de ficción, dentro de otra ficción.
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