martes, 2 de septiembre de 2008

Morfología y etología del ghul (homo necrofagus)

Introducción

Pocos seres humanos han convivido con los ghules el tiempo suficiente como para hacerse una idea de sus costumbres y funcionamiento general. Por norma, los ghules prefieren a los humanos más fríos e inactivos.
No en vano, los cadáveres humanos son la base de la dieta ghul – también, según veremos un poco más adelante, esta dieta es un método bastante efectivo para llegar a convertirse en uno de ellos.
Debido a ello, la información que nos ha llegado en torno a los ghul ha sido fragmentaria, y entremezclada con numerosas supersticiones. Por supuesto, también el miedo ha empañado no poco una posible observación objetiva de su generación, crianza, costumbres y demás.
Otro punto, aún más polémico, como veremos, es la cuestión referente a la generación de ghul. Es cierto que existen especimenes de ambos sexos, y también es cierto que se reproducen por apareamiento, al igual que la mayoría de seres vivos; en esto se asemejan a los mamíferos más que a cualquier otro ser. Esto no sería de extrañar, teniendo en cuenta la otra manera de reproducción: por transformación. Se sabe a ciencia cierta que un ser humano, expuesto durante determinado tiempo a una dieta de cadáveres humanos, termina transformándose en ghul y uniéndose a la manada más cercana. Por tanto, cabe la cuestión de si, efectivamente, los ghul no son más que una forma degenerada de ser humano, que han regresado unos cuantos escalafones en la cadena evolutiva (aunque sólo parcialmente, pues se ha demostrado que pese a la tendencia de regirse por sus instintos irracionales que presentan los ghul, con algo de esfuerzo puede sacarse de ellos razonamientos deductivos, e incluso un tenue sentido de la justicia).
Con todo y con ello, hemos conseguido recopilar y ordenar cualquier información anterior sobre los ghul, junto con los trabajos de campo propios, concluyendo con una hipótesis quizá arriesgada, pero que aclara no pocos puntos oscuros de la cuestión.

Morfología ghul

Todas las fuentes coinciden en describir a esta criatura como claramente antropomórfica, junto con rasgos caninos y patas hendidas con pezuñas. Su dentadura es numerosa, desigual y afilada; esta preparada para hender la carne de los cadáveres y triturar las vértebras y sorber la nutritiva medula espinal. Su vista está preparada para ver casi en completa oscuridad, no en vano pasan la mayor parte de su vida en túneles profundos, y cuando salen a la superficie lo hacen siempre que pueden durante la noche. Su oído es particularmente fino, pero no llega a la capacidad de perros o gatos, por ejemplo. Son extremadamente resistentes y muy rápidos; por separado son bastante débiles y esquivos, a no ser que se encuentren completamente acorralados, donde son capaces de proezas mortales.
En grupo, sin embargo, se manifiestan como una turba de ratas, aunque algunos de los especimenes más fuertes cumplen la función de líder de guerra. En las extremidades superiores han desarrollado dedos prensiles, terminados en unas afiladas y fuertes garras, que originalmente les sirve para desmembrar los cadáveres y rasgar los ataúdes; también pueden hacer uso de sus garras como medio de defensa. No tienen, sin embargo, pulgar oponible, apenas una protuberancia vestigial, aunque se sabe de algunos humanos transformados que lo han conservado, aprovechando esto para desarrollar cierta cultura material.
Sus hábitos alimenticios son necrófagos, con lo cual forman parte del grupo de los carroñeros. Su especial dieta, sin embargo, consiste únicamente en cadáveres humanos. Los ojos, el cerebro y otras vísceras suelen ser cedidos a los miembros más relevantes de la manada, aunque en ocasiones surgen rencillas por alguna pieza en especial. Veremos como esto tiene una importancia fundamental en el desarrollo de una cierta jerarquía social.
Los ghul tienen un sistema de comunicación, mezcla de idioma gestual, y una hosca y rudimentaria lengua compuesta por aullidos, gruñidos y proto-palabras. Algunos exploradores de los bordes de la civilización han llegado a aprenderlo, y han sido de gran ayuda en nuestra investigación.
Sobre el cortejo y apareamiento de los ghules no hemos encontrado ninguna información; entre las manadas ghul pocas hembras se encuentran, y según parece las que hay son estériles y se comportan en todo igual que los machos, casi indistinguibles. Persiste una leyenda, aunque casi olvidada, que se narra en las tabernas de Ulthar después de unos tragos de vino lunar, sobre la desaparición de la mayoría de las hembras ghul originales; algunos afirman que hubo un gran desencuentro entre ambos sexos, y las mujeres se marcharon sin decir a dónde, lejos de donde pudiera encontrarlas cualquier macho. Los más arriesgados afirman que se internaron en las grutas más profundas de las Tierras del Sueño. Estos mismos aseguran que el motivo de la disputa fue religioso; los machos habían abrazado en masa una nueva fe (más oscura y peligrosa), dejando de lado la antigua religión matriarcal, donde las mujeres oficiaban de sacerdotisas. Entre susurros, dando rodeos, sin mencionarlos expresamente, entre todos los oyentes se instalaban los terribles nombres de Nyarlathotep, morador de la Oscuridad, y la Diosa sin nombre. Nadie quería nombrarlos, no fuera a ser que atrajesen su terrible y numinosa atención hacia ellos.
Según parece, entre las manadas de ghules, se recita en algunas ocasiones una larga epopeya sobre la desaparición de las hembras y su largo éxodo; los versos finales mencionan a cierto venidero Príncipe Ghul, que hará un peligroso viaje y las traerá de vuelta, para la gran Reunión.
Por supuesto, todo esto no es más que una leyenda, pero ayuda a comprender la manera de pensar de los ghules, y lo complicado que resulta el apareamiento natural para esta especie.

Jerarquía social

Como hemos adelantado, los ghules en grupo tienen un comportamiento de turba; entre ellos son sumamente empáticos, y son capaces de contagiarse el miedo, o la rabia, según la situación. En estos casos, el ghul se despoja de su conciencia de individuo, y actúan todos a una. El depredador natural del ghul en las Tierras del Sueño profundas son los terribles gugos, y su tamaño y ferocidad sólo puede ser combatido de manera desesperada, y nunca en solitario. Sólo grandes campeones ghul han conseguido volver con la cabeza de uno de esos monstruos de fauces verticales, habiéndose enfrentado en singular duelo.
Se comprende entonces, la necesidad natural de un líder que sea capaz de reconducir las emociones de la turba, para evitar la extinción por estupidez. Por regla general, el líder es un líder guerrero, y es quien tiene la última palabra en cuanto a si entablar batalla, o abandonar el combate. Su carisma es tal que contagia con sus emociones al resto del grupo; y este carisma, según parece, es innato al ghul, de manera que es imposible que el puesto de líder sea hereditario. Los líderes suelen pasar poco tiempo en su papel, casi siempre impuesto por las circunstancias, y casi siempre derrocado tan rápido como fueron ascendidos. Contrario a lo que parezca, no siempre el líder de guerra es el más fuerte; en ocasiones, puede serlo el más astuto del grupo. Los líderes de guerra con más experiencia han logrado sobrevivir en su puesto mucho tiempo, logrando grandes hazañas de conquista frente a los gugos de las criptas de Zin, en las más profundas y oscuras cavernas del Sueño.
No existe nada parecido a una nación ghul, en la Tierra de los Sueños; el ghul se reparte en manadas, a simple vista sin ninguna distinción entre ellas. Se asemejarían más, sin embargo, a tribus o clanes. Sutiles diferencias los distinguen, señales de cohesión grupal: escarificaciones, tatuajes, anillos en las orejas o nariz, peinados rituales; existen rencillas entre los distintos clanes, hay guerras, saqueos, alianzas; algunos grupos se han especializado en la manufactura de piezas de artesanía, sobre todo cuero y hueso (clan conocido como Cinco-Dedos, puesto que, como hemos visto antes algunos individuos conservan el pulgar útil, y, aunque rudimentarios, son más que diestros artesanos). De los saqueos de tumbas y túmulos, los ghul recuperan muchos objetos del ajuar del difunto, y los reaprovechan a su manera. Ropas, piezas de armadura, y sobre todo armas; pocos ghul ven útiles las armas, sobre todo porque es bastante complicado de usar cuando se tienen cuatro dedos y ninguno para sujetarla por el otro lado; espadas, dagas y hachas son usadas, sobre todo, de forma ornamental y como señal de distinción.
También tienen un puesto reservado para el más anciano y sabio, que hace las veces de sacerdote y juez; y se ha observado, en los grupos más numerosos, la figura de una especie de hombre-memoria, o bardo, que recuerda y recita leyes, normas, relatos y poemas bastante lúgubres y escabrosos (al menos para la aproximada traducción que pudo hacernos el guía que nos acompañaba).
El líder de guerra es conocido como el K´lurrg, con la traducción aproximada de "príncipe de clan"; cuando un K´lurrg consigue reunir varios clanes bajo su mando, puede llegar a ser nombrado K´luk k´lurrg, que vendría a significar "príncipe de príncipes". Rara vez se ha llegado a usar realmente ese título, y actualmente sólo para referirse a aquel que traerá de vuelta a las hembras, como algo legendario y secundario. No cuando los clanes ghul cada vez son más hostiles entre ellos, y se evitan y merman en sus oscuras cavernas.

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